Mucho se ha venido hablando del tema, lo cierto es que hechos como: el desprestigio y la inercia de los gobiernos, la falta de liderazgo, el fracaso de occidente y en particular de los Estados Unidos en el África y en las guerras en las que han incursionado, la pasividad o quizás el desinterés por las atrocidades que se cometen en Siria en donde se violan los Derechos Humanos y hay un gobierno autoritario, la guerra en Palestina, las barbaridades arcaicas de los talibanes para con su pueblo en donde se retrocede la historia, se cierran colegios, las mujeres se obligan a colocarse las burkas y pierden sus derechos, las inequidades que salieron a flote con el Covid-19 en los países de la Unión Europea y en el mundo, el retroceso que vivió los Estados Unidos bajo la presidencia Trump en la que este país perdió su liderazgo en el mundo y abandonó a sus socios de lucha, la crisis de los valores en esta nación que debilitan su democracia en la que el expresidente Trump pretende regresar al poder a pesar de los varios delitos por los que se le acusan, el avance de China, la ampliación de los BRIC que pretenden desplazar al dólar como la divisa internacional y el ascenso de algunas potencias como la India, Rusia, Brasil entre otras, hace pensar que Occidente esta en descenso.
(Imagen: archivo particular – VBM).
Lo cierto es que el discurso de Occidente y en particular de Francia en el África no tiene poder alguno y tampoco responde a los nuevos desafíos de ese continente y del mundo; por el contrario, se está abogando allí por una independencia de sus ex metrópolis y se viene generando por parte de China y de Rusia en los países africanos en particular en la zona francófona un sentimiento contra Occidente que cada vez toma más fuerza al punto que ya algunos países como Níger por ejemplo le comienzan a cerrar las puertas a Francia.
La crisis del sistema democrático en el que existe total incredulidad por las propuestas que brindan los distintos partidos políticos que cada vez se tornan más populistas generando polarización y divisiones al interior de sus naciones, crea un espacio amplio a los autoritarismos como una manera en la que sus sociedades ponen la esperanza en épocas de crisis y como una manera de generar una aparente seguridad ante el aumento del terrorismo y de la delincuencia común.
Por todo ello, se ha hablado de la crisis de las ideas liberales y de la propia democracia olvidando así que lo que debemos es fortalecer su institucionalidad y disminuir la inequidad en la que vive el mundo.
La apuesta de Occidente en la guerra de Rusia contra Ucrania es un gran desafío, ya que de perderse sería la hecatombe para el poder de disuasión, el político y de credibilidad de esta región y en particular de los Estados Unidos.
Pero además de lo anteriormente expuesto no podemos olvidar que mientras el África crece en número de habitantes jóvenes, la sociedad occidental se envejece cada vez más lo que va a generar un mayor costo para los estados que la conforman y una desigualdad de renta y riqueza muy alta.
La desesperanza de la juventud es enorme, pues en la mayoría de las naciones no tienen oportunidades de empleo ni de una educación acorde a los nuevos desafíos que impone el actual orden económico mundial y se enfrentan a la idea de que no tienen futuro y se encuentran en un mundo que se derrumba cada vez.
A este panorama se agrega la crisis climática que pone en jaque al mundo con sus sequias y sus inundaciones, perdidas de diversas especies de flora y fauna que va conduciendo a un mundo en donde la esperanza de la seguridad alimentaria se desvanece aún más, cuando en el planeta la guerra y los conflictos internos aumentan y líderes como el dictador de Corea del Norte cataloga a su país como la potencia nuclear y se ha dedicado a aumentar su poder de disuasión y a desestabilizar la región.
El mundo al parecer busca cada vez más la guerra que la paz, y esta se vuelve solamente el objeto de un discurso que se lleva el viento. Se vislumbran a su vez nuevos colonialismos y a las sociedades en general poco parece importarle el futuro de sus países, pues siguen eligiendo al corrupto y al ladrón que destruye cada vez más la democracia, el Estado de Derecho y su institucionalidad.
¡Que panorama! ¿Me pregunto que estarán esperando los líderes mundiales para actuar rápidamente y cambiar el curso de este negro horizonte?
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.