¡No culpable, pero sin pasaporte a Cooperstown!

La decisión judicial a favor de Roger Clemens, no le alcanza, hasta el momento, para borrar de un tajo, la investigación de la Comisión Mitchell, por el uso de estimulantes.-

Roger Clemens

Roger Clemens fue absuelto judicialmente por un jurado que lo investigaba por presunto perjurio, cuando acudió ante un tribunal de honor del Congreso de los Estados Unidos, y bajo la gravedad del juramento, declaró que no había utilizado estimulantes durante su larga y brillante carrera como lanzador de las Grandes Ligas.

El jurado lo absolvió al no encontrar las suficientes evidencias de que le había mentido al Congreso de su país, pero eso no significa, bajo ningún punto de vista, que su caso, en el plano eminente y estrictamente deportivo, haya superado los obstáculos que le permitan pensar, con pasaporte a bordo, que puede llegar al Salón de la Fama.

Cuando se produjo el fallo judicial a su favor, Clemens exhibió una gran emoción, porque estaba salvando una poderosa talanquera para su honor y para su fama, enjugándose algunas lágrimas sobre su rostro, pero a nadie escapa que en la parte deportiva, esa parte judicial no es de obligado cumplimiento, pues una cosa que deja saber concretamente el Informe Mitchell, que hasta el momento no ha sido desvirtuada, son los testimonios y pruebas dentro de la investigación, que lo deja muy mal parado frente a la verdad de que utilizó estimulantes para continuar, vigorosamente, eso también es cierto, en el béisbol de las Grandes Ligas.

La susodicha comisión investigativa que fue presidida, a petición del Comisionado del Béisbol de las Grandes Ligas, Bud Selig, por el ex congresista de los Estados Unidos, George Mitchell, pone sobre el tapete a casi 100 peloteros del registro de las mayores, vinculados al proceso sobre el consumo de hormonas de crecimiento humano y esteroides, y otra muy distinta, es el problema legal por presunto perjurio frente a sus declaraciones ante el Congreso de los Estados Unidos.

En el Informe Mitchell, como se le conoce ampliamente en el mundo del béisbol de las Grandes Ligas, lo que se concretó es que Clemens, conjuntamente con esa cantidad elevada de peloteros, en las tres últimas décadas del Béisbol Organizado, usaron elementos extra deportivos parta mejorar su rendimiento sobre los diamantes.

Por eso, una cosa es el juzgamiento judicial en cuando a la posibilidad de que Clemens le habría mentido a los miembros del Congreso de los Estados Unidos, y otra, muy diferente, es que haya utilizado ciertamente esas sustancias para mejorar su calidad de juego en por lo menos, en buena parte de su carrera.

El informe Mitchell

Quienes conocemos a fondo el Informe Mitchell, sabemos que Clemens no fue el único pelotero en hacer uso de estimulantes para rendir más sobre los diamantes del béisbol. Y en ese caso, la lista es bien larga, en donde muchos de los que aparecen, hasta la fecha, han sido ignorados por quienes tienen a su cargo la votación para elegir a los Miembros del Salón de la Fama, recinto situado en la pequeña ciudad de Cooperstown, en  el estado de Nueva York.

A sus 49 años de edad, la decisión judicial para Clemens es un logro para la posteridad en materia judicial, mas no para el aspecto puramente deportivo, pues a pesar de su larga, prolongada y exitosa carrera de 24 años en las Grandes Ligas, con 354 victorias, siete trofeos Cy Young al mejor lanzador en cada uno de esas temporadas, y sus 4.672 ponches, con esos numeritos, tendría separado por anticipado un nicho en Cooperstown, hecho que tendrá que esperar por lo menos seis meses más, pues lo primero es conocer que el comité de selección lo incluya en la nómina, algo que nos parece va a ocurrir sin fórmula de juicio; y otra es que consiga los votos necesarios y suficientes para arribar al salón de los inmortales, con la aprobación de la Asociación de los Cronistas del Béisbol de los Estados Unidos.

Rogers Clemens debe aparecer –no hay duda de ello- en la plantilla de nominados antes de que concluya el presente año, para que su nombre sea considerado por los periodistas en la elección de enero de 2013, pues ya él cumple cinco año por fuera de las actividades del béisbol de las Grandes Ligas, que es el tiempo mínimo requerido para que un pelotero de las mayores pueda ser considerado en la nómina de los seleccionados.

Los que están por fuera

Si se observa con cierta prudencia y con ojo crítico, fácilmente se detecta que jugadores como Mark McGwire y Rafael Palmeiro, para apenas citar dos ejemplos, han sido lentamente ignorados en las papeletas de votación, desde cuando aparecieron como aspirantes al Salón de la Fama, dado que esos dos nombres hacen parte de la lista de peloteros que conforman el Informe Mitchell.

Mark McGwire y Rafael Palmeiro

Pero también aparecen en ese informe, hombres como Sammy Sosa, quien precisamente este año debe integra la nómina de elegibles, al lado de Barry Bonds, el rey jonronero de todos los tiempos, quien ha sido igualmente investigado por las autoridades judiciales;  y desde luego el de Rogers  Clemens; Manny Ramírez, culpable en dos ocasiones de infringir la regla del no uso de estimulantes; Alex Rodríguez, el antesalista de los Yanquis de Nueva York; Jason Giambi, Gary Shefield, Miguel Tejada, David Justice, José Canseco, Ken Caminiti, Mo Vaughn, entre otros de los 89 que conforman esa lista, identificados en la era de los esteroides en las Grandes Ligas.

Nombres sin mancha

Pero fíjense lo que es la vida. En este final de año de 2012, cuando se incluyan nombres de peloteros ya retirados y que, al cumplir cinco años por fuera de los diamantes, pueden ser considerados para ir al Salón de la Fama, pues hasta donde se sabe, no tienen mancha alguna sobre sus actuaciones dentro de los diamantes, en la famosa era de los esteroides, están otros que nunca han sido vinculados a esa clase de problemas extra deportivos.

Mike Piazza es uno de ellos, receptor con los Dodgers de Los Ángeles y de los Mets de Nueva York; y el otro es el lanzador derecho, ganador de dos anillos de Serie Mundial, Curt Schilling, uno con los Cascabeles de Arizona, en el 2011; y otro, con los Medias Rojas de Boston, en el 2004. Con esto no queremos decir que serán elegidos inmediatamente para ir a Cooperstown. De ninguna manera. Lo que queremos significar que si bien ciertamente hubo unos que se dejaron engolosinar con esas sustancias especiales para mejorar su rendimiento deportivo, otros, como ya como los que acabamos de citar, nunca necesitaron de esas artimañas para tener peso y consagración dentro del Béisbol Organizado.

Para finalizar, vale la pena resaltar que la elección para ingresar al Salón de la Fama no solamente cuenta con los numeritos formidables que pueda exhibir un pelotero, sino también, sus cualidades personales, su moral a toda prueba y su ejemplo deportivo por fuera de los diamantes.

Sí esas condiciones extra deportivas no se dieran entre quienes tienen a su cargo elegir a los inmortales del béisbol, hace mucho rato ya Pete Rose estuviese ocupando un nicho en Cooperstown…!

Sobre Antonio Andraus

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