Los científicos conocen bien las zonas de mayor peligro, pero con la instrumentación actual es imposible saber el momento en el que la deformación de la tierra liberará un sismo
En 2012 seis científicos y un funcionario italianos fueron condenados a penas de seis años de cárcel por no haber previsto el terremoto que tres años antes destrozó la región de L’Aquila. Finalmente fueron absueltos, pero la acusación fue insólita, provocó la dimisión de cargos de la comisión que evalúa los grandes riesgos en el país y una gran preocupación entre los sismólogos porque, como reiteran cada vez que sucede una catástrofe semejante, es imposible predecir cuándo sucederá un gran terremoto. Ni el de Italia, de una magnitud de 6,3, en el que murieron alrededor de 300 personas, ni los dos de 7,8 y 7,5 que el lunes sacudieron Turquía y Siria causando, por el momento, más de 5.000 fallecidos.
“Sabemos que los grandes terremotos están ligados, en el 90% de los casos, a grandes fallas y límites de placas bien conocidas, aunque eso no implica que no pueda haber seísmos importantes lejos de esas grandes estructuras. La naturaleza siempre nos sorprende”, explica a este periódico José Morales, catedrático de Física de la Tierra del Instituto Andaluz de Geofísica y de la Universidad de Granada.
En concreto, las fallas de Anatolia este y norte, las que han provocado el desastre de Turquía y Siria, son probablemente “las más peligrosas del mundo, incluso más que la famosa falla de San Andrés (California)”. En los últimos cien años, ha causado varias decenas de sismos de magnitud superior a 7.
Sin embargo, predecir cuándo esa falla o cualquier otra va a romper y liberar un gran terremoto es, por desgracia, imposible hoy en día. “La Tierra es un medio dinámico y los procesos que tienen lugar en ella son complejos. Cada región tiene sus peculiaridades y hay muchas variables involucradas”, señala Morales. “No hay ninguna herramienta que nos diga el día y la hora en la que va a ocurrir”, subraya.
Redes de seguimiento
Los sismólogo cuentan con redes de GPS capaces de medir las deformaciones de la tierra provocadas por la tectónica de placas, incluso a resoluciones de milímetros. Con el tiempo, se puede conocer cómo se acumulan esas deformaciones y si una falla está “madura”, cercana a romperse y liberar un terremoto, pero ese proceso ocurre de forma muy lenta, puede durar centenares o incluso miles de años.
Los animales que saben qué va a ocurrir
La creencia popular dice que algunos animales -aves, serpientes, perros, sapos…- se comportan de forma diferente horas antes de que se produzca un terremoto debido a sus sentidos extremadamente sensibles.
Existen numerosas historias al respecto sobre mascotas, animales de granja o aves que se muestran nerviosos o alterados en esos momentos previos, como si supieran que se avecina una catástrofe. En redes sociales circula un vídeo que supuestamente muestra bandadas de pájaros volando y posándose en las ramas de los árboles a la vez antes del sismo del lunes en Turquía. Sin embargo, la ciencia es escéptica al respecto. “¿Cuántas veces has oído a los perros ladrar o has visto a las aves echar a volar todas juntas y no ha pasado nada? No es una herramienta útil para predecir un seísmo y puede generar alarmas de forma innecesaria”, advierte José Morales.
“En algunos sitios, como en Turquía, la deformación es muy rápida, de varios centímetros al año, pero somos incapaces de decir cuándo sucederá la ruptura”, dice el investigador. “No es fácil poder tener resultados de precisión, no es como la meteorología, con satélites que monitorizan la atmósfera en tiempo real y modelos muy sofisticados que hacen predicciones de tres a cinco días”, admite.
El científico cree que el desarrollo de la investigación facilitará la obtención de modelos más precisos e instrumentación más sensible para detectar la deformación de la tierra que precede a los terremotos. Pero ¿llegaremos a ser capaces de predecirlos? “No me atrevería a decir que en un futuro no sea posible… Quizás no para acertar en fecha y hora, pero sí en un tiempo relativamente corto. Eso sí, no creo que nosotros lo veamos”, pronostica Morales.
Lo que sí puede hacerse con el conocimiento que tenemos es adoptar decisiones sobre las zonas en que sabemos que van a ocurrir grandes terremotos, como establecer redes de alerta y de información a la población para poder evacuar y minimizar las víctimas, y garantizar que las construcciones sean a prueba de sacudidas. (elmundoalinstante.com).