Por: Germán Matamoros G.
“Me desespera la inactividad, la falta de acción”, dice la optómetra Diana Catalina Rojas. “Me desespera el ruido y la intolerancia”, comenta Herialeth Pinzón, instrumentista quirúrgica. “Me desespera la lentitud cuando pido algo y la actitud negativa de la gente”, agrega Teresa Sánchez,gerente de una clínica oftalmológica. Por su parte Gilberto Castillo, periodista, afirma que “el incumplimiento y la indisciplina me sacan de quicio”. Para Aldemar Vidal, celador de una empresa, lo desesperan “las deudas…la plata no me alcanza”.Las anteriores opiniones no son más que el reflejo de lo que se llama la desesperación o la desesperanza cuando no se cumple un objetivo que se quiere. Es al fin de cuentas un sentimiento más del ser humano que está, además, relacionado con la impotencia, la soledad, la protesta, la depresión y la tristeza. Es, obviamente, la manifestación de algo como: la falta de dinero, de cumplir con una expectativa de vida, de sueños ó de anhelos.
Una definición a partir de las emociones.
El desespero abordarlo a partir de una definición exacta es lo mismo que la desesperanza y esto es no tener en el interior la sensación de que el futuro existe. Y cuando se piensa en la desesperación se piensa en el agite, en el acelere, en la falta de sentido de las cosas. Se toca el mundo de las emociones y se llega a la impaciencia.
Cuando se toca ese mundo de las emociones se siente que el mañana no es una posibilidad de vida. Esto es interesante desde el punto de las definiciones, porque hay otro aspecto y es el de la irritabilidad que las personas tienen en relación con las cosas que no les están saliendo como uno espera que le salgan, o porque se es impaciente.
Ahora, la impaciencia y la irritabilidad son estados emocionales que dan cuenta de un desespero “porque esto o aquello no me sale bien”, dice la doctora Amelia Pinzón, psicóloga de la Universidad Nacional. Pero si se le pone un poco de empeño, un poquito de trabajo y otra óptica las cosas pueden salir mejor.
La desesperación se manifiesta en comportamientos, en gestos, en decir groserías, en agresividad mental o explícitamente, inclusive desde la simple sudoración que puede llevar a un cambio corporal.
“La desesperanza también tiene una connotación subjetiva, que es intangible –agrega la doctora Pinzón– Creo que es el motivo de consulta con más frecuencia en el área de la salud mental, la psicología o de la psiquiatría, que es pensar para qué el mañana”.
Los factores influyentes.
Hay que hablar de los factores que influyen en el desespero, o la desesperanza. Por ejemplo, la forma como la persona aprende a resolver conflictos, o la manera como se aprende a asumir las tareas que le son encomendadas. “Es como entender que uno es fruto de todos los aprendizajes que ha tenido a lo largo de la vida. Uno puede tener un hábito aprendido de familia porque los padres son irritables o tienen esa desesperación en conseguir las cosas, o se cree que si no me desespero pareciera que no voy aconseguir nada, o puede ser que de tanto apostarle a cosas que se han perdido, de pronto ya siente que la esperanza se está poniendo un poco más volátil”.
Las características más notorias de una persona desesperada tienen que ver fundamentalmente con las emociones, las necesidades, con la manera como se expresan las mismas, que pueden darse desde todos los estados anímicos posibles, que van desde la euforia total hasta la tristeza absoluta. No habría un patrón específico en las personas para manifestar su desesperanza, ya que está vista en muchos sentidos, incluso hasta en el silencio puede haber mucha desesperación.
Si el desespero, o la desesperanza, se presentan más en las mujeres o en los hombres hay que insistir en la forma de educación que se ha recibido. “Las mujeres expresamos con más frecuencia nuestra emociones, los hombres no. Puede ser que la desesperación de un hombre este dada en el hecho de ser malgeniados y uno pudiera meterse en el mundo de los prejuicios, de las caracterizaciones de población en la que los hombres son más bravos y las mujeres somos más alborotadas en nuestras emociones”, afirma la psicóloga.
Aquí cabe entonces una pegunta: ¿A quiénes se les permite expresar emociones con más frecuencia? Es precisamente a las mujeres, porque se pueden dar algunos lujos que por fortuna se dan a cambios culturales en los últimos tiempos, en los que se pueden expresar afectos y todas esas cosas que están pasando y que se pueden expresar de la mejor manera.
Los símbolos son determinantes.
Para determinar las razones por las cuales las personas se pueden desesperar más, hay que hablar de símbolos de la relación de los seres humanos con su propia existencia. Dependiendo de lo que es más importante, o a veces porque sea una justificación, puede que la persona se desespere porque no tiene plata, pero realmente es porque el dinero es un símbolo para otras cosas. Ejemplo: un chico de 17 años se desespera porque no tiene dinero, pero realmente no es por la plata misma, sino porque su papá no se la quiso dar y su relación con él le causa desesperanza, porque no quiere hacer lo que él quiere y porque además de eso no puede hacerle una invitación a su novia.
En términos generales los seres humanos se pueden desesperar o desesperanzar cuando no se tiene un claridad afectiva, una claridad conceptual de lo que es la relación con el mundo, con otro ser ya sea una persona ó un animal.
La gente se desespera más en estos tiempos por la falta plata, de trabajo y por la inestabilidad, según lo afirma la doctora Pinzón. También porque se está en un tránsito de una estabilidad absoluta, es decir, la persona que estudiaba o se disciplinaba casi que tenía garantizado un estatus, un reconocimiento, como por ejemplo en el mundo de los profesionales. Actualmente las cosas han cambiado, tanto que hay una inestabilidad que no se ha aprendido a manejar totalmente. “Antes la gente se graduaba con la certeza absoluta de que ya tenia gran parte de su futuro sembrado, Ahora no, porque es una siembra constante y mucho más exigente”.
No es un asunto de estratos.
Por estratos la desesperanza puede tener algunas diferencias. Puede darse el caso de una persona de estrato popular que se desespere porque no tiene el canasto lleno ó porque no tiene para pagar un arriendo; mientras que en los estratos altos el asunto se va más hacia el costo de las cosas de marca en el sentido de que no las encuentran ó no las pueden importar. Cada uno vive la desesperación a su manera. Sin embargo, en cualquier de los casos es finalmente una emoción que no tiene estrato.
La desesperación cuando llega a sus más altos niveles conlleva al suicidio. “Cuando hay tanta desesperanza donde se encuentra un lugar de su propia existencia de su yo como persona, que no se ve como individuo puesto en su futuro, si hay personas que toman la opción desesperada de acabar con todo”.
Al respecto dice la teoría del médico psiquiatra César Constain Mosquera: “Después de la rabia queda una inmensa tristeza, un mar amargo del cual es necesario salir para continuar viviendo. Y allí hay una trampa; la más difícil y peor de todas. Esa tristeza puede secar las ganas de seguir viviendo y esa es una forma muy peligrosa de depresión, pues cuando no se tienen ganas se pierde la esencia misma de la vida y queda sólo la pregunta: ¿total, para qué? Esto implica parálisis, desánimo e inmovilismo”.
Ningún ser humano se escapa a la desesperanza o al desespero. La propia doctoraAmelia Pinzón comenta su experiencia: “A mi me ha tocado una sensación de desesperanza en las múltiples formas en que estamos aprendiendo a relacionarnos. Cuando uno siente lo que uno dice, lo que uno expresa, lo que uno añora, no tiene nada que ver con la vida real. Por ejemplo en lo laboral: cuando ya las cosas han cambiado de tal manera que el éxito o el quehacer profesional está ligado más a las relaciones que uno tenga, que a las cosas que es capaz de lograr, eso a mi me causa una profunda desesperación”.