Francia Marquéz, vicepresidenta. (Imagen: Camilo Suárez – VBM).
La noticia que salió en Pluralidad Z el pasado 28 de junio titulada “Gabriel Gilinski es tendencia por burlarse del bachillerato de Francia Márquez”, refleja lo podrida que esta nuestra sociedad.
Quiero hacer notar que, si la situación fuera la inversa, estaríamos haciendo el mismo tipo de reproche.
Es lamentable que en lugar de unirnos como país terminemos cada vez en dos orillas o quizás en múltiples bordes que se tornan incomprensibles y en los que el odio, el resentimiento, la segregación, el racismo, y el rencor parecerían ser los comunes denominadores.
La burla de Gabriel Gilinkski demuestra que no conoce el país y que poco le duele. Desafortunadamente no todos los colombianos han tenido o tienen la misma fortuna que él que ha gozado de privilegios dada su condición socioeconómica.
Se nota que Colombia es un país subdesarrollado en el que, a diferencia de Bélgica por ejemplo, si se siente la diferencia de clase. El rey de los belgas o un aristócrata puede vivir al lado de lo que llamaríamos de estrato 2, 3 o 4 y eso no le quita su condición de gente y de noble.
En países desarrollados como el que mencioné anteriormente, por fortuna todos tienen la posibilidad de ir al colegio, estudiar en la misma universidad que estudia un rico, tienen calidad de vida, empleo y un servicio de salud digno; no hay ninguna diferencia. Colombia tendría que llegar a ese nivel de desarrollo.
El burlarse de una persona porque terminó su bachillerato a los 28 años deja mucho que pensar sobre la clase de ser humano que es, y lo que más preocupa es que sea el dueño del diario El País de Cali, pues me pregunto cómo puede dirigir un diario si no le duele el país y si va tener sesgos en las noticias entre los ricos y los pobres, o entre los que tienen privilegios y los que carecen de ellos porque el Estado no cumple con su función social y abandona a su propio pueblo como son los colombianos de algunos departamentos tales como El Cauca, la Guajira, El Meta, El Amazonas, El Putumayo, entre otros más.
Parecería que al señor Gilinki se le olvida que las empresas tienen una obligación social para con su país y en particular para con las comunidades, como invertir en educación para que la nación se desarrolle, o en la paz entre otros innumerables ejemplos.
El incentivo es importante en todas las clases sociales y es lo que se le debe proporcionar a los menos favorecidos para que se superen y cumplan sus anhelos en lugar de quitarle esas esperanzas. Eso es una manera de restarle a la criminalidad sus tentáculos y construir nación.
Es lamentable que el tema ideológico sea una excusa para descalificar y pisotear la dignidad y el honor de las personas, es decir sus derechos fundamentales. Yo diría que por fortuna la señora vicepresidente se graduó de bachillerato y pudo hacer una carrera y llegar a la posición que tiene. Esto debería ser un estímulo y un ejemplo a seguir para muchos colombianos a los que el estado le roba sus sueños y la única alternativa que tienen para no morirse de hambre es delinquir.
Actitudes como la del Sr. Gilinski son las que dividen al país, y lo que necesitamos es unión y cohesión social.
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.