Mozart y el acoso sexual

Mozart

Poner en castellano “vulgar” los nombres de las óperas de Mozart llevaría al dulce Wolfgang Amadeo ante los tribunales de la Nueva Inquisición del Siglo XXI. Los admiradores del genio de Salzburgo consideran su música descansada, alegre y vivaz. Las parejas jóvenes la graduaron de institutriz global ad honorem que ejerce sobre sus párvulos un efecto tan edificante, que mientras los pequeños se distraen con los sonsonetes, ellos bien se pueden escapar a torcerse en un “desnucadero”, al aroma del funk, del trans o del heavy metal. El llamado Efecto Mozart  se encarga de mantenerles la casa en orden y formar a los niños: tranquilizar a los hiperactivos, calmar a los agresivos y dormir a los bebés al arrullo de la Pequeña Serenata o del repertorio sedante en que resolvieron convertir algunas de sus más exquisitas melodías. Pero la maravilla de la música de Mozart, la infinita creatividad de su genio, el pathos y magnificencia de obras como su Requiem, o La Gran Misa en do menor y aún obras más cortas, como el Ave Verum, no permiten que la liviandad de estos tiempos las reduzca al papel de niñera. Está bien que las nanas cuiden de los niños, si las madres están ocupadísimas, como se dijo, brincando en una “olla”, descifrando el  iPad  o cumpliendo con sus compromisos de haber llegado a ser “la doctora”.

Pero no se puede confundir la magnificencia con el arrullo. Las niñeras, mientras tanto, seguramente tienen que cuidar de otra olla, la pitadora a presión, pero con el bebé pueden ensayar nanas bien efectivas como Velo qué bonito, por ejemplo, y dejar a Mozart tranquilo. Entre otras cosas porque él no fue un privilegiado en su experiencia paternal: tuvo que enterrar a cuatro de los seis hijos que le dio Constanza y sólo sobrevivieron Carl Thomas y Franz Xavier.  Basta considerar con detenimiento ya en el campo de su música profana cómo abordó la responsabilidad del matrimonio, la fidelidad conyugal, las “mieles” del amor y las satisfacciones de la paternidad, él a quien su corta vida no le permitió disfrutarlas por mucho tiempo. Oigamos a Mozart.

Así lo hacen todas  (Cossí fan tutte), el nombre ya es una generalización canalla porque dicen que todavía hay mujeres fieles y el “dulce Amadeo” fue acusado de misógino por atreverse a mostrar  a dos hermanas en vía a la infidelidad  a sus prometidos. Fueron  salvadas por el libretista Lorenzo da Ponte, quien las rescató y las volvió a dejar en su condición de señoritas bien, valiéndose de recursos poco ortodoxos: intercambio de parejas, suplantación de personas, travestismo,  falsificación de firmas,  y engaño programado.

Tal vez para la formación moral de un infante es mejor que la nana siga arrullándolo con la Pequeña Serenata.

Secuestro en el Harén, (Die Entfühnrung aus dem Serail, El Rapto  en el Serrallo): práctica del secuestro transnacional con fines eróticos, es decir amorosos. Dicen quienes lo practican que el secuestro paga.

La Ópera de Colonia recuperó con creces la inversión en esa divertida “apología del secuestro” la noche misma del estreno, en noviembre pasado. Pero las ganancias quedaron comprometidas  tras una sorpresiva invitación al productor Uwe Eric Laufenberg y a su tropa a  presentar El Rapto en Sulaymaniya, después de escalar las escarpadas lejanías del convulsionado Kurdistán iraquí, en un plazo de cuatro meses. Cien personas  (músicos de la orquesta, cantantes, tramoyistas y utileros) y un contenedor con la escenografía debieron soportar, camino del centro cultural Telary Honer, 3 horas de bus desde el aeropuerto de Arbil,10 puestos de chequeo de pasaportes con requisa para los humanos y chuzadas profundas para el contenedor, con daños para la utilería. Pero el Rapto, primera ópera alguna vez presentada en Iraq, salió perfecto.  La aventura fue el resultado de la invitación formulada por Mullah Bakhtiyar cuando asistió en representación de la República de Iraq al estreno del

Seraglio en el Palladium de Colonia, para acompañar al actor kurdo-iraquí Ishan Othmann, quien recitó la parte hablada del Pachá Selim Bassa. Se vencieron todos los obstáculos y  la secuestrada Constanza (heroína del drama-cantado, y bautizada por Mozart con el nombre de su mujer) consigue la libertad. Las peripecias operísticas para alcanzarla incluyen trasgresiones graves a la estricta tradición musulmana de castigar el adulterio con la lapidación y el consumo de alcohol con  penas “menores”: dos hitos occidentales que ni el mismo presidente Obama se hubiera atrevido a esgrimir como armas de liberación en Iraq. Mozart  lo hizo valiéndose del noble caballero español Belmonte y de Pedrillo, su asistente y prometido de la también “retenida”  Blondchen (La Monita), sirvienta de Constanza.

Los dos amantes se proponen liberar a sus dueñas y se cuelan al harén del Pachá Salím, quien pretende seducir a Constanza a punta de billete, como cualquier narco colombo-mexicano. Pero los astutos  intrusos, haciéndose pasar por arquitectos, logran dormirlo en una borrachera “baquiana”, no brasilera sino turca, nacionalidad de moda en la época de Mozart, y el Pachá cae al suelo de forma tan estrepitosa como cualquier estatua de Saddam Hussein. Pero Salím se despierta con una resaca asesina y una magnanimidad desconocida: todo el mundo es liberado. El Director Tobias Werner y sus cantantes recibieron ovación del público iraquí, que tomó con humor las peligrosas alusiones al “choque de civilizaciones”.

El cuarteto de enamorados y la tropa regresaron a Colonia, a la “decadente” libertad de Occidente y montarán otro Mozart con sus “cuestionables” interpretaciones de la conducta humana. Puede ser la seducción de la sirvienta y la desazón de la esposa, como las que reclama y suscita respectivamente el Conde Almaviva al hacer efectivo  el derecho de pernada sobre la bella Susana, sirvienta de la Condesa,  ad portas de su matrimonio con Fígaro, su prometido y valet del Conde, en Las Bodas de Fígaro  (Le Nozze di Figaro) .Todo indica que esa virginidad fue para quien correspondía gracias otra vez a un recursivo travestismo en la cómplice oscuridad de un jardín en la noche, donde ya no se sabe quién es quién. Como si Mozart se hubiera inspirado en la política colombiana! Pero en la ópera, tretas impensables sí aclaran el embrollo surgido por la lascivia del Conde y hay un sorpresivo “final feliz”. Así que por ahora, es mejor que las nanas sigan prefiriendo el Efecto Mozart para adormecer a los chiquilines antes de que se despierten a una realidad tal vez más peligrosa…pero excitante.

hernandojimenez@etb.net.co
Bogotá, D.C. 17 de julio de 2011


NOTA.
Con datos de la Deutsche Welle, y Constanze Schmidt, de Deutsche Presse Agentur, tomados de Internet.

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