La última guerra I
El hombre deserta de la vida cuando muere, y deserta de la muerte cunado nace. Pero como soló se nace para morir, la deserción es imposible. A medida que avanzaba hacia el norte, Peregrino Cadena oía más débil el ruido de los disparos. Pensó que ya no necesitaría las armas, y tiró la pistola y la metralleta detrás de unos matorrales podridos por la persistencia de la lluvia. Recordó las trincheras siempre llenas de agua, y se alegró de haber desertado. Además, nadie sabía quién iba ganando la guerra: posiblemente todos estaban perdiéndola. Cuando entre la neblina y la llovizna divisó las primeras casas de Sólidos, se detuvo. Las calles se veían llenas de barro: hacía meses que no dejaba de llover. Llegó junto a su casa, y la violencia de su corazón lo obligó a tomar un respiro. Abrió ...
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