Sus registros están en los anales históricos de las Grandes Ligas. Pero es más importante la semblanza que dejó en todos los estadios, y su talento y fortaleza para el juego.
Willie Mays: 6 de Mayo 1931 – 18 de Junio 2024. (Imagen: NBC Bay Area – VBM).
Velocidad, brazo, poder, defensa y buen contacto, además del talento que trae por naturaleza el jugador, dicen los que saben, que esas son las cinco herramientas que necesita un pelotero para jugar en las Grandes Ligas, y, desde luego, poderse establecer en la Gran Carpa.
Para muchos, con poseer tres de esas cinco herramientas, el jugador está diseñado para quedarse jugando en el mejor béisbol del mundo, en donde, ciertamente, llegan muchos pero pocos se quedan.
En más de un siglo de existencia, para ser exactos, 148 años de funcionamiento como Béisbol Organizado, pues la Liga Nacional empezó labores en 1876, el número de jugadores no llega a los 21.000 hasta la fecha, pese a las expansiones que se han venido haciendo para que haya un mayor número de franquicias en competencia —de 16 equipos que comenzaron a 30 que conforman al día de hoy las Grandes Ligas—, por lo que fácilmente se puede deducir que ‘’el colador’’ es tan cerrado que el tránsito de las ligas menores a las Ligas Mayores ‘’es pedregoso y culebrero’’, como diría cualquier latino.
Y era aún más difícil para los jugadores afroamericanos o de color, que aún estando ya participando en la Gran Carpa, tenían que soportar vejámenes, desprecios y un racismo odioso que calaba en los sentimientos personales de muchos de ellos que, sin quererlo aceptar, dejaron a un lado sus aspiraciones de llegar a la Gran Carpa, cuando sus condiciones de atleta les hubiesen permitido estar en el círculo de los grandes.
Todo eso para reafirmar las declaraciones que hace muy poco ofreció a los periodistas el inolvidable Reggie Jackson, un inmortal que llegó en los años 70s. a las Grandes Ligas, cuando se creía que todo había quedado en el olvido para los jugadores de raza negra, porque el 15 de abril de 1947 se rompió la barrera del color con la aparición con los Dodgers de ese entonces en Brooklyn, de Jackie Robinson, todavía seguían haciéndole el feo a los peloteros de color.
Pero dejemos esa despreciable parte de la historia de los peloteros afroamericanos a un lado, para concentrarnos en lo que fue el inolvidable Willie Mays, quien a sus 93 años de edad, falleció este pasado martes 18 de junio, para quien le sobran admiración y respeto, calidad y talento, para ser uno de los verdaderos inmortales del béisbol de las Grandes Ligas.
Verlo jugar a través de los videos en blanco y negro de su brillante época como jugador — nosotros no alcanzamos a tener ese privilegio de manera personal —, no deja duda alguna de que se trató de un jugador excepcional, en la que se conjugaban talento y calidad a flor de piel.
Algunos mensajes
‘’Como muchos otros en mi barrio y en todo el país, donde jugué en las Pequeñas Ligas, yo quería ser jardinero central por Willie Mays’’, dijo el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, al referirse desde la Casa Blanca sobre su fallecimiento. Y agregó: ’’Un ritual para ser aceptado consistía en practicar sus atrapadas, usando el guante como una canasta, intentar sus robos temerarios y mostrar su control en el plato, sólo para que los asistentes técnicos te interrumpieran, porque nadie podía hacer lo que Willie Mays hacía’’.
’’Todo el béisbol de las Grandes Ligas está de luto, cuando nos preparamos para reunirnos en el mismo parque donde comenzó una carrera y un legado como ningún otro’’, expresó el comisionado de las Grandes Ligas, Rob Manfred. Subrayó que ‘’Willie Mays llevó su brillantez en todos los aspectos desde los Black Barons de la Liga Negra Americana hasta la franquicia histórica de los Gigantes, de costa a costa, en Nueva York y San Francisco’’.
Precisamente, Mays se había excusado de asistir al estadio ‘’Rickwood Field’’ de Birmingham, Alabama, en el tributo de admiración del béisbol al parque de pelota de la raza negra, en donde dos días después, jugarían los Cardenales de San Luis, y su equipo amado, los Gigantes ahora de San Francisco.
‘’Mi padre ha fallecido en paz y rodeado por sus seres queridos’’, anunció su hijo Michael Mays, en un comunicado que emitió la franquicia de los Gigantes. ‘’Quiero agradecer a todos ustedes, desde el fondo de mi corazón roto, por el amor incondicional que le han mostrado durante años. Ustedes han sido la inspiración de su vida’’, recalcó.
Nacido en Westfield, una localidad muy cercana a Birmingham, la capital del Estado de Alabama, Mays jugó la pelota profesional en la Liga Negra, que tenía como sede principal precisamente al ‘’Rickwood Field’’, de Birmingham, el vetusto estadio que se vistió de gala con el partido entre los Gigantes de San Francisco y los Cardenales de San Luis, juego que ganaron los ‘pajarracos’ 6 carreras por 5, efectuado el jueves 20 de este mes de junio, con el cual se le brindó tributo de admiración a Mays y a tantos otros peloteros afroamericanos que pasaron por la liga y que jugaron en ese diamante.
Pelotero a carta cabal
Willie era uno de esos formidables jardineros que con elegancia capturaban los batazos que iban por sus predios: el mismo hombre que con ímpetu se desplazaba sobre las bases hasta dejar perdida su gorra en los recorridos, y el mismo pelotero que con determinación, desafiaba a los lanzadores con su letal contacto con la pelota.
Cuando se instaló en la nómina de los Gigantes, que estaban en el ‘’Polo Grounds’’ de Nueva York, Willie llega con luz propia, al ganarse ese año de 1951, la corona de ‘’Novato del Año’’ de la Liga Nacional, cuando participó en 121 partidos, con 127 imparables en 464 turnos para ofensiva promedio de 274; con 22 dobles, 5 triples y 20 ‘’bambinazos’’, 68 carreras remolcadas y 59 anotadas; 57 bases por bolas recibidas y 60 ponches recibidos.
Willie Mays aparece en el mejor béisbol del mundo en el preciso momento en que se iba del juego el formidable Joe DiMaggio, el astro de los Yanquis de Nueva York, pero aparecía en el firmamento otra estrella de los ‘Mulos’, el indiscutido e inolvidable, Mickey Mantle.
(Imagen: ABC News – VBM).
Pleno respaldo
Mays tuvo un comienzo nada agradable, en sus dos primeras semanas de actividad en la Gran carpa, pero encontró en Leo Durocher, el estratega de los Gigantes, todo el respaldo que necesitaba un novato.
‘’Mientras yo sea el capataz de este equipo, tú serás mi jardinero central’’, le dijo sin titubear Durocher, lo que representaba una absoluta confianza con el afroamericano que se estrenaba en la custodia del espacio principal de los bosques de la cotizada novena.
Ese mismo año de 1951, los Gigantes se enfrentaron a los Dodgers, en ese entonces de Brooklyn, en una serie de tres partidos para definir al ganador del título de la Liga Nacional, al concluir empatados con 96 victorias y 58 derrotas, en los 154 desafíos que para entonces eran los programados en el calendario regular.
Los Gigantes que estuvieron a más de 12 juegos de distancia a mediados de agosto, pero en la recta final enderezaron las cargas, para llegar igualados con los Dodgers a la última fecha, eran favoritos para ganar la corona del viejo circuito, y llegaron al último partido, igualados a 1 victoria por equipo, cuando sonó el ‘’tablazo que se escuchó en el mundo entero’’, como señalaron algunos cronistas de la época, conectado por Bobby Thompson, quien le desapareció la pelota a Ralph Branca, el relevista que especialmente había sido llamado para dominar al destacado bateador, el mismo lanzador que dos días antes, le había conectado otro jonrón para decidir el partido.
Con ese cuadrangular de Thompson, los Gigantes dejaron tendidos en el campo a los Dodgers, produciendo 3 carreras para ganar 5 por 4, cuando estaban perdiendo 4-1 en la novena entrada. Otro gigante milagro, que esperaban repetir en el Clásico de Otoño.
Serie Mundial
Con ese sonoro triunfo, los Gigantes juegan la Serie Mundial de 1951 frente a unos rivales que estaban esperando a su contrincante, sentados en el banco de juego: los Yanquis.
Pero el milagro no se dio. Perdieron la Cita de Octubre con 4 derrotas en 6 partidos jugados, y en donde el novato afroamericano Willie Mays, estuvo por debajo de su rendimiento habitual: bateó apenas para 182: 4 indiscutibles, todos sencillos, en 22 turnos; con 1 remolcada, otra anotada; recibió 2 bases por bolas y abanicó la brisa en 2 oportunidades.
Los Yanquis ganaron la gran final, así: perdieron el primero ante los Gigantes, 5 carreras a 1; ganaron el segundo, 3 por 1, ambos jugados en el ‘Yankee Stadium’’; los Gigantes triunfan en el tercero, 6 por 2; pero pierden el cuarto, 6 por 2; y el quinto 13 carreras por 1, estos tres efectuados en el ‘’Polo Grounds’’; y caen en el sexto, en la casa de los ‘Mulos’, 4 carreras por 3.
En ese Clásico de Otoño, los Yanquis pierden a su nuevo astro Mickey Mantle, por fractura en la rodilla de su pierna derecha en el segundo juego; y al concluir la Serie Mundial, se despide uno de los más grandes peloteros de la divisa: Joe DiMaggio, quien anuncia su retiro del juego. Ya no era, para entonces, ‘’el DiMaggio que puedo ser para el juego y los Yanquis’’, dijo.
Un anillo mundial
Pero Mays permaneció durante 23 años en las Grandes Ligas, y tras convertirse en uno de los peloteros consagrados para el juego, no podía irse sin ganar un anillo de Serie Mundial, anhelo que capturó en la Cita de Otoño de 1954.
Los Yanquis habían ganado las Citas de Otoño de 1952 y 1953, ambas, frente a los cotizados Dodgers, entonces, de Brooklyn.
En 1954, la torta cambió. Y fueron los Indios de Cleveland, los campeones de la Liga Americana, conquistando 111 victorias y era la novena favorita para ganar la Serie Mundial, que entre otras cosas, contaba con Beto Avila, el formidable pelotero mexicano, que se había alzado con el título de bateo del circuito, el primer latino en obtener dicho honor, y Mays había alcanzado ese misma marca, pero en la Liga Nacional.
Mays regresa al juego después de 2 años, tras ir a la Guerra de Corea por Estados Unidos, y ese 1954, es elegido ‘Jugador Más Valioso’ de la Liga Nacional, mientras que el hombre de las mil anécdotas, Yogi Berra, de los Yanquis, lo fue por la Liga Americana.
La ‘tribu’ palidece frente a la jerarquía del béisbol que hicieron los Gigantes, aun cuando ciertamente, a Willie no le fue también como todos hubiesen querido.
Los Gigantes ‘barrieron’ a los Indios en 4 desafíos, por pizarras de 5 por 2, en 10 episodios; y 3 por 1, en el segundo, ambos jugados en el ‘Cleveland Stadium’; ganan el tercero, 8 carreras a 1; y también el cuarto, por tablero de 7 por 4, en el ‘Polo Grounds’, la casa de los Gigantes.
Pero Willie consigue el que sería su único anillo de Serie Mundial, pese a que tras conectar 41 estacazos en la campaña regular, en el clásico no obtuvo ninguno, y marcó en esa gran final, ofensiva de 286, con apenas 4 indiscutibles en 14 turnos; un doble; 3 impulsadas y 4 anotadas; 4 base por bolas, 1 ponche y una base estafada. Y nada más.
“La atrapada”
Sin embargo, es en esa Serie Mundial cuando realiza ‘la atrapada’ de todas las Citas de Otoño, pues cada vez que se hable de Willie Mays, habrá que recordar ‘la atrapada’, que efectuó el primer juego de esa final.
Estaban en el octavo episodio. Los Indios tenían hombres en segunda y primera sin outs. Vic Wertz le dio en el centro de la pelota a la oferta de Don Little, y ‘doña blanca’ salió con tal contundencia, que estaba recorriendo algo así como 400 pies, cuando Mays, sin abandonar en ningún momento la velocidad y el esfuerzo persiguiendo la pelota, de espaldas al plato, estiró la mano y su guante, para engarzarla y efectuar la jugada más celebrada y comentada desde esa fecha hasta el día de hoy.
Esa, ‘’la atrapada’’, se emite repetidamente en blanco y negro como fue grabada por la TV de entonces, como una de las jugadas que muy pocas otras veces se podrán repetir en la forma en que Willie lo hizo.
Los Gigantes ganaron el partido en 5 carreras por 2, en 10 sensacionales episodios, y nada más y nada menos, que frente a Bob Lemon, el astro de los Indios por esa época, ante 52.751 espectadores que ocuparon las sillas del ‘Polo Grounds’.
Sin jonrones
Todo lo demás ya es historia. Los Gigantes ganaron el segundo a los Indios, 3 por 1, también en el ‘Polo Grounds’; el tercero por pizarra de 5 a 1; y el cuarto, 7 carreras por 4, estos dos últimos, en el estadio ‘’Municipal de Cleveland’’, ante una concurrencia de 149.657 espectadores en los dos juegos.
Mays también jugó las Series Mundiales de 1962, con los Gigantes ya de San Francisco, perdiendo ante los Yanquis, en 4 de los 7 encuentros; y en 1973, en el otoño de su carrera, con los Mets de Nueva York, que caen ante los Atléticos de Oakland, también en 4 de los 7 partidos.
Willie no conecto ningún cuadrangular en los Clásicos de Octubre, en 71 turnos al bate luego de participar en 20 juegos de la gran final del béisbol de las Grandes Ligas.
“Di, hola niño”
Con el remoquete de ‘’di, hola niño’’, Willie encumbró su carrera con méritos indiscutibles, que lo llevaron a ocupar un nicho en Cooperstown, la casa de los inmortales.
Su sonrisa a flor de labios y su don de gentes, permitió que recibiera el cariño de cientos de miles de aficionados al béisbol, bien como seguidores de los Gigantes en Nueva York y San Francisco; bien con los Mets de Nueva York, bien como simples seguidores del Rey de los Deportes.
Sus 23 temporadas en las Grandes Ligas, con los Gigantes y los Mets, le dieron a Willie el lustre de un sempiterno pelotero de marca mayor. Y sus numeritos, así lo confirman.
Bateó para 301 promedio de por vida, con 3.293 imparables en 10.924 turnos; con 660 cuadrangulares, 141 triples y 525 dobles; 1.909 carreras remolcadas y 2.068 anotadas; recibió 1.468 bases por bolas, 192 de las cuales fueron intencionales; abanicó la brisa en 1.526 oportunidades; con 339 bases estafadas y fue capturado en el intento, en 103 ocasiones.
Jugador Más Valioso en dos ocasiones en la Liga Nacional; Willie Mays participó en 24 Juegos de Estrellas; capturó 12 guantes de oro como jardinero; y en 10 temporadas, marcó 100 o más carreras fletadas.
Ingresó al recinto de los inmortales de Cooperstown en 1979, con más que sobrados méritos.
El cronista Red Smith, del The New York Times, dijo alguna vez sobre Willie Mays:
‘’Nunca habrá otro como él; nunca en este mundo’’.
Y nosotros nos quedamos con esa cita, en homenaje a uno de los más grandes peloteros de todos los tiempos, que engrandeció a su raza y le dio lustre al béisbol.