Por Gustavo Castro Caycedo
La visita de Francisco fue maravillosa, y obró varios milagros. Los colombianos, todos, (católicos o no), disfrutamos del gran prodigio de Francisco, en las calles o a través de la televisión, la radio y la Internet.Su primer milagro fue acallar el amarillismo y el baño de sangre de los noticieros sensacionalistas, y de la programación que envenena a los colombianos.De la que influye en la sociedad generando pesimismo, tristeza y desesperanza, negándonos la alegría y de vivir.
Francisco, conectado con los colombianos, y muy especialmente derrochando empatía con los jóvenes,sembró alegría y esperanza individual y colectivamente. Cambió la información del mezquino morbo en TV, el de los desencuentros entre las personas, las peleas entre taxistas, los puños y las patadas, los estrellones con o sin heridos, los atracos, las puñaladas, los robos, el irrespeto a las víctimas de la violencia a quienes les violan su derecho a sufrir su dolor en la intimidad. Y hasta la peleas de comadres que se «tiran de las mechas». Cambió todo eso por enseñanzas de paz, perdón, misericordia, reconciliación, alegría, y justicia social.
Francisco hizo desaparecer la información que destruye y nos roba la esperanza, día a día. Fustigó a quienes pretenden manejar a los colombianos usando el miedo, el odio, y la ira, y repitió una y otra vez: “No se dejen robar la esperanza. Convirtió los cinco días de su visita en una verdadera y bendita “Semana Santa”, plena de perdón, amor, paz, humildad, reconciliación y hermandad. Otro milagros: las autoridades contaron que durante su visita se redujeron los crímenes en el país; el miércoles y el jueves que recorrió Bogotá, hubo cero homicidios
Y otro más más fue lograr que el mundo por fin viera y conociera el lado oculto de este país sufrido, en el que hay 45 millones de personas buenas, dignas, positivas, constructivas, solidarias, con fe, que quieren y defienden la paz; a cambio de los rufianes, corruptos y violentos que acostumbran a mostrar en esa televisión que esconde y camufla la gente de bien. ¿Por qué lo hacen?
Fue una Semana Santa, sin divulgación ni apología de los ejemplares “humanos” más desalmados y salvajes; sin ese mercantilismo ruin que navega en el morbo, el sensacionalismo, el odio y la sangre. Francisco: el periodismo te hizo caso en lo que tanto pediste: “dio el primer paso”. ¡Ojalá lo sostuvieran, y dieran otros más! Pero me temo que,como hoy, en los días siguientes a tu adiós, algunos de ellos sigan con sus cámaras los baños de sangre que tiñen la pantalla de rojo.
Otro milagro Maravilloso, argentino de Dios, fue que te descubrirte como un ser humano tan inmensamente valioso e inmenso,que supera positivamente con tu grandeza la vergüenza gaucha de líderes siniestramente famosos, como los genocidas Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti. O como la del excelente futbolista pero deplorable y pésimo ejemplo humano, (matón, drogadicto y endiosado), Diego Armando Maradona. Y el de la presidenta arrogante e ignorante, Cristina Fernández de Kirchner, quien varias veces osó humillarte, cuando aún no eras papa, sino cardenal y a quien respondiste como tal, con guante blanco, con sotana blanca, con alma blanca.
Tú le cambiaste a una infinidad de colombianos la idea que tenían de los argentinos porque conocen algunos que se sobre valoran, son vanidosos, soberbios o engreídos. Es que no habían conocido a un hombre con tan inmenso poder, directamente proporcional a tus magníficas: sencillez, humildad y humanidad.¡Qué buena imagen argentina dejaste, Papa inmenso en virtudes!
Gracias Francisco por ese gran milagro que en cinco días movilizó una calculada población de ocho millones de colombianos en las rutas,y en las “inmensas misas” santas, y muchísimos más a través de las pantallas en todos canales de la TV que suelen no ser responsables, y en los otros, los que sí.
El siguiente ojalá sea un milagro “en proceso”. Sería absurdo, injusto y egoísta, que el magnífico acto de paz, perdón y reconciliación, escenificado con grandeza en Villavicencio por ti, Francisco, y por las víctimas y los excombatientes de la guerrilla y el paramilitarismo, no lograran hacerle entender cuan equivocados están y el daño que le hacen a Colombia, quienes creen que es mejor la guerra que la paz; que son mejores las balas que los votos. Tú, Francisco, repetiste que “no puede haber reconciliación cuando persisten el rencor y la venganza”. Y que dejáramos el egoísmo y la soberbia.Ojalá te hayan escuchado bien y reflexionen.
Francisco, impactante, sabio y humano superlativamente, tu visita le ha hecho un gran bien a Colombia; pero debemos contarte que todos los colombianos, (hasta quienes somos católicos, pero no tan practicantes), todos, experimentamos nostalgia y un hondo vacío no bien había pasado el primer minuto de tu partida en el avión de la esperanza que te devolvió a Roma, pensando en nuestra paz.
Monseñor Fabio Suescún, máximo religioso castrense del país, director de la maravillosa gira del Papa, a quien como al clero debemos la visita más importante recibida en la historia del país, sobre la paz que proclamó Francisco, le expresó a Yamid Amat su, “alegría porque hace año y medio no tengo que enterrar militares”. Y repitió lo dicho por el Pontífice: “Han sido días intensos y hermosos”.
Francisco, ¡Gracias por devolvernos la esperanza! Qué bueno que TU (con mayúsculas), pudieras venir con frecuencia a esta tierra que necesita de tu sabiduría, de tu fe, de tu capacidad de convicción, a hablarnos como San Francisco de Asís:de amor, de humildad, de solidaridad, de caridad, de perdón, de paz, y de bondad. Y a ocupar a los amarillista irredentos en cosas mejores, en hechos y en ejemplos de vida.¡RegresaFrancisco, te necesitamos!
Hoy, infortunadamente tengo que contarte que no fue sino que te fueras y los noticieros de siempre, cuya predilección es magnificar actos de desencuentro, de odio, y de violencia, volvieron con sus cámaras morbosas, a los baños de sangre, peleas, escándalos, y amarillismo.
Gracias Gustavo por transmitirnos el espíritu de Francisco, a quienes por vivir afuera, padecemos de nostalgia por Colombia y compartimos sus momentos de tragedia y esperanza.