Mi preocupación por la “suerte” de los indígenas americanos no ha surgido en estos días a raíz de las nuevas desgracias vividas por los “indios” del Cauca. Viene de atrás y se va renovando con los avatares que tiene que pasar los indígenas por las medidas tomadas por gobiernos que no aceptan el derecho histórico de los nativos sobre sus territorios. Creo que Luis XV y sobre todo Rameau los trataron mejor.
Mucho mejor que a los indígenas caminantes de la Minga colombiana o que a los cientos de indígenas peruanos masacrados por defender sus territorios ancestrales les fue a los dos nativos norteamericanos de Luisiana que fueron llevados a través del Atlántico para ser exhibidos en una feria parisina durante el reinado de Luís XV. Por lo menos los del norte no tuvieron que caminar medio país para ver si el Soberano consentía en recibirlos o si finalmente les respetaba sus dominios. En cambio, Jean Philippe Rameau los inmortalizó en la última entrada de Las Indias Galantes, la ópera-ballet en la que “Les Sauvages” constituye una de las más bellas danzas del barroco francés.
Al querido y admirado Alejo Carpentier siempre le pareció ofensivo el trato de “salvajes” que Rameau y los delicados cortesanos de la Regencia dieran a los nativos de visita en Francia. Sin embargo, la pieza para clavecín incluida luego como parte de la ópera-ballet y en la actualidad como fondo musical de la página web del ensemble Les Arts Florissants y como “piece de resistance” de clavecinistas y hasta de pianistas avisados ha ignorado el elemento peyorativo que pudo haber tenido y ha alcanzado una dimensión vecina a lo sublime. La reivindicación léxica del insulto “indio salvaje” se viene dando gracias a la clarividencia de Carpentier como lo asevera en el ensayo “América Latina en la confluencia de coordenadas históricas y su repercusión en la música” (http: clariperu.org/Artículo Carpentier html) “Cuando Debussy y Ravel escribieron “habaneras”, siguieron siendo tan franceses como franceses eran los “salvajes” de América que hizo bailar Rameau en sus ‘Indias Galantes’”. El valor del arte, en este caso de la música como fuerza transformadora de la sociedad queda patentado en el reclamo airado del cubano y en el efecto reivindicativo que Les Sauvages ha suscitado al paso de los años.
Transcribo un aparte de la reseña a una presentación de Las Indias Galantes en la Brooklyn Academy of Music hecha por Les Arts Florissants, el prestigioso conjunto de intérpretes de la música barroca que dirige desde 1979 el norteamericano naturalizado en Francia William Christie; dicha reseña colgada en la red el 3 de marzo de 1993 (hace ya 16 años) por el profesor François R. Velde, de la Universidad Johns Hopkins, mantiene toda su vigencia como lo vislumbró Carpentier: el justo zapateo ante Europea por el reconocimiento de nuestros valores y derechos como “indios”. Lo de “salvajes” está por confirmarse según lo defina la intransigencia de nuestros Presidentes. Pero esas minucias políticas no las tuvo en cuenta Rameau. Cedo la palabra al profesor François R. Velde en mi traducción de su Digresión sobre Les Sauvages:
“En sep. de 1725, dos “salvajes”, i.e. indígenas americanos capturados en el territorio ocupado por los franceses en Luisiana, fueron exhibidos en una feria en París. Tenían 25 años, eran hermosos y vestían sus trajes típicos. Realizaron tres danzas que representaban la Paz, la Guerra y la Victoria. Uno de los bailarines estaba de punta en blanco en la suntuosa vestimenta del jefe y el otro, en la simple dotación del guerrero. A los visitantes a la feria les fue difícil entender lo que se describía en las danzas. Pero según comentó alguien “quizás les hubiera sido imposible entendernos si hubiéramos intentado representar las mismas cosas para nosotros” (relativismo cultural, tan pronto!). Un espectador era Jean Philippe Rameau, quien unos años después escribió una de sus piezas para clavecín, que llamó “Les Sauvages”. La pieza fue publicada en las Nouvelles Suites de 1728 y se re-utilizó en una escena de ballet de Las Indias Galantes, como Danza de la Pipa de la Paz. La ópera-ballet en sí fue un fracaso, pero la música adquirió popularidad. De hecho, “Les Sauvages” fue una de las piezas más populares de la música francesa a lo largo del siglo XVIII: se tocaba cada año durante el concierto gratis que se daba en París el Día de la Fiesta del Rey hasta la llegada de la Revolución. Lo que resulta interesante es cómo la pieza viajó y regresó al Nuevo Mundo. A mediados del siglo en la isla caribeña de Dominica un grupo de inmigrantes franceses celebraba una fiesta en la que otro grupo, esta vez de nativos, también gozaba del evento. (La propaganda del año pasado – 1992 – me hizo pensar que todos habían sido asesinados por Colón, pero parece que dejaron algunos). Se tocó la danza de Rameau e inmediatamente levantó un gran entusiasmo entre los nativos, que empezaron a bailar a su manera con este ritmo y bailaron hasta quedar exhaustos. Rameau se enteró de ese éxito, lo encontró motivador y lo recibió con gusto por ser sincero y puro.
La pieza también viajó al otro lado del mundo, más o menos por la misma época. Un jesuita francés en la Corte Imperial de China les ofreció a sus anfitriones una muestra de la música occidental y les tocó “Les Sauvages”, de Rameau. El jesuita saboreó la frustración!
Ahora, cuando oigo esta maravillosa pieza, en el fondo de mi mente veo la imagen de estos dos indígenas americanos; los veo bailando como los he visto en los pow-wows (Nota del Traductor: palabra del narraganset que significa “líder espiritual” y por extensión reunión de los indígenas del norte para bailar, cantar, celebrar y compartir, “equivalente” a nuestra minga del sur, reunión indígena para implorar justicia y contar cadáveres!) luciendo sus tocados emplumados, bailando en círculo y zapateando sobre el escenario de tablas parisino como los vio Rameau, regocijado en fascinación”.
Bogotá, D.C. 19 de junio de 2009
Nota: “Les Sauvages” se puede ver en muchísimas versiones de You Tube, entrando por Rameau, por el nombre de la danza o por el nombre de la ópera-ballet “Les Indes Galantes”, a la que pertenece.
Bogotá, D.C. julio 18 de 2012