Cerca de 35,6 millones de personas en el mundo padecerán la enfermedad de Alzheimer en el año 2010 y que esta cifra se duplicará cada 20 años llegando a 65,7 millones de afectados en el año 2030 y cerca de 115,4 millones en el 2050.
Tal vez nadie quiera recordarlo, pero muchas veces a la gente se le olvida que algún día tendrá, inevitablemente, que envejecer. Pero lo grave no son las arrugas y las canas, sino las Enfermedades Mentales: un problema de alto impacto en un país que envejece.
Y es que muy pocos cuidados se tienen del Sistema Nervioso Central, que es clave a la hora de entrar en la tercera edad. Según información publicada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año son reportados cerca de 700 millones de casos en el mundo de enfermedades relacionadas con ese Sistema, que en un alto porcentaje representan una seria amenaza para la integridad de quienes las padecen, además de impactar su calidad de vida y la de sus familias.
Y los datos aterran: en países como Estados Unidos, 1 de cada 2 personas será diagnosticada en algún momento de su vida con un trastorno psiquiátrico; en Gran Bretaña, los trastornos mentales solamente son superados en frecuencia de diagnóstico por la hipertensión arterial y anualmente se pierden cerca de 80 millones de días laborales como resultado de las enfermedades mentales.
De acuerdo con la OMS, 5 de las 10 primeras causas de discapacidad crónica en el mundo son trastornos mentales (depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, abuso de alcohol y trastorno obsesivo compulsivo).
Enfermedad del otoño de la vida
Uno de los grupos de mayor vulnerabilidad es el adulto mayor. Y aunque en los últimos años se ha incrementado la expectativa de vida tanto en los países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo, y este “envejecimiento demográfico” sea fruto de una exitosa implementación de políticas de asistencia sanitaria, no se puede desconocer que el envejecimiento progresivo de nuestra población trae consigo algunos retos. La prueba es el incremento significativo del número de personas mayores de 65 años con trastornos depresivos, demencias y enfermedad de Alzheimer. Se calcula que un 30% de las personas mayores de 65 años padece de alguna de las diversas formas de depresión e incluso la Enfermedad de Alzheimer, que es la demencia más frecuente, puede acompañarse en fases iniciales e intermedias de síntomas depresivos (hasta en un 30% de los casos) que pueden convertirse en una depresión establecida que afecte aún más la capacidad cognitiva del paciente.
Un informe sobre la Enfermedad de Alzheimer en el mundo, publicado en el año 2009 por la Internacional Alzheimer Disease, muestra que cerca de 35,6 millones de personas padecerán demencia en el año 2010 y que esta cifra se duplicará cada 20 años llegando a 65,7 millones de afectados en el año 2030 y cerca de 115,4 millones en el 2050. Estas cifras constituyen un motivo de preocupación, pero es más preocupante aún el impacto que la enfermedad de Alzheimer y otras demencias ejercen sobre la sociedad: puede considerarse una epidemia que crece en la medida en que encanece la población en todo el mundo.
El poco reconocimiento, el subdiagnóstico y el estigma son factores que agravan la situación de pacientes y familiares en países de todos los tamaños. La situación es tan alarmante, que en una reciente encuesta realizada a familiares y médicos en el Reino Unido se demostró que el 70% de los cuidadores de personas mayores no es consciente de los síntomas de la demencia antes del diagnóstico y el 58% de ellos consideran que estos síntomas forman parte normal del proceso de envejecimiento. Por otra parte, solamente el 31% de los médicos de atención primaria dicen estar capacitados y tener la información necesaria para diagnosticar y manejar la demencia.
Según un estudio del Instituto Karolinska de Suecia, el costo mundial de la demencia en el año 2005 fue de 315 mil millones de dólares. Y ante el alto impacto económico que generan estas patologías, es muy importante desarrollar nuevos medicamentos que ofrezcan posibilidades de mejorar la calidad de vida de estos pacientes.
¿Qué es la Enfermedad de Alzheimer?
Se trata de una enfermedad degenerativa, irreversible e incurable que en forma lenta y progresiva destruye las células del cerebro, ocasionando pérdida de la memoria y de otras funciones mentales como la capacidad de raciocinio, de juicio, de orientación y problemas con el lenguaje, entre otras. Aunque su incidencia es mayor en personas mayores de 65 años, se han registrado también casos en personas de 40 años o menos, lo que nos indica que nadie esta exento de padecerla.
Recientemente, un grupo de investigadores demostró que las personas con menor índice de escolaridad son tres veces más propensas a desarrollar la enfermedad de Alzheimer, que aquellas que tienen un nivel de escolaridad alto.
Al parecer, las personas que tienen un mayor nivel educativo tienen más reservas cognitivas y en caso de padecer dicha enfermedad, la empiezan a desarrollar más tarde y los afecta de manera menos grave. El trabajo intelectual resulta ser un factor protector. Sin embargo, esta característica no aplica en personas que padecen Alzheimer genético.
¿Cuáles son las causas de ésta enfermedad?
La causa del mal de Alzheimer no se conoce por completo, pero se cree que abarca tanto factores genéticos como ambientales. El diagnóstico de esta enfermedad se hace cuando ciertos síntomas están presentes y verificando que no haya otras causas de demencia.
La edad y los antecedentes familiares son factores de riesgo para el mal de Alzheimer. Sin embargo, desarrollar esta enfermedad no es parte del envejecimiento normal.
Tener un pariente consanguíneo cercano, como un hermano, hermana o padre que desarrolló la enfermedad, aumenta el riesgo.
Tener cierta combinación de genes para proteínas que parecen ser anormales en el mal de Alzheimer incrementa el riesgo.
¿Cuales son las señales de alarma de esta enfermedad?
Según la Fundación Acción Familiar Alzheimer Colombia, las señales de alarma en una persona son:
Olvida cada vez con mayor frecuencia las palabras, los nombres, dónde dejó las cosas, afectando no sólo su desempeño en el trabajo sino las actividades de la vida diaria.
No se da cuenta que ha hecho varias veces la misma pregunta o repetido el mismo evento en un corto espacio de tiempo.
No recuerda en que día, fecha o año se encuentra y se desorienta en lugares conocidos.
Reacciona de manera exagerada e inusual ante la menor contrariedad.
Parece no gustarle o llamarle la atención nada. Se muestra apático, deprimido, falto de iniciativa.
Tiene dificultad con el manejo del dinero, se ha vuelto inseguro y desconfiado.
Le cuesta trabajo organizar y planear tareas. Su capacidad de decisión no es la misma.
En la siguiente fase no puede entender instrucciones fáciles, se pierde en la calle o en la casa; se vuelve irritable. Finalmente, pueden aparecer problemas para comer por sí mismo o para reconocerse en el espejo, se muestra incapaz de andar, padece incontinencia de esfínteres y se va desconectando casi completamente del medio que le rodea, llevando prácticamente una vida vegetativa.
¿Qué pruebas y exámenes se pueden aplicar para el diagnóstico de la enfermedad?
Con frecuencia, a través de una historia clínica, un examen físico (incluyendo un examen neurológico) y un examen mental por parte de un médico o enfermera experimentados.
Se pueden ordenar exámenes para ayudar a determinar si otros problemas médicos pueden estar causando la demencia o empeorándola. Estas afecciones pueden ser: tiroides, deficiencia vitamínica, tumor cerebral, accidente cerebrovascular, intoxicación por medicamentos, infección crónica, anemia, depresión severa.
Tratamiento para mejorar la calidad de vida del enfermo
El ejercicio mental resulta eficaz para mejorar la calidad de vida de personas que padezcan la enfermedad de Alzheimer, ya que ésta no se puede detener. Los tratamientos más prometedores para la enfermedad son, junto a los medicamentos, cambiar el estilo de vida, realizando actividades académicas que mantengan la mente ocupada como leer, desarrollar crucigramas, jugar ajedrez, armar rompecabezas, cuidar plantas, aprender un nuevo idioma e incluso iniciar nuevamente estudios; lo cual resulta clave en el tratamiento de la enfermedad, así como el ejercicio físico, una buena alimentación, acompañamiento familiar y grupos de apoyo, entre otros.
¿Cuál puede ser el pronóstico de la enfermedad?
Depende de cada persona. Si el mal de Alzheimer se desarrolla rápidamente, es más probable que empeore también de manera rápida.
Los pacientes con mal de Alzheimer con frecuencia mueren antes de lo normal, aunque un paciente puede vivir entre 3 y 20 años después del diagnóstico.
La última fase de la enfermedad puede durar desde unos meses hasta varios años. Durante ese tiempo, el paciente se torna inmóvil y totalmente inválido.
La muerte por lo regular ocurre por una infección o una insuficiencia de otros sistemas corporales.
Posibles complicaciones
Pérdida de la capacidad para desempeñarse o cuidar de sí mismo, infecciones y otras complicaciones relacionadas con la inmovilidad durante las etapas finales de la enfermedad, caídas y fracturas, pérdida de la capacidad para interactuar, desnutrición y deshidratación, insuficiencia en los sistemas corporales, comportamiento dañino o violento hacia sí mismo o hacia los otros.
Los mitos del Alzheimer
El licor es una de las principales causas del Alzheimer. La ciencia desvirtuó esta creencia a comienzos del siglo XXI.
La pérdida importante de memoria es normal durante el envejecimiento. Falso: a pesar de que con los años se dan algunos cambios en los procesos de la memoria, en diferentes ocasiones dichos cambios pueden estar representando una enfermedad importante.
La enfermedad de Alzheimer no es fatal. En realidad destruye las neuronas, produce deterioro de la memoria y de otras funciones intelectuales, progresiva y lentamente acaba con la identidad de la persona así como con la capacidad para pensar, hablar, comer, caminar, relacionarse con los demás, valerse por sí mismo.
Solamente los adultos mayores pueden tener Alzheimer. No es cierto: la enfermedadpuede afectar a las personas en edades tan tempranas como en la década de los 30, 40 y 50 años.
Existen tratamientos disponibles que curan y detienen en gran medida la enfermedad de Alzheimer. A la fecha no hay en ninguna parte del mundo un producto que cure, detenga o mejore dramáticamente la enfermedad de Alzheimer, a pesar de que se han hecho avances importantes.