Adiós! al hijo de la Niña Rosa

Antonio Eduardo Torres López, el inolvidable ‘Manía’, deja un inmenso vacío como un verdadero ícono para el béisbol colombiano de todas las épocas.

Antonio Eduardo Torres López. (Imagen: El Universal – VBM).

¡La figura icónica! ¡La impronta indeleble del buen béisbol! ¡El dirigente pausado y amigo! ¡La leyenda viviente del béisbol!

Este sábado 16 de diciembre, el hijo de la niña Rosa se fue de este mundo, al fallecer en su residencia del Alto Bosque de Cartagena, al lado de todos los suyos, tras tres años prolongados de una deteriorada salud.

Antonio Eduardo Torres López. Ese era su nombre de pila. ¿Lo conocía usted? Creo que ¡no!

Antonio ‘Manía’ Torres. ¿Le suena? Parece que sí. O mejor, ‘ese es el hijo de la Niña Rosa’. Ese sí debe recordarlo, por algo bueno, desde luego.

El pasado 18 de agosto, cumplió los 93 abriles, bien vividos y gozados en el béisbol. Pero sobre todo, porque desde cuando era niño, su amor por el béisbol lo llevaron a la cumbre tanto a nivel nacional como internacional, y de esos 90 y tantos años de vida, 80 fueron al lado de los bates y las manillas, contrariando a doña Rosa López, su señora madre, quien en busca de alejarlo de la ‘birria’ por el Rey de los Deportes, lo envió a estudiar a Bogotá para intentar disuadirlo de que ‘ese juego, no te dará nada en la vida’.

Doña Rosa, con el respeto que nos merece, se equivocó. Y su equivocación fue del tamaño del Cerro de la Popa, la tutelar montaña de Cartagena de Indias, su tierra natal, nacido nada más y nada menos que en la Calle de Nuestra Señora del Pilar, en el tradicional barrio de San Diego, vía más conocida popularmente como la ‘’Calle del Congo’’, situada a unos 200 metros de la ya olvidada plaza de toros ‘La Serrezuela’, hoy sede de un bellísimo centro comercial, y de la Avenida Venezuela, la arteria que modernizó la zona de La Matuna de la Ciudad Heroica.

Es que el virus del béisbol se le inoculó por venas y arterias, teniendo que convivir con él durante toda su vida, sin prescripción médica alguna que lo pudiera alejar de ese deporte, que tantas glorias le ha dado a Colombia.

Del apodo

El joven Torres López tenía ‘licencia’ para, al salir de su escuela y pasar por su casa a dejar sus libros, correr inmediatamente hacia el Campo de La Matuna, en ese entonces, epicentro de lo más granado del béisbol de Cartagena, que si bien contaba con el estadio La Cabaña, en el barrio de Manga, en aquél campo abierto se congregaba la crema y nata de lo mejor con que contaba el béisbol de ciudad, de cuyos recuerdos y anécdotas, nadie de la época puede escaparse.

Tarde tras tarde, Torres López iba al Campo de La Matuna, y descubrió que Carlos ‘Petaca’ Rodríguez, quizás el más grande lanzador de todos los tiempos del béisbol colombiano, tenía una serie de tics que instintivamente afloraban cada vez que estaba en la lomita de los sustos, y eso, lo hacía reír a carcajadas.

‘’Y yo me dedicaba a imitarlo; como cualquier muchacho de esos años, y creo que no lo hacía mal, hasta el punto que mi amigo de toda la vida, Enrique Ceballos, viéndome que me dedicaba a hacer esas ‘morisquetas’ de Petaca —especialmente en movimientos inesperados con su cabeza, con las manos, con sus hombros, que inclusive algunos técnicos de equipos rivales solicitaban a los árbitros que lo declararan como ‘engaño’ para los bateadores —, me dijo un día: ‘’esas manías se te van a pegar y por mucho que lo hagas, no lo vas a hacer mejor que Petaca’’, nos confesó Torres López en una de las tantas charlas que tuvimos en nuestra prolongada amistad.

‘’De allí surgió mi apodo Manía, ese remoquete que llevo y del cual me honro, porque me bautizó para siempre dentro del béisbol’’, nos contó en su momento.

En dos mundiales

Desde entonces, ‘Manía’ Torres fue genio y figura dentro del béisbol y su apodo lo elevó a la categoría de identidad ciudadana y deportiva.

Siendo muy joven, juega en Cartagena en la novena Aguilita, una especie de sucursal del tradicional equipo Aguila del barrio de San Diego, luego con el Getsemaní, el eterno rival de la novena sandiegana, al que llega después de jugar un campeonato nacional de béisbol pero no con Bolívar; y después con Millonarios, la divisa que patrocinaba del inolvidable, Fernando Vélez Emiliani (Fernandín), en donde ciertamente, jugaban peloteros ‘acomodados’, económicamente hablando.

Pero por esas cosas de la vida, ‘Manía’ nunca pudo representar a Bolívar en los nacionales, cuando esa clase de campeonatos empezaron a hacer parte de la cotidianidad del Rey de los Deportes. Lo hizo, sin embargo, por Cundinamarca, porque como ya habíamos dicho, la popular Niña Rosa, lo envió a estudiar a Bogotá, luego de sus primeros años en el colegio San Pedro Claver, de la Ciudad Heroica, intentando de esa manera que se le acabara el entusiasmo por ese deporte, internándolo en la Academia Ramírez, un plantel educativo con régimen militar. ¡Pero no fue así!

La Liga de Cundinamarca, para ese entonces presidida por un cartagenero de raca mandaca, como ‘el cónsul’ Rafael Zúñiga Torres, descendiente de aquella estirpe que trajo la práctica del béisbol en los comienzos del siglo XIX al país, organizó con ‘Manía’ Torres y un sinnúmero de peloteros de la Costa Caribe que estaban estudiando en la capital de la República, una novena tan competitiva, que fue tercera en ese primer torneo colombiano del béisbol aficionado.  

Sin llegar a la mayoría de edad, ‘Manía’ fue convocado por el estratega cubano Pelayo Chacón, quien lo vio jugar en ese primer torneo nacional de 1948, para representar a Colombia en el Campeonato Mundial de ese año, y luego concurrió al siguiente, en 1950, ambos jugados en Managua, Nicaragua, con actuación aceptable en dichos eventos, cuando la afición esperaba y exigía que ganaran, una vez más, el título orbital, que el equipo había conquistado en 1947 en Cartagena.

Su trayectoria con el uniforme de Colombia, además de esos dos campeonatos mundiales, lo luce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1950 en Ciudad de Guatemala; en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires en febrero-marzo de 1951 y, a finales de ese mismo año, en el mes de diciembre, en los Juegos Bolivarianos de Caracas.

Jugador y técnico

De buena contextura física, con brazo envidiable, incluyendo la posibilidad de que fuera un lanzador de quilates, ‘Manía’ Torres definitivamente se convierte en jardinero, defendiendo especialmente el bosque derecho, para aprovechar su potencialidad con el uso del bate, que era bueno de verdad, tanto con batazos descomunales como por ser un constante chocador de pelotas, lo que lo elevaría a ser cotizado a nivel nacional e internacional.

Con su parsimonioso andar  — ‘’es el único hombre que fue dejado por un sepelio a pie’’, decía jocosamente Napoleón Perea Castro, uno de los grandes narradores deportivos de la Costa Atlántica y entrañable amigo de ‘’Manía’’ —; su elegancia con el uniforme de juego y su buen carácter, el joven pelotero de los años 50 bien pronto salta al profesionalismo, jugando en Colombia para los Indios de Cartagena, la tradicional divisa que organizó y fomentó Juan González Cornett, quien lo reclutó; y al año siguiente, es canjeado para los ‘elegantes’ del Vanytor, de Barranquilla, en la primera época del béisbol profesional en las jornadas invernales.

Cuando estaba en esas andanzas, ‘Manía’ Torres es firmado por los Orioles de Baltimore, pasando vertiginosamente desde la clase A a la triple A, estando a un paso de llegar a las Grandes Ligas.    

Sin embargo, su talento y cualidades para desarrollar el juego, y ya conocido por la afición de Nicaragua, en donde había jugado 2 campeonatos mundiales, ‘Manía’ Torres es firmado para jugar con el equipo Granada en los torneos de verano, pero una vez lo conocen a fondo, le ofrecen dirigir al equipo mientras hacía parte de la nómina como jugador.

‘’En Nicaragua la oferta fue tentadora, me la hizo el propio dueño del equipo, César Lacayo, mientras recorríamos la distancia entre el aeropuerto y el hotel en donde me iba a hospedar. Fue un contrato con casi el doble de lo que me ganaba con los Orioles, que eran 150 dólares contra 300, y minutos después, subió a 500, cuando acepté jugar y dirigir, y por eso dejé a un lado la opción de seguir con los Orioles’’, nos confesó en una tarde cualquiera de tertulia, no sin antes confesar que ‘’con el paso de los años, pienso que cometí el error de mi vida, pero ya no había vuelta atrás’’.

‘’En Nicaragua de febrero a septiembre jugaba y dirigía en lo que llamábamos el torneo de verano; y venía a Colombia a jugar en el torneo invernal, entre octubre y febrero; es decir, me mantenía todo el año en el campo de juego’’, recuerda, quien además sostenía que ‘’fue exitosa la actuación del equipo en los 3 años que estuve jugando y dirigiendo en Nicaragua, en donde llegamos a ser subcampeones del torneo’’.

Como técnico

Cuando concluye la primera etapa del béisbol invernal profesional en Colombia, en 1958, y la pelota rentada de Nicaragua tampoco está activa, ‘Manía’ Torres entonces piensa seriamente en que lo suyo es el béisbol ‘’y aprovechando mis conocimientos y muchas otras cosas que aprendí con los técnicos que me dirigieron y con Tony Pacheco, quien además fue mi compañero como segunda base del Vanytor en esa época, y el estratega cubano que gana con Colombia la Serie Mundial de 1965, quien me dio muchos consejos y me hizo pensar como verdadero estratega, me inclino totalmente por ser entrenador y estratega’’.

La primera prueba de fuego como técnico la hace con Bolivar en el torneo de los VIII Juegos Atléticos Nacionales, ‘’cuando el doctor Augusto Tinoco Pérez, el presidente de la Liga, me contrata para dirigir la novena, que gana el título con dos sensacionales partidos finales frente al cotizado equipo de Córdoba, de donde surge quien fuera una de las grandes luminarias del béisbol colombiano de todos los tiempos, el inolvidable José Miguel Corpas, el ganador de los dos encuentros frente a los cordobeses’’.

Colombia debía asistir al torneo de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, de 1962, ’’y el doctor Fernán Caballero Vives, para entonces presidente de la Asociación Colombiana de Béisbol, me llama para que dirija a Colombia en Kingston, Jamaica, que es mi primera aparición como técnico del equipo nacional’’.

Imagen y semejanza

Sin olvidar su inclinación por el béisbol con malicia caribeña o indígena, ‘Manía’ Torres tenía la concepción del béisbol norteamericano, como buen seguidor de los Yanquis de Nueva York que era y por la adquisición de conocimientos cuando estuvo con los Orioles, que más tarde perfeccionó asistiendo a los campos de entrenamientos de los Astros de Houston, los Dodgers de Los Ángeles, los Indios de Cleveland y los Reales de Kansas City, que no era otra que la de seleccionar jugadores ‘’con talla de Grandes Ligas, con biotipo especial, fuertes, de poder, con buen brazo y que pudieran definir un partido con un batazo’’.

Era, en otra palabras, ver en sus peloteros a su imagen y semejanza, con contextura atlética, con aceptable estatura, con poder de muñecas y de consistentes brazos, ‘’porque el béisbol, sin duda alguna, es exigente, de disciplina, de constancia, de sacrificios, si es que se quiere triunfar’’.

De 14 campeonatos en donde dirigió a Bolivar a nivel nacional, conquistó 12 títulos, recordando con entusiasmo los torneos de 1960 en los Juegos Atléticos Nacionales con la ilustre figura de José Miguel Corpas; el de 1968, cuando reconquistó el título para Bolivar, en Montería, con un Alcibíades Jaramillo, el derecho que laboró en 36 episodios y dos tercios sin permitir carrera alguna, frente al Atlántico, Córdoba y Sucre, y relevando frente a Antioquia y San Andrés, si la memoria no le falla; y el de 1970 en los Juegos Nacionales de Ibagué, y todos los que ganó tanto en Barranquilla como en Sincelejo, Medellín, San Andrés e Ibagué.

‘’Fueron momentos inolvidables’’, recordaba con entusiasmo ‘Manía’, ‘’porque le habíamos cambiado la imagen a nuestro béisbol y nuestros jugadores también cambiaron de actitud en el terreno de juego’’.

A nivel internacional, ‘Manía’ Torres ganó con Colombia el subcampeonato Mundial de 1971 en Cuba; la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Cali en 1971 y la medalla de oro en los Juegos Bolivarianos en Panamá de 1973, que por primera vez en la historia de esa cita deportiva, Colombia había destronado a Venezuela, el eterno campeón del torneo.

‘’Pero no puedo dejar por fuera los títulos de bateo de Abel Leal, en la Serie Mundial de 1970, en Cartagena; de Luis Escobar, en los Juegos Panamericanos de Cali de 1971; y de Eusebio Moreno, en la Serie Mundial de 1980, en Tokio; o el magistral e inolvidable juego ‘sin imparables ni carreras’ de Nelson García, en la Serie Mundial de 1971, en Cuba, frente a Italia’, exclamó cierto día sobre la calidad y el talento de los jugadores que dirigió.

En ese inmenso trajín, ‘’Manía’’ contó con el apoyo y respaldo de dirigentes de jerarquía, a los que nunca olvidó, como Augusto Tinoco Pérez, Fernán Caballero Vives, Manuel Mendoza Carrasquilla, Luis Enrique Román Vélez, Jaime Iglesias Caballero, Luis H. Arraut Esquivel, Alfredo Morales Rodríguez, Apolinar Hoyos Fortich, Orlando Vélez Benedetti, Carlos Brochet Galofre, Julio Pinedo Brugés, Daniel Urbina Ospino, Fernando Vélez Emiliani, Rodrigo Jiménez Pinillos, Fidel Mendoza Carrasquilla, Guillermo Valencia Abdala, Joaquín Franco Burgos, Gonzalo Urbina Ospino, Alvaro Gary Vélez, Salim Guerra Tulena, Pedro Padilla Gómez, Héctor Rafael Hernández Manotas, José ‘El Profesor’ Egel, Juan De Dios Urquijo, Jose Morelos Godoy, Manuel González Angulo, Hermes Barros  Cabas, Carlos Osorio Posada, entre tantos otros, y dos más que fueron casi sus hermanos que la vida le dio, como lo fueron ayer, hoy y siempre: Jorge Oke Luján y Clemo Haydar Sedán.

Imposible selección

En varias ocasiones le insistimos en que nos diera una selección de jugadores para integrar una novena colombiana, y siempre nos respondió tajantemente: ’’eso es imposible’’.

‘’Es que en cada época hubo un puñado de peloteros que tenían diferentes cualidades pero con talento similar para jugar el béisbol, y sería injusto de mi parte y por mi gusto, dejar a muchos de los que fueron grandes en su momento’’, nos advertía ‘Manía’.

Ante nuestra persistencia, alguna vez nos pusimos a la tarea de seleccionar nombres de peloteros que, según ‘Manía’, no podían quedar por fuera de un equipo nacional, en distintos años y de diferentes generaciones.

Y miren los nombres que rescataba: Pedro ‘Chita’ Miranda, Humberto ‘Papi’ Vargas, Carlos ‘Pipa’ Bustos, Armando ‘Niño Bueno’ Crizón, Dagoberto ‘Ronquecito’ López, Carlos ‘Petaca’ Rodríguez, Andrés ‘Venao’ Flórez, Cipriano ‘Flaco’ Herrera, Nestor ‘Jiqui’ Redondo, Enrique ‘Quique’ Hernández, Julio Isidoro ‘Cobby’ Flórez, Inocencio ‘La Yuya’ Rodríguez, Roberto ‘Zurdo’ Zapata, Gabriel ‘Rocky’ Núñez, Víctor ‘Toriano’ Barrios, Armando ‘Pintuco’ Llerena, Cipriano ‘Mincho’ Castro, Luis ‘El Zurdo’ Molina, Guillermo ‘Regadera’ Rodríguez, Alberto ‘Merengue’ Barrios, Orlando ‘Ñato’ Ramírez, Rafael ‘Papá’ Castro, Anastacio ‘Tacho’ Barrios, Isidro Herrera, Orlando ‘El Caballo’ García, Nelson ‘El Sereno’ García, Luis De Arco, Ubaldo ‘El Diablo’ Salinas, José Miguel ‘El Diminuto’ Corpas, Milcíades ‘El Maestro’ Mejía, Astolfo Alvear, Ascensión ‘El Chencho’ Díaz, Gustavo ‘Paisa’ Villegas, Luis Santos Berrocal, René Morelos, Alcibíades Jaramillo, Evaristo ‘Indio’ Martínez, Luis ‘Mello’ Sierra, Gerardo ‘Pájaro’ Guzman, Luis ‘Chino’ Herrera, Antonio ‘Tony’ Sarabia, Oscar Luis ‘Rompechéchere’ Gómez, Tomás ‘Canasta’ Moreno, Pompeyo ‘El Banquero’ Llamas, Néstor ‘La Champeta’ Martínez, Abel ‘El Tigre’ Leal, Luis ‘El Gringo’ Escobar, Alejandro ‘El Ciego’ Lían, Jaime ‘El Camión’ Ayola, Luis ‘El Sereno’ Ronco, William ‘El Médico’ Redondo, Alexis ‘El Poderoso’ Guerrero, Juan ‘El Formidable’ Pautt, Ulises ‘El Odontólogo’ Frías, Humberto ‘El Beto’ Bayuelo, Eusebio ‘El Gracioso’ Moreno, ‘’y me incluyo, sonrientemente nos lo dijo, porque era bueno tanto con el bate y como con la manilla’’.   

Dos deportivas

Alrededor de todo lo que hizo ‘Manía’ Torres en el béisbol, se puede disfrutar de muchas anécdotas, casi todas deportivas, que causaron revuelo en su momento. Y de tantas hemos seleccionado estas dos.

Cuando Colombia fue subcampeón mundial de béisbol en La Habana, en 1971, todo mundo se extrañó por qué ‘Manía’ no había utilizado al veloz derecho Arthur Forbes para abrir el partido frente a Cuba. Se especuló, desde la distancia, que el lanzador había sido descartado ‘por problemas de salud’.

‘’La verdad verdadera — nos lo confesó — es que no estaba enfermo. Se hizo el enfermo, que es otra cosa. Y recuerdo perfectamente lo que me dijo Tony Pacheco sobre la personalidad de Forbes, cuando lo tuvo en la selección de 1965 que ganó el titulo y a quien todo el mundo esperaba que subiera al montículo para el último juego frente a México: no es confiable para los momentos difíciles. Y por eso, Pacheco tuvo que recurrir a Isidro Herrera. Me dolió en el alma, porque yo seleccioné a Forbes con anticipación para que abriera frente a Cuba, pensando que era su gran oportunidad de probar lo contrario de lo que se decía de él, pero regresar al hotel cuando ya había terminado el partido, y encontrarlo elegantemente vestido para ir a la ceremonia de despedida del torneo, me pareció una falta de respeto para el béisbol y para Colombia’’.

Y esta otra. Con la fe de carbonero, en una final del béisbol profesional de Nicaragua, ‘Manía’ mantuvo su decisión por encima de cualquiera exigencia, de mantener a Gabriel ‘Rocky’ Núñez en la alineación, a pesar de estar pasando por un mal momento a la ofensiva.

‘’El público me pedía a gritos que sacara del partido a ‘Rocky’ Núñez, quien no había respondido en las últimas jornadas del torneo, pero conociendo su calidad y su talento, decidí mantenerlo. El dueño del equipo, César Lacayo, fue hasta el banco de juego a decirme que escuchara a la afición, que sacara del juego al ‘Rocky’. De frente le dije: ‘no señor, él seguirá en la alienación así esté bateando por debajo de lo esperado’. Y lo que es la vida, con las bases llenas, el ‘Rocky’ pegó jonrón y ganamos, respondiendo a la absoluta confianza que tenia en él. Fue simple y llanamente, la fe de carbonero. Yo sabía de lo que era capaz, porque un mal momento lo tiene cualquier pelotero en cualquier juego o torneo’’, sostuvo el señor Torres, como siempre con respeto, le decían sus jugadores.

Dolor patriótico

‘’Manía’’ Torres se paseó por múltiples escenarios del béisbol tanto nacional como internacional, pero una vez, en el afamado Palo de Caucho, el sitio que lo mantuvo vivo entre sus amigos, peloteros y personas del común, en su hermosa Ciudad Heroica,  situado cerca a la Torre del Reloj y al final de la Avenida Venezuela, nos confesó con dolor patriótico algo que muchas personas y de pronto muchos de sus amigos desconocen.

‘’Moriré, cuando me corresponda, con el dolor en el alma, con dolor patriótico que nunca he podido olvidar: fue haber presenciado el maltrato discriminatorio por su color de piel de uno de los más grandes peloteros de todos los tiempos de Colombia: Inocencio ‘La Yuya’ Rodríguez. Por eso, cuando muchos criticaban a Inocencio por haberse quedado en Cartagena para conducir una radio-patrulla de la Policía Nacional, nadie entendía que una clase de jugador como él, estuviese en esos menesteres en vez de haber llegado a las Grandes Ligas’’, nos lo confesó con ojos humedecidos.

 ‘’Nadie me lo contó. Yo lo vi. Lo viví. Lo sentí. Es que una cosa es contarlo y otra cosa haberlo presenciado, haberlo vivido’’, recordó ‘’Manía’’, pensando, inclusive, ‘’cuando en más de una ocasión tuve que salir de los restaurantes para llevarle algo de comer hasta el bus, porque a Inocencio no lo dejaban entrar’’. Pero seguidamente nos explicó: ’’Afortunadamente, yo no tuve que sufrir esa odiosa discriminación por la piel, porque era latino, pero no de raza negra’’.

Su linaje

Casado con Rosalba Jurado, la mujer de toda su vida, el señor Torres, como lo llamaban sus jugadores, de cuyo hogar nacieron cinco hijos —Rosita, Hernando, Antonio, Nancy y Aurelio —, seis nietos y ocho bisnietos; deja el grato recuerdo de haber sido un hombre ejemplar, un padre responsable y amoroso, y un abuelo y bisabuelo en cuyo corazón no le cabía la felicidad de tener a sus nietos y bisnietos cada vez que podía estar con ellos en Cartagena o en Estados Unidos, en donde residen la mayoría de esa prole.

Antonio ‘Manía’ Torres fue un verdadero ícono para el béisbol de Cartagena, de Bolívar y de Colombia, bien como jugador, bien como estratega, bien como persona, y siempre será recordado con gratitud por todos los peloteros que pasaron por sus manos, por los directivos que trabajaron con él, con la gente de la prensa, la radio y la televisión, con lo cuales siempre mantuvo una cercana relación.

Se nos ha ido el hijo de la Niña Rosa, es verdad, pero deja una estela de grandeza dentro del béisbol, que difícilmente podrá ser olvidado y superado. Y sus recuerdos quedarán para la historia, llenos de citas, anécdotas, y del respeto que siempre profesó por el juego, por sus compañeros de equipo, por los peloteros, por los directivos, por personas que compartieron con él en las buenas y en las malas.

Fue, es y será un ícono inmortal del béisbol colombiano.

Y cuando muere el hombre, nace la leyenda …

¡Paz en su tumba! 

Sobre Antonio Andraus

Comentar