“Este es un punto que sabe a gloria”, fue la frase contundente del gran capitán mexicano Rafa Márquez al concluir el partido en el estadio Castelao de Fortaleza con el 0-0 ante Brasil. Con toda la razón lo afirma. Márquez, a sus 35 años y cuatro mundiales entre pecho y espalda, dio un recital de eficiencia defensiva y capacidad de apoyo. El candidato mayor no pudo romper la caja fuerte que le opuso el país de Juárez y eso que nunca claudicó en el esfuerzo. Magistral, el portero Guillermo Ochoa emergió como pequeño gigante para dejar con el grito de gol en la garganta a los enloquecidos torcedores que ya cantaban victoria. Neymar se escurrió para cabecear y Ochoa se lanzó a la esquina con la elasticidad del hombre plástico. El balón llevaba la ruta del gol pero no terminó en la red sino en la esquina, desviado por la mano derecha del cancerbero. Qué parada. Me hizo recordar la del inglés Gordon Banks a Pelé en México 1970. El gol que no fue. México tiene la costumbre de amargarles el rato a los brasileños. Hace dos años les quitó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, cuando también eran los preferidos de la crítica y de las apuestas. Es como si les tuviera la medida a sus movimientos, se les adelanta, los frustra. Claro que este Brasil todavía no parece tomar vuelo. Algo le falta. No hay un genio en el medio. Neymar quiere parcelar la zona izquierda y a veces como que frota la lámpara y se asoma el genio. Lo malo es que no veo el socio. Luiz Felipe Scolari subestimó a Kaká y tampoco quiso saber nada de Diego. Quién sabe. A lo mejor le hubieran podido dar una mano. Paulinho destruye. Oscar intenta y no puede. Marcelo, Ramires, Tiago y demás se multiplican sin llenar la copa. Fred es un poste y si no le llega el balón nada resuelve. En fin, Brasil está en problemas. Se salvó en varias ocasiones porque los remates mexicanos subían un poco más del horizontal, cargados de violencia. Guardado y Herrera pudieron haber ocasionado infartos. Varias veces se acercaron. Chicharito puso la cuota del ají cuando entró como relevo. Otra vez Neymar y de nuevo Ochoa. ¿Recuerdan el pechazo de Tiago en el área y el tiro a quemarropa del atacante? Lo detuvo Ochoa. Estaba ahí, en la mitad, firme para rechazar hacia un lado. Creo que fue un partido de nervios, tensionante, emotivo, a pesar de la falta de gol, entre rivales que no rehúyen la batalla. Brasil llevó la iniciativa y México le respondió con el temple del guerrero. Pierden dos puntos cada uno, es cierto, pero el que guardan los podría poner a salvo para dar el salto a octavos. Ambos conocen su sabor. Brasil busca la sexta corona y no veo cómo puede lograrlo. ¿Encontrará Scolari una fórmula mágica? Como México no hay dos gracias a Dios. Un consuelo para Brasil, que siempre lo sufre.
Sobre Rufino Acosta
Periodista y abogado. Se inició en el programa Deporte al Día, de La Voz de Santa Marta, en 1960. Trabajó con El Informador de la capital del Magdalena entre 1961 y 1964. Fue corresponsal de El Espectador en 1964 y desde 1965 hizo parte de la redacción deportiva en Bogotá, hasta su retiro en 1998. Estudió Derecho en el Externado de Colombia (1965-1969). Afiliado al CPB y Acord Bogotá.