¿Será que en el país del Sagrado Corazón tendremos paz, reconciliación y desarrollo? A veces la esperanza se pierde cuando vemos que la intolerancia, el irrespeto y demás antivalores se imponen.
Parece que hemos olvidado nuestra propia historia y la del mundo, llena de guerras, desplazamientos, hambruna, injusticia social, y en el caso nuestro, de violencia política bipartidista en la que se mataron colombianos solo por un color político y eso lo único que trajo fue desolación, dolor, odios y atraso.
Como si fuera poco, ahora algunos políticos pretenden que regresemos de nuevo a esa época oscura de nuestra historia que mencioné anteriormente donde la impunidad reino, polarizándonos más entre derecha e izquierda.
(Imagen: Infobae – VBM).
Lo más curioso es que es tanto el lavado de cerebro que la gente no sabe ni porque pelea, pues repite como una grabadora sin entender cuáles son los principios ideológicos de su partido de preferencia, porque ni siquiera existen los partidos, sino son una colcha de retazos en la que los políticos cambian de color de acuerdo a sus conveniencias.
Tampoco algunos saben cuál es la diferencia entre los populismos, la izquierda y la derecha, y confunden el socialismo con el comunismo. Vergonzoso, o quizás, somos un pueblo inculto y al establecimiento que nos ha gobernado le interesa mantenernos de esta manera.
Siempre se culpa a unos políticos de algunos de los hechos antes señalados, cuando es la propia sociedad sin importar estratos sociales la que está enferma. Hasta en los edificios se ven especímenes insolidarios, que se pasan por la faja la ley y se sienten superhombres como si fueran dignos de aplaudir y de imitar.
Nos quejamos del bullying en el colegio y claro es más grave si la víctima es uno de nuestros hijos, cuando debería ser cualquiera sin importar si es de nuestra familia o no.
Lo sucedido recientemente a la hija menor del Presidente de la República en el estadio de Barranquilla durante el partido Colombia – Brasil refleja lo podrida que esta nuestra sociedad y la ignorancia en la que vivimos.
Nadie tiene la culpa de nacer en la familia o en el país al que pertenece. No es posible que el tema político que tanto nos divide como nación ya que impone que el odio y las ideologías, sean los que prevalecen, vulnerando los derechos de una menor de edad y causándole daños psicológicos.
Tanto nos hemos acostumbrado al odio, a la división y a dejarnos llevar por las ideologías que ya los conceptos de familia, de sociedad y de país poco importan, o tienden a desaparecer imponiéndose el egoísmo y esas conductas viles como el matoneo que le hicieron a Antonella Petro, quien merece respeto, no por ser hija del Presidente sino porque tiene el derecho que tenemos todos de disfrutar de un partido de fútbol como cualquier otra persona.
No podemos hacer diferencia de clase entre los colombianos, como si unos fueran de primera, otros de segunda o de quinta categoría, eso es estigmatización y una manera de vulnerar la dignidad de una persona. Tan iguales son los hijos del rey Carlos de Inglaterra como los hijos de cualquier presidente o expresidente en el mundo como los de un carpintero o de un mendigo.
Vivimos de pan y circo y hasta se nos han olvidado los derechos que cada ser humano tiene en un país que se dice democrático como Colombia. ¡Qué vergüenza! Esas conductas son repudiables e inconcebibles. ¿Cómo podremos lograr la paz, la reconciliación y el desarrollo, si nosotros somos nuestros propios enemigos? Y es más condenable viniendo de personas que se dicen dízque educadas. La educación no se mide solamente por la cantidad de conocimientos, sino por los valores formados en casa y que hacen parte de un Estado de Derecho, pues los Derechos Humanos y las libertades están contenidos en el orden liberal en el que vivimos, y algunos pretenden acabarlos para vivir en una esclavitud permanente y totalitaria.
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.