Leyendo una noticia del 18 del mes en curso del diario El País titulada “Wilson quedó como ofrenda. Comunidad indígena cree que el perro rescatista fue canjeado con espíritus”, me recuerda que esta tradición religiosa o espiritista no solamente proviene de las creencias de los indígenas que son conocedores de la madre tierra, sino también de nuestra herencia africana.
Al hablar de las religiones africanas nos referimos a conjuntos de credos de índole espiritual, generados por la fe de grupos humanos cuyas creencias ancestrales se han transmitido de generación en generación y permanecen en las mentes de millones de sus descendientes que han dejado de pertenecer al mundo de los vivos.
En el África cada cultura y cada etnia tiene su propia religión o idiosincrasia y aunque algunas de ellas se comparten en las distintas regiones de este maravilloso continente, están marcadas por zonas.
La cultura ancestral africana se ha venido transformando en el tiempo, es decir, los diversos significados del mundo que decretan reglas, valores y principios que gobiernan la vida diaria, y las costumbres que se repiten a menudo que son producto de los elementos propios de sus cosmologías.
Este poder de la tradición se relaciona con la devoción a los ancestros y a las ceremonias de iniciación. Es decir, en la inmersión por conocer sus orígenes y en participar en prácticas sagradas.
En cada región del África encontramos distintos sistemas animistas, así como religiones cristianas y el islam las que conviven entre ellas.
Para los africanos la familia, el clan o la comunidad son fundamentales y son anclajes de construcción de su propia identidad en donde las dificultades se resuelven más fácilmente y con mayor eficiencia.
Con la esclavitud parte de estos saberes en los que la naturaleza es la fuente de toda energía y uno de sus dioses, fueron traídas a América por los esclavos. Ejemplo de ello es la religión animista Yoruba que es la misma santería que se practica actualmente en Cuba.
La naturaleza, los ríos, las piedras, las plantas y los metales tienen su razón de ser en este mundo y representan distintos valores como lo que “Oricha” que son los guardianes y traductores del futuro universal, simbolizan cada uno de los distintos conceptos como la justicia, las aguas, la guerra y la salud y nosotros los humanos somos los que cumplimos con sus deseos.
Esas religiones constituyen mitologías en las que se atribuyen, como en otras creencias del mundo en diferentes épocas, como entre los egipcios, los griegos, los romanos y los nórdicos, propiedades y atribuciones propias de cada uno de los dioses que las rigen.
Tanto las culturas africanas como las indígenas nos enseñan la importancia de la madre tierra, su interpretación y el cuidado que debemos darle.
Siguiendo esta ancestralidad espiritual, esperamos que Wilson que se ha convertido en un héroe canino, pueda en su propia condición regresar a a la civilización, una palabra cuyo significado se pone en entredicho, ya que la guerra y la destrucción no puede llamarse civilización sino todo lo contrario. Es la paz y la armonía las que se sincronizan con la naturaleza y están por encima de toda avaricia y guerra de poderes que genera la humanidad.
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.