Por: Gabriel Ortiz
Mientras el país se dedica a defender el proceso de paz de La Habana, atacado por el uribismo con los más feroces sofismas, sin asidero, se nos pasan de largo las argucias del alcalde de Bogotá, quien ya no sabe qué hacer para embolatarnos mientras salta de improvisación en improvisación.
A este hombre lo eligió una sociedad, que lo miró como un necesario inquisidor, por sus denuncias en el Congreso, para remediar los desmanes de la administración Moreno. Era una esperanza para votantes de izquierda y derecha. Derrotó a valiosos adversarios, ¡lástima! Creyó haber alcanzado la solución de los problemas de la Capital. ¿Pero qué pasó? Nada, nada de nada, porque se trata de un “paquete”, de un hablador y de un encantador de serpientes.
Un atropellador que se ha pasado “por la faja” todas las normas y como una de las serpientes embrujadas, se desliza eludiendo la Ley y buscando intereses bien diferentes a los que requiere una ciudad que, entonces iba y hoy sigue, rumbo al desastre.
Rompió con el Concejo. Claro que la corporación dio toda la papaya del mundo, con actos de corrupción. Así nació el POT de Petro, que violando la Ley, expidió por decreto y el cual, inexplicablemente, ahora reviven tribunales con dudosas razones. Dedicó medio período a defenderse para evitar la revocatoria del mandato. De paso desacreditó el derecho más progresista alcanzado por los colombianos: la tutela.
Con dedos de sus zarpas, reparte a diestra y siniestra contratos que acaban con el presupuesto (esto antes se llamaba corrupción). Nos clava ahora un inexplicable impuesto de valorización para remendar las maltrechas vías que aún quedan. Palazos de ciego en la movilidad, en la seguridad, y en todo lo que toca y hace.
Ahora saca un “estudio” para un Metro. Para el más caro: el subterráneo. Con el valor de los estudios que se han adelantado durante 67 años, ya tuviéramos ese transporte. Vale 15 billones, pero puede tener sobrecostos. Algunos malpensados, dicen que ese presupuesto, puede sacar adelante el proyecto, porque hay plata para la repartición. Qué falta de seriedad, que desbarajuste, que caos. Parece que Bogotá, es una “ciudad hechizada… maldita”.
BLANCO: El extraordinario programa de vivienda Santos. Se necesitaba un verdadero vicepresidente ejecutivo que pedaleara.
NEGRO: Es mucho lo que deja al descubierto la parlamentaria Susana Correa, sobre el Hacker en la campaña Uribista.
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