¿Es verdad que los polos opuestos se atraen?

Un nuevo estudio publicado en ‘Nature’ demuestra que la suposición científica de que la elección de pareja en el apareamiento humano es aleatorio es “probablemente errónea”.

(Imagen: archivo internacional – VBM).

Siempre se ha creído que los polos opuestos se atraen. ¿Quién no ha conocido a una pareja que aparentemente, no tienen nada que ver en lo físico o en lo ideológico y, aun así, están juntos? Sin embargo, a menudo solemos pensar si esto será lo natural o es la excepción que confirma la regla.

Pues bien, la ciencia ha descifrado qué tipo de personas nos gustan, si las que más se parecen a nosotros mismos o las que menos. ¿El resultado? Los polos opuestos no se atraen. Esa es la conclusión de un amplio análisis de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos) sobre más de 130 rasgos y millones de parejas a lo largo de más de un siglo.

“Nuestros hallazgos demuestran que las aves del mismo plumaje tienen más probabilidades de juntarse”, afirma la primera autora, Tanya Horwitz, doctora del Departamento de Psicología y Neurociencia y del Instituto de Genética del Comportamiento (IBG).

En cuanto a las personas, la cifra impresiona: entre el 82% y el 89% de los rasgos analizados (desde las tendencias políticas hasta la edad de la primera relación sexual o los hábitos de consumo de sustancias) tenían más probabilidades de parecerse que de no parecerse.

Es decir, las parejas cumplían ciertos patrones. Sólo en el 3% de los rasgos, y sólo en una parte del análisis, los individuos tendían a formar pareja con quienes eran diferentes a ellos.

“Muchos modelos genéticos suponen que el apareamiento humano es aleatorio. Este estudio demuestra que esta suposición es probablemente errónea”, afirma Matt Keller, autor principal y director del IBG, señalando que lo que se conoce como “apareamiento asortativo” -cuando individuos con rasgos similares se emparejan- puede sesgar los resultados de los estudios genéticos.

El estudio, publicado el 31 de agosto en la revista Nature Human Behaviour, confirma lo que los estudios individuales han insinuado durante décadas, desafiando el viejo adagio de que “los polos opuestos se atraen”. Pero no solo eso: también aporta detalles de en qué rasgos nos fijamos. Y pueden ser muy relevantes para el futuro de la sociedad.

No nos fijamos en el físico, buscamos una ideología o un nivel educativo similar

En ambos análisis, rasgos como las actitudes políticas y religiosas, el nivel educativo y determinadas medidas del coeficiente intelectual mostraron correlaciones especialmente altas. Por ejemplo, en una escala en la que cero significa que no hay correlación y 1 que las parejas siempre comparten el rasgo, la correlación para los valores políticos fue de 0,58.

Los rasgos relacionados con el consumo de sustancias también mostraron correlaciones elevadas: los fumadores empedernidos, los bebedores empedernidos y los abstemios tienden a formar pareja con quienes tienen hábitos similares.

Mientras tanto, rasgos como la altura y el peso, las condiciones médicas y los rasgos de personalidad mostraron correlaciones mucho más bajas, aunque positivas. Por ejemplo, la correlación con el neurotocismo (inestabilidad emocional) fue de 0,11. Para algunos rasgos, como la extroversión, no había mucha correlación.

“La gente tiene todas esas teorías de que a los extrovertidos les gustan los introvertidos o a los extrovertidos les gustan otros extrovertidos, pero la realidad es que es como lanzar una moneda al aire: los extrovertidos tienen las mismas probabilidades de acabar con extrovertidos que con introvertidos”, afirma Horwitz.

Más de un siglo descubriendo qué nos atrae

Para el nuevo trabajo, los autores realizaron tanto una revisión, o meta-análisis, de investigaciones anteriores. En total, analizaron 22 rasgos en 199 estudios que incluían millones de parejas de novios, parejas casadas o parejas que convivían. El estudio más antiguo se realizó en 1903, hace más de un siglo.

Además, utilizaron los datos del Biobanco del Reino Unido (un repositorio con cifras médicas y de estilo de vida de más de medio millón de personas) para estudiar 133 rasgos en casi 80.000 parejas de distinto sexo en el Reino Unido. Las parejas del mismo sexo no se incluyeron en la investigación porque, según los investigadores, “pueden diferir significativamente”.

¿Y, cuál es el rasgo en el que las parejas tenían más probabilidades de ser similares? Como era de esperar, el año de nacimiento. Pero incluso rasgos poco estudiados, como cuántas parejas sexuales había tenido una persona o si había sido amamantada de niña, mostraban cierta correlación.

“Estos resultados sugieren que, incluso en situaciones en las que tenemos la sensación de poder elegir sobre nuestras relaciones, pueden existir mecanismos entre bastidores de los que no somos plenamente conscientes”, afirma Horwitz.

Polos opuestos en algunas cosas

En raras ocasiones, los polos opuestos se atraen. En el meta-análisis, los investigadores no encontraron “ninguna prueba convincente”. Sin embargo, en la muestra del Biobanco del Reino Unido, sí encontraron un puñado de rasgos en los que parecía haber una correlación negativa, aunque pequeña.

Entre ellos: el cronotipo (si alguien es una “alondra matutina” o un “búho nocturno”), la tendencia a preocuparse y la dificultad auditiva. No obstante, deben realizarse más investigaciones para desentrañar estos hallazgos, señalaron.

La sociedad del futuro: ¿solo altos y bajos?

Los autores señalan que las parejas comparten rasgos por diversas razones. Algunas crecen en la misma zona, algunas se sienten atraídas por personas parecidas a ellas y algunas se parecen más cuanto más tiempo pasan juntas. Dependiendo de la causa, puede haber consecuencias posteriores.

Por ejemplo, explica Horwitz, si las personas bajas tienen más probabilidades de tener descendencia con personas bajas y las personas altas con personas altas, podría haber más personas con estaturas extremas en la siguiente generación. Lo mismo ocurre con los rasgos psiquiátricos, médicos o de otro tipo.

También podría haber implicaciones sociales. Por ejemplo, algunos pequeños estudios anteriores han sugerido que en Estados Unidos cada vez es más probable que la gente se empareje con personas con un nivel educativo similar, una tendencia que, según algunas teorías, podría ampliar la brecha socioeconómica.

Pero, en general, los investigadores advierten de que las correlaciones halladas son bastante modestas y no deben exagerarse ni utilizarse indebidamente para promover una agenda. Horwitz señala que la investigación sobre el apareamiento asortativo (compartir rasgos) fue, trágicamente, cooptada por el movimiento eugenésico (tener relaciones sexuales entre miembros de la familia).

Lo que sí esperan es que el estudio suscite más investigaciones en distintas disciplinas, desde la economía a la sociología, pasando por la antropología y la psicología. “Queremos que la gente pueda utilizar estos datos para hacer sus propios análisis y aprender más sobre cómo y por qué la gente acaba en las relaciones que acaba”, afirma. (elmundoalinstante.com).

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