Los rayos influyen de forma decisiva en la dinámica y estructura de los ecosistemas tropicales
Los rayos figuran entre los fenómenos más llamativos e impresionantes de la naturaleza, un verdadero regalo meteorológico. Se trata de descargas eléctricas que se producen por la acumulación de electricidad estática en la atmósfera. La carga positiva que se acumula en las nubes es atraída por la carga negativa de la superficie terrestre.
Según los registros que disponemos caen unos cuarenta y cuatro rayos por cada segundo en nuestro planeta y cada uno de ellos puede llegar a generar una potencia instantánea de un gigavatio (mil millones de vatios).
Esta impresionante actividad eléctrica, aparentemente aleatoria, sigue un cierto patrón, hasta el punto de que los expertos han sido capaces de dibujar un mapa global con la incidencia de rayos.
Con estos datos se ha podido saber que se generan más en unos puntos del planeta que en otros, por ejemplo, en nuestro país el mayor número de descargas se registran en los Pirineos y el Sistema Ibérico, al este de Teruel y en el interior de Castellón. A nivel mundial la palma se la llevan los montes Mitumba –en el África central- y América del Sur, especialmente en la zona del lago de Maracaibo.
Apetencia por los árboles
Cuando lo que se analiza no es el lugar sino el momento del año, también se observan variaciones estacionales. Se ha podido comprobar que en verano hay más rayos en el hemisferio norte que en el hemisferio sur, y que los rayos invernales tienen mayor potencia.
Generalmente caen con mayor frecuencia en lugares que tienen más humedad, como son los océanos, los lagos o las zonas boscosas, ya que hay mayor atracción eléctrica.
Otros de los factores que influyen son la altura o el material con el que se han fabricado los elementos terrestres, existiendo una especial apetencia por el metal. Por ese motivo las antenas y los postes de los edificios son algunos de los lugares que mayor cantidad de rayos registran.
Cualquier objeto puntiagudo –como puede ser un árbol- que destaque sobre el paisaje que tiene a su alrededor puede ser también un buen imán para atraer un rayo. Y es que, en el fondo, un árbol no es más que un conjunto de material orgánico (hojas, vasos…) que tiene una elevada concentración de agua y una excelente capacidad de conducción de la electricidad.
Modifican ecosistemas
Los científicos han estudiado la conexión entre cantidad de rayos, tipo de ecosistema y biomasa, llegando a la conclusión de que los rayos son más frecuentes en bosques y sabanas que en pastizales, matorrales o tierras de cultivo.
En base a esto se ha podido saber que los rayos tienen la capacidad de influir en la biomasa de los bosques, ‘golpeando’ a los ejemplares de mayor tamaño. Un estudio realizado por Steve Yanoviak, profesor de la Universidad de Louisville, demostró que un solo rayo es capaz de dañar un total de 23.6 árboles y acabar con la vida de 5.5 árboles.
Teniendo en cuenta estos datos Yanoviak pudo calcular que los rayos dañan aproximadamente 832 millones de árboles tropicales anualmente, de los cuales la cuarta parte mueren debido a las lesiones provocadas por la descarga eléctrica.
Una última curiosidad, se estima que las posibilidades de que un rayo caiga sobre una persona es de 1 entre 500.000, teniendo los hombres cinco veces más probabilidades de que esto suceda que las mujeres. Para reducir el riesgo matemático, los expertos recomiendan que si nos sorprende una tormenta en el campo debemos ponernos en cuclillas, con los pies juntos, apoyando las manos en las rodillas al tiempo que introducimos la cabeza en el hueco generado. (Por: Pedro Gargantilla M.D.- elmundoalinstante-com).