Una actuación vergonzosa

Al parecer, los sucesivos gobiernos de turno no aprenden las lecciones que les dejan sus antecesores. Cuando están de candidatos critican las cosas malas del presidente y su equipo y prometen acabar con ello; pero, cuando llegan al poder, la historia se repite.

En este caso me refiero a los cargos y contratos que se reparten entre los familiares de los altos funcionarios, así como a las malas designaciones diplomáticas.

El reciente escándalo propiciado por el embajador de Colombia en Nicaragua, León Freddy Muñoz, quien no solamente no conoce sus límites o a qué país representa, sino que, como nos lo recuerdan algunos medios de comunicación, estuvo vinculado en el año 2018 con el tráfico de drogas, por lo que fue arrestado.

León Freddy Muñoz. (Imagen: Cámara de Representantes)..

Escándalos de esta clase le generan un grave daño a la imagen del país y a su diplomacia en el mundo. Nuestra Cancillería debería entregar a los diplomáticos que no son de carrera un manual de procedimientos, y enseñarles al pie de la letra las distintas convenciones de Viena entre las que resaltamos la consular, la diplomática, la de los tratados, para que al menos conozcan a grandes rasgos cuáles son sus obligaciones.

El diplomático debe reunir ciertas condiciones básicas como por ejemplo el que no haya estado vinculado a ninguna clase de delitos o escándalos, ya que el aspirante  representa a un país y a su pueblo, y ya tenemos la mala fama que nos han dejado el narcotráfico, la violencia en el país y la corrupción, como para que el gobierno la refuerce nombrando personas que al parecer no reúnen las condiciones para el cargo, o cuyas condiciones éticas se ponen en duda o no guardan la compostura y son actores de todo tipo de aquelarres.

Ningún diplomático, y menos un embajador, puede interferir en los asuntos internos del país en el que cumple sus funciones y tampoco tomar partido político; debe ser imparcial y un buen oyente.

El mundo rechaza la violación de los Derechos Humanos que se practica en Nicaragua, como para que nuestro embajador envié mensajes equivocados a la comunidad internacional en los que la aplaude, al participar en una marcha sandinista en apoyo al dictador Daniel Ortega.

El embajador no puede olvidar que los intereses de Colombia están por encima de los suyos propios, y que además de ética debe tener tacto, discernimiento y prudencia en lo que hace y dice.

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Clara Inés Chaves RomeroExdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.

Sobre Clara Inés Chaves

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