La política exterior de un país se plasma a través de su diplomacia y por ende de su cuerpo diplomático, en particular de sus embajadores.
La imagen de Colombia en el exterior no solamente se da a conocer a través de los medios de comunicación, sino de la calidad de sus embajadores y representantes diplomáticos en el mundo.
Los escándalos que ha tenido el país no solamente a nivel interno sino externo por el comportamiento de sus representantes diplomáticos ha sido lamentable; pero no se explica cómo se pretende pagar favores políticos nombrando a personas que no cumplan con los requisitos para el cargo o que no reúnan las condiciones éticas y morales que se requieren.
Hojas de vida falsas, maestrías, especializaciones o doctorados que nunca existieron, personas involucradas en delitos de narcotráfico, o de apropiación de los bienes de los campesinos desplazados entre otros presuntos delitos, han venido siendo desde los últimos años el pan de cada día.
(Imagen: archivo particular – VBM).
Todo ello le resta seriedad no solamente a la Cancillería colombiana sino a la imagen del país, pues se nos termina calificando de república bananera y acentuando la estigmatización que, si bien nos la hemos ganado, de narcos, paracos, corruptos, entre otros calificativos.
Desde que en el gobierno Duque le otorgo a su jefe de gabinete funciones que son del rol del Ministerio de Relaciones Exteriores, la cosa se agravo, porque se volvió un sancocho y así lo dejaron ver las distintas noticias que salieron en su momento en torno al tema.
Si bien es cierto que algunos funcionarios diplomáticos que no son de carrera tienen sus competencias y méritos, lo cual se aplaude, también es cierto que la carrera diplomática se debe fortalecer y que los funcionarios de carrera deben ocupar cada vez más, puestos de relevancia dentro y fuera de dicho ministerio.
No se puede olvidar que es el Presidente de la República, junto con su ministro de Relaciones Exteriores son los que dictan las directrices en política exterior sin ninguna injerencia de otras entidades del gobierno.
El nombrar personas que no cumplan con los requisitos que la ley exige no solo le genera al país un costo económico, sino una mala imagen en la que nos pasamos por la faja la normatividad, lo cual no es un buen mensaje, ya que, para cualquier negociación pública o privada, la confianza y la seguridad legal son fundamentales para tal fin.
Es lamentable que en dos ocasiones se haya tumbado el nombramiento del embajador de Colombia en México, pero al parecer lo que se alega es que no cumple con los requisitos de ley, por lo que debemos acogernos a la norma.
Parecería que no se tienen en cuenta la importancia de la política exterior del país y el cuidado que se debe tener al nombrar a sus embajadores para que tengamos éxito en los derroteros de esta política, la que traerá efectos sobre la política interna y el desarrollo del país.
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.
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