Del libro, “Su segunda oportunidad”, de Gustavo Castro Caycedo
Apropósito de la muerte del sacerdote Javier de Nicolo, el apóstol de los muchachos de la calle, Ver Bien Magazín, tomo del libro “Segunda oportunidad, de Gustavo Castro Caycedo ”la siguiente historia.
Luego de sobrevivir sufriendo en carne propia los horrores y rigores de la Segunda Guerra Mundial que marcaron su vida y le abrieron el camino para venir aquí, a Colombia, a cumplir con su magnífica misión humanitaria, el sacerdote salesiano Javier de Nicoló Latanzi, “estrenó” su segunda oportunidad y ha completado ya más de cuatro décadas trasladando esa segunda oportunidad a más de 100.000 niños, niñas y muchachos, al rescatarlos de la calle, formarlos y redimirlos, con la maravillosa obra social liderada por él, que es el ídolo de esos seres humanos excluidos, que lo necesitaban todo porque no tenían nada. Para ello, Javier de Nicoló, (partiendo de cero, mejor, de menos cero), ha conseguido lo que ningún colombiano siquiera intentó.
Al preguntarle cómo vivió con su familia los bombardeos durante esa atroz guerra, Javier responde: “Cuando las bombas caían sobre una casa, no había nada que hacer, se moría todo el mundo, y era mejor que se muriera la gente porque si no, los cuerpos quedaban muy mal, desmembrados, y la gente agonizante, sufriendo mucho, demasiado. Cuando una bomba caía en un edificio y lo destruía y el edificio cercano se caía, la gente quedaba 2 o 3 días enterrada. Y no había hombres fuertes para salvarlos porque ellos estaban en la guerra; todos éramos niños o viejitos.
No solo mi familia y yo estábamos en peligro, todo mundo estaba en peligro, es que las bombas no discriminan si lo que hay abajo son soldados, mujeres, ancianos o niños; no, las bombas volvían su blanco, a cualquiera.
Mientras el ejecutivo de una compañía internacional, un ministro, un estadista, o un líder empresarial, destinan su tiempo a reuniones de alto nivel para buscar mejorar la rentabilidad económica, (o política), el sacerdote Javier de Nicoló Latanzi, lo hace para buscar la mayor rentabilidad social y rescatar de su tragedia a unos seres humanos que viven en la calle en peores condiciones que muchos animales, evitándole con ello graves problemas a la sociedad, generados por su acción desesperada y destructiva.
A Javier lo visitan frecuentemente de organizaciones europeas, orientales, norteamericanas y latinas, interesadas en aprender de él, que es ejemplo mundial en rehabilitación de niños de la calle, y tan colombiano como el mejor de los colombianos. En Atlanta su programa fue reconocido como, “el más copiado, (emulado), de América Latina”. La filosofía de Javier de Nicoló es inducir a estos niños y jóvenes excluidos, desplazados, abandonados, a que sean ellos mismos quienes entiendan y vean la necesidad de abandonar la calle y que pidan ser incluidos en los programas para que se les eduque.
El los ha atendido en más de 50 casas ubicadas en todo el país, en ciudades y campos, en sitios tan alejados como Acandí, en terrenos estériles de la Orinoquia, y hasta en la selva, y entre ellos ha formado músicos, pintores, tejedores, agricultores, abogados, ingenieros, empresarios y muchos profesionales más; todos ellos hacen parte de esa familia inmensa que prefirió ese programa de rehabilitación, a seguir en el vicio, el bazuco, el bóxer, al robo, la delincuencia y la miseria, familia en la que cada uno dice: Javier es más que mi papá y todos ellos son mis hermanos
Aunque a los 86 años debía estar descansando, este hombre de Dios va andando por todo el país con la misión de seguir trabajando para rescatar a los niños y niñas de las calles; y así lo hará hasta el último día de su vida, cumpliendo la promesa que hizo 60 años atrás, cuando decidió ser sacerdote y realizar su segunda oportunidad que ha sido servir a la niñez colombiana abandonada; desde entonces se dedica en Colombia a sacar a esos niños y niñas de la drogadicción, el vicio, la violencia y la miseria.
Su sistema pedagógico de inigualable éxito, es perfecto. Javier, sigue trabajando como si tuviera las fuerzas de un joven de 20, y preocupado de que todavía quedan miles de niños que sufren en las calles de las ciudades de Colombia.
Ellos quieren a Javier por innumerables razones: porque los ha redimido dándoles su segunda oportunidad; porque conoce sus almas, sus sentimientos, sus frustraciones y hasta su “idioma”: gallada, un vareto, una tabla, la tartamuda, un brina, estar pepo, dejar azul, un morraco, darse la pata, la caperucita, cocheche, hacer un cruce, ser tembo, el tira, y mil palabras más con las que ellos se comunican y que hacen impenetrables sus ideas para quien no sabe su “dialecto”.
Difícilmente alguien enel mundo podría igualar el balance que arroja la gestión del el padre Javier con los menores de las calles. A él, nacido en Bari, (al sur de Italia), en 1928, pero colombiano de corazón, ni siquiera un cáncer de próstata logró rendirlo en 1999, como tampoco el Alcalde Samuel Moreno que con un burdo complot logró que aquel disminuyera su apostolado con los niños “gamines” que hoy lo lleva todos los días acostarse a la 1 de la mañana y a levantarse cinco horas después, a las 6, y a recorrer todo el país (porque, “siempre hay mucho que hacer”) pues hoy, (a pesar de Moreno), y ya con plena libertad y mucho corazón, sostiene 20 casas que tienen 150 huéspedes en promedio, arrancados con amor de las calles que enmarcaban sus tragedias, algunos de ellos integrantes de pandillas temibles.
Javier era un muchacho atravesado
– Una pregunta a Javier, orienta un poco más la entrevista ¿Cómo era Usted cuando joven?
– Pues yo era un muchacho, digamos, callejero; era muy atravesado, vivía en la esquina siempre con un grupo de mocetones de 18 años. Y claro, cuando decidí ser cura, no me presenté más a los compañeros, porque seguramente me hubieran cogido y me hubieran dado una ‘salada’’.
Una vez tuve sotana, no volví más a mi tierra, ya estaba en Nápoles; y de allí pasé a Génova. Partí a Colombia en un barco militar viejo que lo volvieron de pasajeros; se llamaba Antonio Disimare, el viaje duró 17 días; éramos 9 jóvenes salesianos de distintas partes. La mayoría se mareó, solo cuatro no nos mareamos; dos veníamos a Colombia, el otro era de Nápoles.
Javier, ha sido como el papá de todos los muchachos de la calle, llamados gamines, los ha rehabilitado y les ha propiciado la opción de convertirse en músicos, pintores, bachilleres, ingenieros, abogados y profesionales en otras áreas; muchos de ellos son hoy personajes prósperos y exitosos.
Todos ellos y ellas, han formado una gran familia que prefirió ingresar en su programa de rehabilitación y no seguir la calle aspirando pegante y bazuco, robando o en la miseria. A esta historia también pertenece Dorita la hermana de Javier, religiosa adoratriz que hace muchos años vino a visitarlo y se quedó a ayudarle, trabajando hasta su muerte, (sucedida hace dos años), por las niñas de la calle, desamparadas, y acogidas por él.
Javier siempre luchó desde Idipron por los ideales de una Bogotá mejor, pero eso no le importó a la administración de Samuel Moreno Rojas, quien prefirió urdir y disfrazar una clara maniobra política.
El Editorial del periódico El Tiempo del 28 de agosto de 2008, es ilustrativo al referirse al intempestivo retiro del Padre Javier de Nicoló de esa entidad tras cuatro décadas de manejo pulcro y más que eficiente. Dijo el diario: ”De ahí la polémica por la noticia de su retiro forzoso para responder a un derecho de petición de un funcionario distrital. Según el demandante, el religioso, por entonces de 80 años, superó en 15 la edad de retiro para servidores públicos.
“Sin embargo, esto no fue impedimento para que, en esos tres lustros, los ex alcaldes Jaime Castro, Antanas Mockus, Daniel Bromberg, Enrique Peñalosa y Luis Eduardo Garzón, ratificaran la pulcra gestión de De Nicoló. Es lamentable que se ponga punto final a un trabajo social de cuatro décadas, que dio su segunda oportunidad a miles de menores vulnerables y azotados por las drogas.
“Al Concejo de la ciudad le ha sorprendido la celeridad con que la Alcaldía de Samuel Moreno respondió a esta situación. En una carta, 34 de los 45 concejales expresaron desconcierto por la salida del padre”.
Es bueno anotar que Javier no renunció para descansar, sino para seguir trabajando como nunca antes, con el aliciente de que en adelante se sentiría libre. El no nació para “botar la toalla”, y entonces creó la Fundación Servicio Juvenil que hoy cuenta con más de 20 casas donde se atiende a más de 3000 jóvenes y niños. El dice: “Estoy muy feliz con lo que he hecho, y estoy ejerciendo mi derecho a ser libre. Hoy tengo mucho que hacer por los niños pobres de otras ciudades”.
Javier de Nicoló, con su prudencia característica, pero con el corazón compungido y el alma adolorida y triste, apenas comentó:“Esto me tiene hasta los huesos, pero no puedo llorar”, y con coraje, rió.
Javier le dejó como herencia al Alcalde Moreno y a la ciudad, su método de participación y autogobierno con líderes elegidos por voto popular, lo cual es norma en las decenas de casas que dirigió de 1970, 28 de agosto de 2008.
Luego de esos más de 40 años, Javier de Nicoló, sin rendirse, creó su Fundación Servicio Juvenil, en la que está dedicado con el alma a la educación y atención integral de niños, niñas y jóvenes de la calle, en más de 20 casas establecidas en las principales ciudades del país, y cuyos programa él resume, en: “Reflexión, en la acción y un gran respeto por el niño y por su libertad”.
Hoy, a pesar del Alcalde Moreno, continúa fiel a su principal objetivo de más de cinco décadas, la integración de los niños de la calle, llamados «gamines», a través de un profundo respeto por los ellos, creando ambientes acogedores, dándoles amor, atención en pequeños grupos, utilizando métodos de “autogobernación” y participación, y aportándoles la formación en un oficio que les sirva en un futuro para poder llevar una vida digna.
Hablando de Javier, Unicef, había dicho: “Los obstáculos y las dificultades no han logrado nunca desvanecer su empeño, por el contrario, a mayores dificultades más trabajo, más noches en vigilia recorriendo los “parches” y las “camadas”, más amor y regocijo en sus manos y millones de abrazos para recibir a los reincidentes”.
Por eso los niños y los muchachos de la calle y los ya redimidos por Javier de Nicoló, se “arremolinan” cuando lo ven, para darle la mano, para saludarlo, o aunque sea para tocarlo. Su programa cuenta con especialistas que recorren los barrios marginales para convencer a más niños de que cambien su vida.
La segunda oportunidad para el Padre Nicoló, se presentó, simultáneamente, cuando él llegó a Colombia, (y sin que sea una redundancia), a propiciarle, hasta hoy, una segunda oportunidad a esos más de 100.000 niños y niñas de la calle.
Javier, como más le gusta que lo llamen, que es el hijo menor en su familia; vivió casi toda su vida en Bari, donde nació en ciudad ubicada al sur de Italia, bañada por el mar Adriático, y más antigua que Roma.
El padre Nicoló: “un santo contemporáneo”
Jairo Díaz, uno de quienes se forjó con él, y que conoce profundamente la obra de este magnífico cura salesiano, dijo, sin exagerar: “Me ha salvado contar con seres humanos como el padre Javier de Nicoló, quien cuando muera se va a ir directo al cielo, porque es un santo contemporáneo”.
Los niños y niñas redimidos por Javier, de las calles polvorientas, del barro o el asfalto, de la indiferencia y la violencia generalizadas, han sido reivindicados por él como personas, e integrados efectivamente a la sociedad.
Según Unicef, refiriéndose a la obra del padre Nicoló, expresó: “Nosotros somos testigos de sus resultados, y de sus potencialidades para transformar y dignificar las vidas de niñas, niños y adolescentes colombianos. Quienes sufren aún las condiciones más adversas y violatorias de sus derechos, conservan por él la esperanza de recuperar su dignidad, reorientar sus vidas y emprender un proyecto para integrarse como sujetos activos de derechos y deberes a la sociedad”.
“Centenares de niños y jóvenes son un gran logro y verdadero espectáculo de recuperación del Padre Javier de Nicoló, jamás imaginada; de alegría, salud y progreso. Uno podría llorar cuando constata que cada uno de esos niños representa un caso bien dramático de abandono, maltrato, explotación, adicción a la droga. La pedagogía nueva y personalizada, y por la original forma de acercarse y motivar a los niños, para que sean ellos mismos quienes pidan ser atendidos”.
Y dicen lo mismo, “de las niñas, de los ‘trapecistas’, de las madres cuyas dramáticas historias a menudo desalentarían a los que no tienen fe en el ser humano. Miles de mujeres y hombres rehabilitados por Javier, han logrado títulos universitarios; muchos otros niños y adolescentes conforman las bandas sinfónicas creadas por él, o han dado un “salto a las ligas mayores”; y otros miles convertidos en trabajadores dignos, lograron oportunidades valiosas en sus vidas; todos ellos y ellas, son ciudadanos que no le temen ya a los fenómenos de marginalidad y miseria. “Ni los más rebeldes se escaparon a su mano y su voz crítica, dulce y retadora, porque bajo la tutela del padre Javier también ellos encuentran oportunidades de formación, capacitación y vinculación laboral”.
Unicef reitera: “Los rebeldes no se escaparon a su mano y a su voz crítica, dulce y retadora, porque hoy bajo la tutela del padre Javier, también ellos encuentran oportunidades de formación, capacitación y vinculación laboral”.
Recordando sus primeros años, Javier dice: “Parecía que nuestra familia iba a tener una buena situación económica, pero no fue así, porque mi familia prácticamente, estuvo siempre en situación de guerra, ya que mi papá participó en la Guerra Mundial del año 14 y resultó herido en tres ocasiones, él era un ganadero corpulento, un hombre alto, tal vez por su tamaño era más fácil herirlo. El murió cuando yo tenía casi cuatro años, en 1932, entonces mi mamá se quedó viuda y empezó el drama de una mujer sola que tenía 6 hijos”.
Esa Primera Guerra Mundial, se inició el 28 de julio de 1914, y finalizó el 11 de noviembre de 1918. Italia se unió a los Aliados en 1915 y fue protagonista también de esa que fue la segunda guerra más sangrienta de la historia.
Los países Aliados, entre los que se encontraba Italia, fueron: Rusia Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Japón, Rumania, Serbia, Bélgica, Grecia, Portugal, y Montenegro que lucharon contra los países de los Imperios Centrales: Alemania, Austria, Hungría, Turquía y Bulgaria. En esta guerra murieron 600.000 civiles italianos; hubo un millón de heridos y 600.000 desaparecidos y prisioneros.
Volviendo a sus sombrías vivencias de la infancia, Javier cuenta: “Desde pequeño viví en un ambiente más bien pobre, de guerra; cuando realmente aumentó nuestra problemática, fue de los años 1937 en adelante, dos de mis hermanos mayores entraron a combatir en la Segunda Guerra Mundial, digamos, con Mussolini; se decía que con él iba a haber una muy buena situación”.
Los civiles italianos muertos durante esa gigantesca confrontación bélica, superaron la cifra de 160.000, lo que da idea de lo que tuvo que soportar esa población. Hay muchos temas para tratar con el protagonista de esta historia, por eso las preguntas son concretas
– Los horrores de la guerra, vividos por un niño, dejan profundas cicatrices, sin embargo Javier recuerda esa época, sin abrigar traumas producidos por ella. ¿Aparte de los bombardeos, qué fue lo que más lo afectó durante esa guerra?
– Aunque siempre estuve entre la debilidad y la falta de alimentos durante ese conflicto mundial, porque la guerra absorbe absolutamente todo; como sucedía en las guerras antiguamente, se llegaba a un punto en que se cerraban las tiendas y no había nada que vender, ni qué comer. Uno podía tener dinero, pero no había nada que comprar. Una cosa es imaginarlo y otra muy dura vivir en una zozobra permanente, no solo por el hambre sino por los bombardeos y las batallas de los soldados cerca de uno.
Yo tengo malos recuerdos de la guerra, por ejemplo cuando llegaban los bombardeos, nosotros vivíamos en un edificio de 4 pisos y teníamos que ir al refugio pero yo ni me despertaba, mi hermana mayor subía y preguntaba, “dónde está ese sinvergüenza”, y me encontraba en la cama durmiendo. Ella me trataba de levanta de la cama para despertarme, pero yo me caía para el otro lado y seguía durmiendo. A veces el cielo se veía como si fuera una fiesta de fuegos artificiales, porque llegaba un bombardero y los aviones casas iban detrás de él, y le disparaban para tumbarlo, y los bombarderos trataban de tumbar las casas, eso era como una fiesta, bengalas y destellos que iluminaban el cielo como si fuera de día y todo se veía iluminadísimo. Era lo divertido unido a lo trájico.
– ¿Cómo vivió y soportó la Segunda Guerra Mundial, en Bari?
– En el sur, en Barí, una ciudad junto a Nápoles; una ciudad antiquísima de la Roma imperial, había una refinería de petróleo, que una vez se incendió y se gastaron meses para apagar el fuego. De allí salieron los dos primeros barcos de gas mostaza, ese mismo que lo han mejorado para cometer el mismo pecado para matar la gente de manera irracional. Lo han vuelto más mortífero. Eso destrozó a mucha gente y también nos destrozó el corazón, porque se encontraban pedazos de cuerpos en todas partes; en las azoteas, y era necesario tapar esos cuerpos deshechos con cal, y la cal escaseaba. El panorama era aterrador. Nadie sabe lo que es una guerra como esa, despiadada, y todos teníamos que afrontar los riesgos que estaban en cada esquina, en cada calle, en cada casa.
En una guerra no se puede dormir
– ¿Alguna vez estuvo Usted en peligro, cerca de la muerte?
– Si, muchas veces durante los sórdidos bombardeos que nos aterraban el alma que nos dejaban impotentes. A veces venía tres o cuatro veces por la noche, la sirena sonaba intermitentemente, en muchas ocasiones teníamos que levantarnos en la noche sí, con mucha frecuencia nos levantábamos tres o cuatro veces en la noche. En una guerra no se puede dormir y el cuerpo va acumulando cansancio, que agregado a la incertidumbre, el estrés y el temor, se convierte en algo muy duro para el alma y el corazón; eso era lo que vivíamos con mi mamá y mis hermanos. La guerra formal, es terrible; era una realidad a la que teníamos que adaptarnos, como fuera.
– ¿Sus estudios se vieron interrumpidos por la guerra?
– Si hay muchas situaciones inesperadas, por ejemplo, yo terminé el bachillerato en un matadero porque donde estudiaba yo el bachillerato, un bombardeo acabó con eso. Acabamos en el matadero que estaba por cierto cerca de la iglesia del famoso san Nicolás de Bari, que es una devoción muy conocida en el mundo europeo.
– ¿Y, al terminar la guerra, cómo confrontó su futuro?
– A mí me fue mal en el estudio de bachillerato porque la guerra no me dejó terminarlo. Y llegó el momento crucial de preguntarme: ¿Y qué voy a hacer, a qué me voy a dedicar ahora, de qué vamos a vivir? Sí, en Italia las cosas, como en casi toda Europa, estaban muy mal; la post guerra marcaba un desafío. Yo era ya un joven de 18 años, medio desorientado, sin definición sobre la vida.
– ¿Cuando entra Usted al sacerdocio, y por qué?
-Por algunas consecuencias de la problemática propia de la guerra, yo estaba muy débil, mal alimentado, sin defensas, y entonces me enfermé de tuberculosis, y casi me muero.
Mi papá, Pedro de Nicoló, luego de la Primera Guerra Mundial, de un personaje fuerte y grande, se convirtió en un hombre tullido, que poco a poco echó hacia atrás hasta que quedó limitado totalmente. Habían venido los hijos: tres hombres y tres mujeres, todas religiosas. A mi mamá, María Lattanzi, que fue una mujer muy valiente y emprendedora, le tocó hacer casi milagros, mire que a pesar de la guerra ella se daba maña para solucionarlo todo, hasta para ayudar a salvarme. Recuerdo que ella era una mujer muy bondadosa y decía de vez en cuando: ‘Sí mi hijo fuera sacerdote, yo sería feliz”, pero yo andaba en otro cuento.
– ¿Y lo hizo por darle gusto a ella?
– No, cerca de donde vivíamos estaban ubicados los famosos padres Salesianos, ellos nos reunían a los muchachos que, como yo, estábamos en la misma condición. Éramos un poco de adolescentes que no sabíamos qué hacer, que no encontrábamos que hacer, que vivíamos medio frustrados y no veíamos ninguna esperanza, ninguna oportunidad. Un día lo que expresó un Salesiano, fue el primer discurso que me orientó. El me dijo: ‘bueno pero cuál es el problema, Usted por qué se aflige, uno de joven siempre juega y hace cosas.’ Y yo pensaba: pero hay momentos en que de todas maneras, así jugara e hiciera cosas, faltaba algo importante, y me quedé pensativo.
– ¿Y en su desorientación la invitación al sacerdocio cuándo caló?
– Recuerdo que un curita nos reunió y nos dijo: ‘¿Bueno para qué vive uno?” Y muy inteligente nos decía uno nace para ser feliz y que la felicidad consiste en el amor, que a alguien que lo quieran mucho, es feliz y por eso es bueno ser papá, y tener hogar. Y, agregó: ‘”En ese sentido, la mejor profesión es el servicio a las personas, a la gente, a las familias, a la sociedad. Y así todo el mundo te quiere, todo el mundo te distingue como a un tipo que es un buen servidor’.
Y poco a poco, nos fueron metiendo esa idea, ese ideal, que la mejor profesión del mundo era servir a la humanidad, y de ahí poquito a poco me hicieron aterrizar en el sacerdocio. Casi sin darme cuenta me sacaron de esa vida de inseguridad, de zozobra, de despiste y de desorientación que pedía una oportunidad diferente a vivir la guerra y a quedar en el aire, sin saber qué hacer.
Cuando acabó la guerra, había logrado milagrosamente en bachiller técnico, pero el grave problema es que no había trabajo, aún no había decidido cómo enrumbar mi vida, estaba muy despistado, y entonces fue cuando aclaré mi vocación y resolví irme a Nápoles y convertirme en seminarista de la comunidad salesiana.
Estando en Nápoles, Javier conoció a un cura de la comunidad salesiana que había estado en Colombia y que trabajó por los leprosos en Agua de Dios. El padre Javier, cuenta: “Un buen día me plantearon la posibilidad de ir a ese país del que yo no conocía mucho. Y después de haber rechazado varias propuestas de mis maestros para que me volviera sacerdote, no lo pensé más y dije: si, me voy a trabajar con los pobres, esta es mi segunda oportunidad. Mi respuesta llegó porque había abierto los ojos y había entendido que lo que yo quería era dedicar mi vida al servicio de la comunidad”.
Y así, en octubre de 1949, hace 65 años y cuatro años después de terminada la guerra que tanto lo afectó, Javier de Nicoló arribó al puerto de Buenaventura para no regresar jamás a su tierra; para quedarse de por vida en Colombia, de donde es hoy ciudadano. Por entonces tenía 21 años y solo hablaba italiano, pero ya vivía y gozaba de esa segunda oportunidad que le representó iniciar su propia revolución social en Colombia.
Cuando el padre Javier de Nicoló Latanzzi llegó a Colombia, se enamoró de esta tierra y entregó su vida a los niños abandonados en las calles, luego de atender a los leprosos de Agua de Dios.
Entre 1950 y 1953, fue promotor comunitario en la zona marginada de Revollo, en Barranquilla, donde ayudó siguiendo las enseñanzas de San Juan Bosco. De1959 a 1961 creó un bachillerato técnico en zonas deprimidas de Bucaramanga. Entre 1962 y 1968, fue coordinador nacional de movimientos juveniles para los jóvenes de América Latina y Europa. En 1968, ofició como capellán de la Cárcel Modelo de Menores, en Bogotá, e inició su trabajo con los niños de la calle, con su ‘Operación Amistad’.
El, anota: “Al poco tiempo de haber llegado, formé grupos en las universidades y coros con los muchachos pobres. Las autoridades de Bogotá me propusieron hacer una cosa parecida, pero a nivel oficial”. En 1971, el alcalde Carlos Albán Holguín nombró a Javier como director del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, Idiprom.
Las principales consignas de este programa educativo se resumen en reflexión en la acción y un gran respeto por el niño y por su libertad. Su obra principal se da en Bogotá, y en Cundinamarca, Antioquia, Valle, Atlántico, Meta, Chocó y Vichada; en centros urbanos y rurales con diversas alternativas de atención.
Haciendo milagro y recibiendo galardones
Javier se ha sentido desde hace mucho un auténtico colombiano, él dice: “Muy colombiano, claro, por ende yo no desearía volver a mi tierra; yo ya no conozco a nadie allá, no tengo sino una hermanita de 92 años, yo era el menor de la casa de tenía tres hermanos hombres, y tres mujeres, los tres casados y ellas, tres religiosas.
Lleva cinco décadas redimiendo y haciendo milagros con su pedagogía de amor, libertad, juego y ocupación, en la que el menor es quien elige quedarse o irse del programa. Su filosofía es simple: “Para resolver un problema de raíz hay que atacar las causas, según él: ”Entre otras, la pereza y la hostilidad que muchas veces afectan al niño callejero no son innatas en ellos. Detrás de todo su drama inevitablemente está la pobreza”. Y aparece él con sus soluciones humanitarias y creativas para superarlas.
Unicef publicó el libro “El niño de la calle”, sobre obra y vida de Javier de Nicoló, que fueron galardonadas en Washington, el 25 de octubre de 2001. El Padre Javier recibió el premio IVY Humanitarian Prize ‘Toda una vida de logros humanitarios”, creado para fortalecer y distinguir a las personas que han hecho grandes contribuciones al bienestar de los niños en América, de la Fundación Interamericana IVY, fundada para “fortalecer y mejorar la calidad de vida de los norteamericanos y para servir de soporte a otras organizaciones en toda América”.
El libro, expresa: “Los niños, niñas y adolescentes de la calle son uno de los problemas sociales más complejos. Afortunadamente el Padre Javier De Nicoló ha estado empeñado desde hace décadas en la búsqueda y desarrollo de estrategias para recuperar e integrar a los niños y niñas de la calle a la sociedad. No hay duda de que el padre Javier ha sido el apóstol y pionero de un Programa de grandes dimensiones y proyecciones futuras, ejemplo continental y universal que ha sido imitado por numerosas organizaciones en varios países”
La misma Unicef dice que durante muchos años había insistido en la importancia de recuperar y sistematizar la experiencia acumulada por el Padre Javier De Nicoló y su equipo, en relación con su trabajo con niños y niñas de la calle.
Como una de las labores de Javier de Nicoló es buscar fondos para financiar su obra, siempre escasa de recursos; fue a España y visitó al Presidente José María Aznar, quien tiempo después vino a Bogotá trayendo en su avión los instrumentos para la banda de 50 niños del Programa Bosconia, como le había prometido. Y los invitó a que realizaran una gira musical por España, donde triunfó este grupo musical, hasta en Instituto de Cultura de Madrid, y otro de danzas, conformado por menores rehabilitados de la indigencia por Javier, siendo aplaudidos por 2400 espectadores. También estuviron en la Casa Blanca y en la Capilla Sixtina, durante una audiencia que Juan Pablo II le concedió a él.
Javier ha obtenido muchos galardones, entre ellos, la Orden Diego de Losada, en Caracas; el reconocimiento de la Unicef de México; la Distinción Paul Harris, Fundación Rotary Intertational, los premios: De la Solidaridad del Periódico El Colombiano; de la Seguridad Social, de la Previsora; el de la Cruz Roja Colombiana, el Guillermo León Valencia, el Gonzalo Jiménez de Quesada; el Germán Saldarriaga, de la Corporación de Fomento Cívico y Cultural de Medellín; el Simón Bolívar de Mineducación; la Gran Cruz de la Fundación América; la Orden de la Democracia, un galardón del Concejo de Bogotá, y muchas otras.
– ¿Javier en su época de seminarista, ¿qué más hacía?
– Yo tengo un vicio muy feo, yo soy hiperactivo, no puedo estar un minuto quieto, siempre hago cosas, debido a esa hiperactividad siempre hago 4 cosas al mismo tiempo y esa hiperactividad me mantiene siempre ocupado en mil cosas. Lo primero que quería era formarme para el sacerdocio; ciertos libros, ciertos recursos y después ya, siendo seminarista me dedique a construir un teatro porque siempre he sido amante del teatro. Conseguí toda la silletería, era un teatro grande, éramos dos seminaristas y yo me ocupaba en esa cosa, después hice de enfermero, cuando me ordené me pidieron el favor de que hiciera de enfermero de un sacerdote importante que se llamaba el padre Fabio.
– Su segunda oportunidad se dieron en Europa o aquí en Colombia.
– La verdadera realización fue una sola y fue aquí en Colombia, y fue en la figura de Don Bosco, porque yo tenía que ver con los jóvenes necesitados. Aún hoy en día hay casi más de 4.000 sacerdotes salesianos, y no se trata de católicos, ni de cristianos, porque los salesianos somos famosos por las escuelas técnicas, en donde los hindúes aún los que no son católicos al ver que hay una escuela técnica que le atiende a su hijo, lo meten allí. Y no es de decirles sobre creencias, lo importante es no perder la escuela técnica.
– ¿Aparte de lo que le contó el sacerdote Salesiano que estuvo en Agua de Dos, qué otra cosa lo hizo decidirse a venir a Colombia?
– El misionero del que le hablé, no me acuerdo el nombre, fue un curita que me habló maravillas de Colombia y uno de joven, como no ha viajado, no se imagina cómo son las cosas. Me dijo que había varios climas que había nieve y a la vez mucho calor; que en una hora uno pasaba de un clima a otro y entonces todo eso y sabiendo que había muchos pobres, pues decidí venirme para Colombia. El tipo me describía muy bien la situación de este país
-¿Y cuáles fueron sus primeras impresiones al llegar aquí?
– Todo me pareció muy bonito, yo no había visto negritos nunca, en Buenaventura eran todos negritos, llegamos un día que estaba lloviendo y la gente sentada en un parquecito que estaba ahí, se mojaba lo más de rico. Yo traía unos baúles que no eran míos, eran de libros que traía para los salesianos y nos tuvimos que quedar cuatro días para poderlos sacar de alguna manera, no había carretera, sino caminos de herradura, había carrilera del tren, pero el tren era viejo. Nos quedamos dos días y una noche más. Al final dije, el tren no va a llegar aquí porque el daño es muy grande. Y un señor nos dijo, pero si tienen ánimo, pueden caminar unos 5 kilómetros y podrán tomar el tren. Se comprometían a mandar los baúles más tarde, y entonces por fin cogimos el tren que nos llevó a Cali. Y en Cali fue muy buena la cosa porque allí había un obispo salesiano, monseñor Caicedo que era muy buena gente.
– Hoy después de su ayuda a tanta gente: ¿qué hay en su corazón?
– Ah no, yo estoy feliz, sigo feliz, yo le doy gracias a Dios, cuando a la vida a uno se le mete el camino de Dios es un ensueño; hay momentos, de presión, pero uno rápidamente sale al otro lado, y además uno se llena siempre de amigos.
Rehabilita al 75 por ciento de los muchachos
– ¿Javier qué porcentaje de los muchachos de la calle llega rehabilitar su vida?
– Es difícil decirlo, porque la verdadera ayuda es cuando uno realmente se orienta muy bien frente a la vida. Yo calculo que he tenido que ver con más de 100 mil muchachos de las calles, es lo que me ha impresionado, mi ilusión es que los gamines dejaran de ser gamines, y de eso se ha logrado perfectamente con más del 75 por ciento de ellos. Hay muchachos que no solo han dejado de ser gamines, que ya no están pidiendo limosna en las calles, son tipos que se organizan, la mayoría no llegan a ser grandes profesionales, pero son muchachos que se casan, tienen trabajo, quedan integrados al trabajo y eso es suficiente para decir que si uno hizo una labor que tiene sentido.
– ¿Cómo es la historia de la venida de su hermana Dorita a Colombia y cuál fue la razón por la cual se quedó a trabajar aquí en favor de las niñas de la calle?
– Ella se enfermó, y un hermano que estaba en Roma le pidió permiso a la superiora de la comunidad que la dejara hacer la convalecencia por lo menos de uno o dos meses visitando al hermano, él le pago el viaje y todo eso, y Dorita estando aquí le pidió a la madre superiora de su comunidad que como el hermano aquí era sacerdote y tenía una obra social, la dejaba quedar. De allá vinieron dos veces para confirmar que mi hermana sí estaba trabajando con un curita.
– Antes de los que ha pasado como sacerdote en Colombia, ¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?
– Como le conté ya, una dificultad fue mi enfermedad durante casi dos años, que me puso muy debilucho; después, siendo adolescente, yo era el único sostén de la casa, yo me movía, pero no vendían comida, entonces me iba a los pueblos cercanos y compraba lo que me decían, para revender, por ejemplo, traía papa a la ciudad, era una cosa formidable traer para vender, por ejemplo la cereza; para mí era una aventura prestar servicios en la casa; además, fui cacharrero, y con otros compañeros hacíamos patines, eran los juegos de aquella época.
Mi hermano que era piloto, era ya grandecito, yo soy del 28, él nació el 17, tenía 11 años más que yo, era un terrible querendón, hablaba por radio, recuerdo que su cama tenía una malla, él ponía cable que le servía de antena; sí, la primera antena que yo conocí fue la malla de la cama: A mí me gustaba cantar y me gustaba hacer de prestidigitador; un día en un teatro que se llamaba Chini llegó un mago, pero hacía cosas muy curiosas y a la salida me avisaron que había un libro que era para volverse mago, para aprender la magia, y entonces lo compré.
Todavía tengo ese libro guardado. Se llamaba Roseti el tipo que hacia la magia, por el fue me metí de cura porque yo iba donde los salesianos y hacía magia, y los curas que me veían como un muchacho que entretenía a los compañeros.
-¿Alguna vez tuvo novia?
– Jugábamos todos los niños y niñas, ahí, Una novia no que haya habido, porque, no olvide que estamos hablando de hace 80 años, y además, en el sur de Italia eran muy godos, hasta el punto que una mujer viuda era como una prostituta si se llegaba a casar otra vez; era cerrada la cosa, no había la libertad que hay hoy en día, había control de la prostitución, era más sano, con valores.
– ¿Cómo puede describir Usted el alma de un muchacho de la calle?
– El niño de la calle se debe al maltrato, en donde lo maltratan mucho, la mama si dice una mentira, lo quema al pobre chino; el papa lo amarra y le da fuete y lo mete de cabeza en un tanque de agua, y el muchacho frente a ese maltrato se rebela. Y llega el papá y otra vez, por cuenta de eso o aquello le va a romper la cabeza, y de pronto el papá lo coge porque la velocidad que tiene el papá lo alcanza, y tome, lo agrede.
La mayoría de las veces es un niño rebelde, es que la historia de la pobreza no tiene sino dos salidas, fundamentalmente, o le dan y le dan y le dan y lo vuelven un idiota, le pegan, lo insultan, lo humillan, y el chino se vuelve un pobre tonto, o sale el tipo que frente al maltrato se rebela, y dice, no, aquí no más, y no vuelve más a la casa. Qué sucede si al chino le dicen: vete a donde tu mamá, y si mi padre sigue hablando mal de mí mama me digo, yo no vuelvo más aquí y menos si me golpea. Es más difícil que eso suceda con la mamá, pero con el papa a la fija, por eso detestan al papá, porque es muy agresivo En cambio, si al niño qué es avispado, si tú lo coges con amistad, por la buena se vuelve un excelente muchacho.
– ¿Qué tantos niños abandonados hay aún en Colombia?
– La utopía es que yo después de haber hecho tanto ensayo pequeño, he logrado algunas cosas; me doy cuenta y lo he podido comprobar que la población que debería estar en formación de hogares normales, hijos de obreros, digamos, lo está analizando la UNICEF y la universidad de los Andes; debería haber 12 millones de jóvenes en formación, y en Colombia hay solo 9 millones, 3 millones son muchachos que quedan desatendidos ¿Qué quiere decir eso? Cuando un niño nace en la pobreza; la pobreza es la primera cosa que genera la falta de hogar. ¿la pobreza qué es? ¡Que no hay casa! Una mujer que llega de sirvienta a alguna parte, una campesinita que trata de casarse y se casa con un tipo y por ser campesina la tumban más fácilmente y en una de esas la deja embarazada, prácticamente como al ganado la vaca y un ternero ¿Qué le espera a ella y al hijo?
Ese niño que nace en esa situación de pobreza no es idóneo para defenderse solo, es un niño que no va a la escuela y si va a la escuela deserta; aun hoy día lo más común es que las escuelas tienen por lo menos un 15 por ciento de deserción; ese niño desatendido va a la escuela porque la mamá no va a llegar en el día a la casa. A muchos niños, aún los de familias normales, no les gusta la escuela.
– ¿Según lo que Usted ha observado, cuál es la situación de la mujer pobre y abandonada?
– Aquella pobre mamá que se vuelve neurótica, trata de resolver el problema de su vida para alimentar a sus hijos, por lo menos, y acaba de prostituta. Se casó 3 o 4 veces, pero no fue para buscar sexo, la mayoría de las veces uno sabe el caso, hay madres que al hablar con uno les da por llorar, son madres honestas que no tienen que comer, y de noche dicen, voy a visitar la abuelita, y hacen la pruebita y se consiguen 30 o 40 mil pesos, y con eso tienen que durar 15 días
– ¿Qué pasa entonces con el niño que vive esas tragedias?
– En medio de todo, todas son prostitutas son desgraciadas, un niño que vive en ese ambiente, el papá no se sabe quién fue muchas veces o si se sabe peor, es un tipo agresivo y la mamá es una mujer que no es capaz de educar, no porque sea mala, sino porque vive en una situación de enfermedad, de escasés y por todas las cosas que puede pasar una mujer, pues no puede atender solita a sus hijos, y estos niños no son idóneos para la escuela.
La cosa más bonita que se podría hacer en Colombia si se quisiera resolver el problema de la violencia, es atender toda esa muchachada desatendida, porque muchos acaban de delincuentes, pero delincuente no quiere decir que sean malos, lo malo es que no hay otra forma de salida; uno habla con un niño y le dice: no robe. Pero padre (responde) si no hubiera robado no podría comer.
– Javier: ¿Cómo está financiando Usted su obra?
– En este momento, con las ayudas que me han dado a nivel internacional yo tengo edificio como éste, yo pongo el edificio, me consigo y pongo la dotación, el método que he utilizado funciona. La tesis bonita que tu deberías defender es que no hay como atender a esos muchachos, si hubiera disminuiría mucho el fenómeno de la guerrilla, de la mafia, de los paramilitares, porque todos se meten en eso, los mismos soldados que son a veces delincuentes, son muchachos desatendidos, deseducados.
Si yo le digo al gobierno que me de plata, no me da plata, no me hace el favor. Por qué no darle a éste lo que le dan a todos los niños comunes y corrientes. No quieren una educación gratuita ¿Y qué es una educación gratuita? Le gastamos 140 mil pesos mensuales. Y bueno señor gobierno, Usted porque no me da a mi ese subsidio y yo con 140.000 no lo entretengo 4 horas, yo lo entretengo 10 horas diarias; es como yo hago un proceso acelerado para que llegue a noveno año, que empieza a leer y a escribir, y le aplico el Sena y ese tipo ya se salva.
La triste situación es que no le dan plata como me ha pasado, si padre le puedo dar pero si no hay una amistad, una palanca, no le ayudan a ese niño que salvaría el país, ponga atención, es que son tres millones de muchachos que acogen la violencia, se casan mal, el trabajo es violento, trabajan un día, y dos días y no trabajan más La solución de fondo es una alianza público-privada, nosotros los privados damos la infraestructura y el gobierno, los medios.
– ¿Y dónde están funcionando sus casas actualmente?
– Yo tengo unas 40 casas, en este momento si el gobierno me ayudara podría abrir simultáneamente en 20 ciudades grandes colegios.
– Aquí en Bogotá no lo hacía porque era el Idipron, pero en Nemocón, lo tengo en la Costa, en Barranquilla, en Cartagena, en Santa Marta, en Tumaco, ahí que hay una violencia en Buenaventura, yo me meto donde hay delincuencia porque tengo ya la estrategia, me meto, me vuelvo amigo de los más mafiosos y los más mafiosos me acercan a todos los demás.
Pero, le cuento, hay muchachos formidables que han llegado a ser unos magnates; tengo por lo menos doscientos antiguos alumnos en el exterior, todos de mucha plata; uno que me visitó, por ejemplo, tiene casas en la Quinta Avenida de nueva York, en pleno Manhattan, tiene todo un edificio y fue gamín. El otro día vino Aníbal, que está en Londres, Inglaterra están en el campo del aseo. Allá hay grandes compañías, como Corona, que hace los aseos de las universidades, de todas las oficinas. Y Aníbal en una empresa de esas se volvió un excelente elemento, un líder. Un día la dueña vio que él tenía madera y le dijo, mire aquí a veces nos dan contratos pequeños, de 70 u 80 mil libras y le ayudó; Aníbal empezó con esos contratos y hoy es un gran gerente y tiene una cantidad de inmigrantes a quienes les da trabajo.
– ¿Y la segunda oportunidad que a usted le da ha dado a tantos niños y jóvenes, la aprovechan bien?
– Si, claro; no olvide que lo que enriquece al hombre es el sufrimiento; fíjese que los grandes inventos de la humanidad, las grandes obras de arte, las grandes obras musicales, nacieron en la periferia, no en las casas de los reyes o de los más ricos, allí no nace muchas cosas notables, por más que vayan a las mejores universidades del mundo. Los grandes genios son nacidos en la pobreza, empezando por los artistas, la mayoría de los artistas se mueren de hambre, los literato, que se yo, Cervantes, era un pobre loco que se moría de hambre, hay músicos que los encuentran muertos, hasta en las calles.
Javier recorre los “parches” y “camadas”
Los obstáculos y dificultades no han logrado nunca desestimularlo. Dice Unicef: “El ha demostrado que cuando ha habido mayores dificultades, más trabajo, más noches en vigilia recorriendo los ‘parches’ y las ‘camadas’, más amor y regocijo en sus manos y millones de abrazos para recibir a los reincidentes. Su obra y vida es ejemplo universal emulado por numerosas organizaciones en varios países”. Transformar y dignificar las vidas de niñas, niños y adolescentes es lo suyo.
Historias de Javier, es un poema presentado por Nelson Ortiz Pinilla, Oficial de Proyectos de Unicef Colombia, que expresa lo que representa Javier de Nicoló para los muchachos de la calle:
Venid al patio mi amigo más luego
a calentar el dolor y tus huesos.
Qué tal Roberto, Martín y Juanita?
Hoy los espero sin falta en mi casa
habrá una fiesta con gran comilona
y hasta sorpresas y bastantes cosas.
Ya no me gusta la calle en la noche
dice muy quedo Juanita la “brocha”
toma su mano Javier con dulzura
vete a Bosconia, no más travesuras.
Juanita entonces le dice de nuevo
con mis parceros o nada que llego.
Vayan mis hijos a todos, los quiero
porque sus vidas merecen justicia.
Se va Javier a la casa primero
a prepararles la cama y la mesa
y mientras llegan me dice contento
para estos niños vivir es proeza.
Aún no termina la historia de un día,
porque otro día la historia ya empieza
con otros niños vendrá otros sueños
y otros malandros tendrán su promesa.
Con tantos hijos Javier que proeza.
Mi Dios es bueno me dice con fuerza,
no digas nada, trabaja y regresa.
– ¿Javier, cómo fue que Usted explicó a la Unicef cómo nació y fueron creciendo los centros donde Usted ha acogido a tantos miles de niños de la calle, a esos de 100.000 gamines?
– Pues un día yo estaba soñando todo un plan para atender a los niños de la calle. Me soñé no sólo haciendo cosas, sino aplicando un método, basado en unos determinados principios.
Aparecí en el escenario de un barrio pobre, en medio de un típico ambiente callejero, con sus formas, colores y pintorescos personajes.
Te esperábamos para indicarte lo que debes hacer. Ante todo, visitar persistentemente la calle, observar, tomar nota, aprender a comunicarte mediante una presencia amistosa, estimulante, volverte amigo de los muchachos. Así aprenderás, entenderás el drama de la pobreza, las causas y el proceso de “gaminización”. De ahí en adelante, comenzó a surgir en mi sueño, cada amanecer, para llevarme a distintos lugares.
No te deberán faltar dulces en el bolsillo, ni anunciar de pronto, una chocolatada nocturna, una fogata, un rato de fútbol, un paseo, pero, lo más importante será tener un sitio que se parezca a un club, que todos busquen por lo acogedor.
Dios te bendiga querido Padre, tus hijos somos el legado de tus sueños, hoy somos productivos ciudadanos de bien
El me enseñó que un hombre no se rinde,me dijo:el hombre es la fuerza más grande que tiene el mundo y esa fuerza no trabaja sola «servir es mandar»ahí comprendí que era util y que nací para servir…
Gracias al padre Javier hoy soy una persona organizada y Tengo mis hijos