Impacto económico y desequilibrios regionales
El anuncio de aranceles del 10% por parte del gobierno de Donald Trump a la mayoría de los productos latinoamericanos exportados a Estados Unidos ha generado un impacto desigual en la región. Por ejemplo, productos emblemáticos como el café colombiano, los arándanos peruanos, el vino argentino, el salmón chileno y el camarón ecuatoriano están directamente afectados por esta medida (Barría, 2025). Venezuela y Nicaragua, por su parte, enfrentan aranceles aún más altos, del 15% y 18% respectivamente, lo que agrava su vulnerabilidad económica (Barría, 2025).
La agroindustria es uno de los sectores más golpeados. En Ecuador, el camarón y el banano, en Perú los arándanos, y en Chile el salmón y el vino, son ejemplos de productos que podrían ver reducidas sus exportaciones y, por ende, afectar el empleo y la inversión en estos países (Barría, 2025). Según estimaciones de analistas, la región podría perder hasta $1.100 millones anuales en exportaciones, con un impacto directo sobre miles de empleos, especialmente en sectores agrícolas y manufactureros (Barría, 2025).
En Centroamérica, la situación es aún más delicada debido a su alta dependencia del mercado estadounidense. Países como Honduras, El Salvador, República Dominicana y Panamá son considerados los más vulnerables por su desbalance comercial con EE.UU., la dependencia de remesas y otros factores estructurales (Barría, 2025).
Desintegración comercial y respuestas fragmentadas
A pesar del impacto, la reacción de los gobiernos latinoamericanos ha sido dispersa y poco coordinada. Mientras Colombia y Argentina han buscado ver oportunidades en la crisis, Brasil ha amenazado con represalias en la OMC y Perú intenta negociar excepciones para sus productos (Barría, 2025). Esta falta de una estrategia común evidencia la debilidad de los mecanismos de integración regional y la tendencia histórica a la fragmentación, tal como se ha observado desde los primeros intentos de unidad liderados por figuras como Simón Bolívar y Francisco de Miranda (Martínez, 2021).
(Imagen: 20 Minutos-VBM).
El caso del DR-CAFTA (Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos) es ilustrativo. Aunque este acuerdo buscaba fortalecer el comercio regional, no logró proteger a sus miembros de los nuevos aranceles estadounidenses, demostrando los límites de los acuerdos bilaterales frente a políticas proteccionistas unilaterales (Barría, 2025)[1].
Impacto económico y desequilibrios regionales
El 87% de las exportaciones colombianas hacia EE.UU. enfrentan impactos limitados, con oportunidades de consolidación en textiles, confecciones y material eléctrico ante la salida de competidores asiáticos. No obstante, sectores como el café, las flores y los alimentos procesados podrían perder hasta $1.100 millones anuales, amenazando 15.000 empleos.
En México, el 50% de las exportaciones fuera del T-MEC sufre aranceles del 25%, afectando especialmente a la manufactura automotriz. Centroamérica enfrenta riesgos mayores: el 78% de las exportaciones hondureñas y el 65% de las salvadoreñas dependen del mercado estadounidense, con alta exposición en textiles y agricultura.
Sectores más vulnerables:
- Agroindustria: camarón ecuatoriano (-12% competitividad), arándanos peruanos (-9% ventas)
- Manufacturas ligeras: pérdida del 6% en exportaciones textiles mexicanas
- Combustibles: posible caída del 8% en envíos venezolanos si se aplican excepciones.
Integración estratégica: de urgencia histórica a imperativo geoeconómico
América Latina posee activos clave para construir cadenas de valor regionales:
- 39% de las reservas mundiales de cobre
- 25% de la producción agrícola global proyectada para 2028
- 61% del litio planetario, esencial para transición energética
La urgencia de una integración estratégica
La historia latinoamericana muestra que los intentos de integración han estado marcados por desafíos tanto internos como externos. Bolívar ya advertía sobre los obstáculos derivados de las diferencias de intereses, distancias y dificultades de comunicación, factores que siguen vigentes hoy (Martínez, 2021)[2].
Sin embargo, la región posee enormes ventajas competitivas si logra articular una estrategia común: recursos naturales, potencial agrícola, reservas minerales y una población joven. La integración permitiría no solo negociar en mejores condiciones frente a potencias como EE.UU., sino también fortalecer cadenas de valor regionales, impulsar la innovación y aumentar la resiliencia ante crisis externas.
Conclusión: el desafío y la oportunidad
Los aranceles de Trump han puesto en evidencia la fragilidad de la integración latinoamericana y la necesidad urgente de superar la fragmentación. La región debe tomar conciencia de que la unidad no es solo un ideal histórico, sino una necesidad práctica para enfrentar los desafíos económicos, comerciales y políticos del siglo XXI. Como señalaba Bolívar en 1815, «la unidad nos hará irresistentibles» (Martínez, 2021). Hoy más que nunca, la integración regional es la mejor respuesta ante el proteccionismo global.
Los aranceles trumpistas exponen una paradoja: mientras debilitan los lazos comerciales tradicionales con EE.UU., crean incentivos para reinventar la integración regional. América Latina podría convertir esta crisis en catalizador para:
- Diversificar mercados mediante cadenas de valor sur-sur
- Articular una voz negociadora unificada en foros multilaterales
- Acelerar la modernización de infraestructura crítica con fondos conjuntos
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- Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.