Por: Luis Guillermo Giraldo Hurtado

Por cuatro escalones asciende la gratitud. Primero, como emoción, es muy breve (el amigo emocionado nos abraza al prestarle dinero, pero nos abomina cuando le cobramos). Segundo, como sentimiento (más duradero, pero igual desaparece). Tercero, como virtud natural, algunos la han definido como el reconocimiento de la bondad humana: quien es grato identifica la bondad de su benefactor, como favor sin exigencia, servicio sin contraprestación; y digo que es virtud en cuanto se tiene una disposición permanente a agradecer. Del cuarto escalón, pienso que la gratitud es una virtud cósmica mejora y engrandece el espíritu del ser humano. Luego se verá.
No goza del aprecio político. Maquiavelo (“El Príncipe”, cap. XVIII), previno al gobernante: “Los hombres son ingratos, volubles… mientras les haces el bien, están contigo… pero cuando llega el peligro, se vuelven contra ti”.
Robert Greene, nuestro Maquiavelo contemporáneo, muy simpático, zumbonamente materialista e implacable, en “Las 48 leyes del poder”, regla 13: “Cuando pida ayuda, no apele a la gratitud de la gente sino a su egoísmo”. Cita el caso de Castruccio Castracani, señor de Lucca, siglo XIV, quien había sido ayudado en su ascenso por la familia Poglio. Descontenta esta, se amotinó; Stefano Poglio convenció a sus hermanos que depusieran, fue donde Castruccio, le recordó sus servicios, los anteriores y en esa emergencia. Este “agradeció”, los invitó a cenar esa noche, a los Poglio, y los asesinó en el comedor.
(Imagen: Centro ARARAT-VBM).
No obstante, Greene sufrió un derrame, meditó, y pasó a considerarla en sentido muy diferente, la gratitud, así: un presente de humildad y sabiduría; un remedio contra las emociones negativas, entre ellas la envidia; una práctica que modifica nuestra percepción del mundo, pues se deja de mirar lo que nos falta y nos pone de presente lo que tenemos; un factor de crecimiento personal y de bienestar emocional.
En este sentido, una cósmica sensibilidad que agradece. Alice Walker, en “El color púrpura”: “nunca me fijo en nada de lo que Dios ha hecho. Ni en una hoja de maíz (cómo la hace) ni en el color púrpura (de dónde viene). Ni en las florecillas silvestres. En nada”. O Borges: “¿Quién no agradece el agua, el alba, la lealtad, el pan?” Gratitud hacia el universo, que eso y más nos da.
Desde la gratitud proceden esos estados cósmicos del alma humana. El amor, condición de gratitud recíproca por ese inmenso don que la otra persona nos otorga: el amor sin agradecimiento no podría existir. Es un camino hacia la verdadera amistad: quien encuentra un benefactor, ve en él un amigo; y aquel, que sabe que se le agradece, reconoce la amabilidad moral de quien es grato, incapaz de traición y con un dejo de admiración hacia su bienhechor; gratitud que ahuyenta complejos y demuestra esa honestidad que inspira confianza. Los neurólogos saben los efectos positivos en el cerebro de quien lleva la gratitud en su corazón.
Como todo aquello que es superior y cósmico, no desciframos la razón por la cual ayudamos sin esperar lo recíproco, y generamos, sin buscarla, la gratitud. Es una pregunta. Respuesta poética la de Ángelus Silesius: la rosa es sin porqué, y florece porque florece. O como la risa (¿Mario Benedetti?): da tanto y no exige. O el Génesis 12:2: si has sido bendecido, sé tú una bendición.
Trump o el caos controlado
Bien lo sabemos: el mundo está ante el espectáculo del negociador narcisista, que es también apostador y jugador, y que dispone del mayor poder del mundo. Donald Trump escribió en su libro “El arte de la negociación”, publicado por ediciones Grijalbo, ya desde 1988, lo siguiente: “Apunto muy alto, y a partir de ahí todo es tirar y tirar hasta que consigo lo que quiero. A veces me conformo con menos, pero… al final… logro lo que me había propuesto”. También -¡qué peligro!-, “la verdad es que creo en el pensamiento negativo”.
Sean cuales fueren las reacciones de los países afectados por los aranceles, el atentado contra la economía mundial es grave. Los efectos de elevarlos serán globales: menos comercio, menos producción, menos empleo, aumento de precios en todo el mundo, incluidos los Estados Unidos. Lo único que lograría sería subir, allí, los recaudos arancelarios, eso a cargo de los consumidores en ese país. Y mandarnos a una recesión económica mundial. El nuevo mercantilismo de Trump -balanza comercial siempre favorable- no funcionará.
Los Estados Unidos no la tendrán muy clara. La Universidad de Yale calculó que tales medidas le costarán a cada familia norteamericana US$4.000 anuales. La sustitución de importaciones que alega Trump, no es tan fácil, porque el criterio que usó fue el monto del arancel que el otro país le cobra a USA, para la tarifa-Trump, que puede alcanzar o no para hacer competitiva la nueva respectiva industria doméstica. Y si llegare a protegerla, será con unos costos de producción más altos que los artículos importados. Paga el consumidor USA.
Donald Trump. (Imagen: archivo internacional-VBM).
Si todos los humanos odiamos la incertidumbre, el capital es aun más cobarde. Las bolsas bajan, los inversionistas posponen, la confianza de los consumidores disminuye. Rápidas encuestas allá este viernes: 57% lo consideran “demasiado errático” y 70% teme alzas en los precios.
Y el desasosiego aumenta al considerar la personalidad de Trump. Si la negociación exige uuna técnica, Trump ni oye consejos ni le interesa, porque él considera que la negociación “es una facultad innata” (en él, especialmente); y “no me fío mucho de los estudios”. Está sobrado: “Yo hago mis propios estudios y extraigo mis propias conclusiones”. Y se siente invencible en su retaguardia: “el dólar siempre tiene la última palabra”. Desdeña las críticas, pero en cambio es aquí ingenuo y sincero: “me gusta recibir críticas favorables”.
Lo evidente es que ha sido muy exitoso con la estrategia del caos controlado, la que se visualiza mejor en una frase de Steve Bannon, fundamental anterior asesor de Trump, caído en desgracia desde hace varios años: “el objetivo es inundar la zona de mierda”. Y luego, desde arriba se manipula mejor a quienes -pobrecitos- bracean con impotencia en un océano así. De eso parece haber inundado Trump la economía mundial.
No estoy seguro si ese tan poderoso personaje podrá controlar el caos que está generando. Sin tener en cuenta los costos internacionales políticos, le ha disparado a todos sus aliados. ¿Qué se puede esperar de un amigo así? ¿Mejor vámonos con la China? Tal vez no. Hay que confiar en que desde USA los factores de poder controlen a Trump. Y así desaparezca este caos, caos que él no logrará controlar.