En un planeta atravesado por más de medio centenar de conflictos armados y tensiones geopolíticas simultáneas, el voto dejó de ser un trámite democrático para convertirse en un acto estratégico de defensa nacional. Hoy, elegir Congreso y Presidente es decidir si el país fortalece sus instituciones o queda atrapado en el juego peligroso de potencias y regímenes que disputan influencia en la región.
Un mundo en tensión que nos alcanza
La tensión creciente entre el régimen venezolano y Estados Unidos no es un asunto lejano: Colombia comparte más de 2.200 kilómetros de frontera con Venezuela, y cualquier escalada militar o sanción severa impacta directamente nuestra seguridad, economía y estabilidad social. Analistas han advertido que un conflicto abierto podría generar una guerra prolongada, flujos migratorios aún mayores y una presión insoportable sobre nuestras instituciones.
Ese tablero geopolítico se combina con un dato inquietante: la presencia y expansión de grupos armados colombianos en territorio venezolano, en una frontera porosa donde el Estado pierde control y prosperan economías ilegales. Diversos informes internacionales han señalado la actuación del ELN en varios estados de Venezuela y sus vínculos con autoridades locales, lo que convierte a ese país en una retaguardia estratégica para estructuras que desestabilizan a Colombia.
(Imagen: arhcio particular.VBM).
El voto como escudo democrático
En este contexto, el voto no puede ser visceral, ni un gesto de rabia momentánea, ni una adhesión ciega a banderas ideológicas. Debe ser un juicio sereno sobre qué Congreso y qué Presidente están mejor preparados para navegar un entorno internacional hostil, proteger la soberanía y evitar que el conflicto venezolano nos arrastre. Elegir bien no es un lujo: es la primera línea de contención frente a decisiones tomadas en Caracas, Washington o cualquier otra capital que puedan comprometer la paz en nuestra frontera.
El Congreso que se elija tendrá en sus manos la aprobación de tratados, el control político sobre la política exterior y de defensa, y la capacidad de respaldar o frenar decisiones cruciales del Ejecutivo. Un Legislativo débil, cooptado por intereses privados o por la corrupción, es terreno fértil para que las presiones externas y los grupos armados internos condicionen el rumbo del país sin contrapesos reales.
Votar contra los corruptos conocidos
Hay un consenso social difícil de discutir: buena parte de los rostros asociados a escándalos de corrupción son ya de dominio público, gracias al trabajo acumulado de medios de comunicación, organismos de control y organizaciones civiles. Frente a esos nombres, el voto debe convertirse en un mensaje claro: ningún político que haya traicionado la confianza ciudadana merece repetir curul ni ascender a mayores responsabilidades de Estado.
El voto de castigo, aplicado de manera masiva y consciente, es una herramienta democrática para depurar la clase política sin recurrir a salidas autoritarias. No se trata de odio, sino de ética pública: premiar a quienes trabajan con transparencia y sancionar a quienes han hecho de la política un negocio personal o un puente para intereses ilegales.
Cerrar filas por la soberanía
La presencia del ELN y otros grupos armados en la frontera, sumada a un vecino en crisis política y bajo fuertes acusaciones internacionales de violaciones de derechos humanos, configura un cinturón de riesgo que Colombia no puede ignorar. Cuando esa realidad se cruza con la amenaza de una posible intervención militar o de una escalada mayor entre Estados Unidos y Venezuela, el margen de error en nuestras decisiones internas se reduce dramáticamente.
Cerrar filas, en este momento, significa tres cosas muy concretas:
- Elegir un Congreso con vocación de Estado, no de clientela.
- Elegir un Presidente capaz de defender la soberanía sin arrodillarse ante ninguna potencia ni proteger regímenes cuestionados.
- Negar el voto a corruptos y oportunistas que debilitan al país desde dentro, justo cuando más necesita cohesión institucional.
En tiempos en que la guerra se discute a pocas horas de nuestra frontera, votar se vuelve un acto de paz preventiva. No se trata de escoger al más estridente, sino al más responsable; no al que grita más fuerte contra un enemigo externo, sino al que se toma en serio la tarea de blindar al país, fortalecer la democracia y evitar que los conflictos ajenos dicten nuestro destino.
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Clara Inés Chaves Romero: Ex diplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional en medios como Eje 21, Diario El Nuevo Liberal, Magazín Ver Bien, Realidades y Perspectivas, Revista Ola Política. Escritora de los libros: Justicia Transicional, Del laberinto a la esperanza, Un camino al África, una puerta al mundo.
Verbien magazín El tiempo corre hacia atrás y solo lo atan los buenos recuerdos y las buenas acciones. Gilberto Castillo
