Desde hace un tiempo se viene hablando del desprestigio de la diplomacia colombiana, cuando en los medios de comunicación se habla, entre otros ejemplos, de embajadores que nos han representado ante distintos gobiernos y que están salpicados de presuntos delitos de narcotráfico, tenencia de tierras quitadas a los campesinos, malversación de fondos, o porque no están preparados académicamente para ocupar una representación diplomática.
Es lamentable que se pierda la dimensión de lo que significa ser diplomático y se piense en esta noble y loable labor como la oportunidad para ganar en dólares o en euros, en aprovechar la ocasión para estudiar una maestría o un doctorado, o simplemente en ir a pasear y conocer otros países a costa del erario del Estado y de los colombianos.
Los cargos diplomáticos no pueden seguir sirviendo para pagar prebendas o deudas con algunas personas que acompañaron al presidente de turno en su campaña o el ser el familiar del senador o el amigo de x o y persona.
Hay que devolverle la dignidad a la cancillería colombiana y a la diplomacia. A través de ella el país hace conocer su política interior y exterior y desarrolla esta última. También se estrechan las relaciones políticas e internacionales, las comerciales, las culturales y los lazos de amistad entre los pueblos.
El diplomático debe saber que si va a un coctel es a trabajar y no a emborracharse y mucho menos a violar la ley so pretexto de la inmunidad diplomática.
Fortalecer la carrera diplomática es fundamental en particular en ahondar en el conocimiento del país, de sus intereses, del orden internacional y de toda la filigrana que se teje en este medio fascinante de la alta política.
Por más profesional que sea una persona no se transforma de la noche a la mañana en un excelente embajador si no conoce a profundidad las distintas temáticas y escenarios internacionales que existen a nivel global, y mucho menos participando en un día, una semana o un mes en cursos relacionados con el tema. Eso no lo hace diplomático.
En este orden de ideas, ¿cuál puede ser la motivación que tienen hoy en día los estudiantes de las facultades de derecho y de relaciones internacionales para formarse en el campo diplomático, si este está invadido por personas que no reúnen las suficientes calificaciones? ¿No es una falta de respeto para con ellos, para con los funcionarios de carrera y para con los colombianos en general?
El diplomático debe ser una persona íntegra en el pleno sentido de la palabra, en su ética, en su don de gentes, en su vestir, en su moral, en sus conocimientos. Al parecer hemos olvidado la historia de la diplomacia y de los grandes diplomáticos que han dejado huella como Winston Churchill.
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.