La pobreza en Colombia sigue siendo una de las realidades más dolorosas y complejas, pese a ciertos avances recientes reflejados en indicadores oficiales. El debate sobre la pobreza ha desaparecido del centro de la agenda pública, tal como advierte Dominique de Villepin, y la peligrosa creencia de que el problema se encuentra resuelto convive con una exclusión persistente y una falta de políticas transformadoras para erradicarla.
Es fundamental subrayar que la pobreza no debe ser objeto ni de estigmatización ni de exclusión social. En Colombia, la pobreza ha sido reiteradamente criminalizada y usada como un mecanismo de violencia simbólica que profundiza la marginalización y dificulta la empatía social. La estigmatización alimenta prejuicios y justifica la exclusión de millones de compatriotas que merecen respeto y oportunidades dignas. Por ello, la pobreza no puede ni debe convertirse en un arma política más para los discursos electorales oportunistas que buscan capitalizar la desesperanza de los más vulnerables sin asumir un compromiso real.
(Imagen: Notiweb-VBM).
Combatir la pobreza debe ser un pacto auténtico que trascienda ideologías y partidos, un compromiso de todos los sectores sociales, del Estado y de la sociedad civil, encaminado al bienestar común y al respeto profundo por la dignidad humana. Solo así se podrá construir un país unido, justo y en paz, que deje atrás el ciclo de exclusión y violencia que tanto daño ha causado
Durante 2024 y 2025, la incidencia de la pobreza monetaria disminuyó —pasando de un 34,6% en 2023 a un 31,8% en 2024— alcanzando su menor nivel en más de una década. Sin embargo, detrás de estas cifras permanece una realidad cruda: alrededor de 16 millones de colombianos aún sobreviven con ingresos apenas suficientes para suplir sus necesidades básicas, y el 20% más vulnerable apenas ha visto incrementos en su calidad de vida. Los subsidios y políticas sociales han sido insuficientes para impactar la raíz del problema, y muchas ayudas estatales no llegan a quienes más lo necesitan, perpetuando el círculo de la pobreza y de la exclusión.
Colombia presenta la tasa más alta de pobreza infantil de toda la OCDE: más de 11 millones de niños y adolescentes viven en condiciones de pobreza, y de estos, más de 3 millones están en pobreza extrema. Cerca de 392.000 niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica y la inseguridad alimentaria sigue golpeando con fuerza, especialmente en regiones como La Guajira y el sur del país. Las brechas territoriales son abismales, y faltan políticas públicas eficaces que garanticen derechos tan básicos como la alimentación, el agua potable y la educación de calidad.
La pobreza, la violencia y la ausencia de instituciones sólidas alimentan un círculo vicioso: los niños fuera del sistema escolar y laboralizados, la precariedad de las familias, la exclusión de los bienes sociales y el estigma social perpetúan la desigualdad intergeneracional, convirtiendo la pobreza casi en una herencia. El impacto del cambio climático intensifica la vulnerabilidad, como quedó de manifiesto en los recientes episodios de inundaciones y sequías que han dejado a miles de familias desprotegidas.
El Estado ha implementado medidas como la expansión de programas de transferencias monetarias, comedores comunitarios y programas de seguridad alimentaria. Sin embargo, tanto los expertos como los informes de organismos sociales coinciden en que aún predomina una respuesta asistencialista y fragmentada. El país necesita una visión estratégica, estructural y de largo plazo que conciba la erradicación de la pobreza como un proyecto nacional y no como un eslogan temporal de campaña. Podemos decir entonces, que urge un pacto social para combatirla.
Considero que existen algunas propuestas como las que expondré a continuación para concebir un nuevo pacto contra la pobreza, estas son:
- Impulsar políticas de Estado, no de gobierno, que trasciendan los ciclos electorales y partan del reconocimiento ético de la dignidad de todos los colombianos.
- Promover la integración de acciones multisectoriales (educación, nutrición, empleo y salud) y fortalecer la democracia participativa para erradicar tanto la pobreza como la violencia.
- Exigir a los líderes políticos un compromiso transversal, sin populismos, para pacificar y unir al país mediante políticas incluyentes y sostenidas en el tiempo.
La justicia social y la democracia verdadera comienzan por la dignidad de los más pobres. Colombia necesita repolitizar el problema de la pobreza, ponerlo de nuevo en el centro del debate nacional y adoptar una visión colectiva y solidaria, que supere la indiferencia y las respuestas fragmentarias de los últimos años.
————————————————-
Clara Inés Chaves Romero: Ex diplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional en medios como Eje 21, Diario El Nuevo Liberal, Magazín Ver Bien, Realidades y Perspectivas, Revista Ola Política. Escritora de los libros: Justicia Transicional, Del laberinto a la esperanza, Un camino al África, una puerta al mundo.
Verbien magazín El tiempo corre hacia atrás y solo lo atan los buenos recuerdos y las buenas acciones. Gilberto Castillo
