En los últimos días hemos vivido en Colombia una expresión de la propuesta social que ha sido manipulada por personas dedicadas a la violencia, la anarquía y el desorden.
La expresión popular de inconformidad es un derecho legítimo y, en el marco del orden y el estado de derecho, es una muestra de democracia. Lo que no es admisible, es que estas expresiones sean aprovechadas por personas cuyos objetivos son crear inestabilidad, desorden e incluso vandalismo.
Las manifestaciones vividas, han tenido como característica la confluencia de una serie de manifestaciones por distintas razones, muchas de ellas inexistentes o simplemente manipuladas para crear inconformidad, e impulsadas por posiciones políticas adversas al gobierno que han convertido las protestas en actos que se confunden en sus objetivos e incluso manipulados por verdaderos agitadores y enemigos de la institucionalidad.
Lo más preocupante es que todas estas expresiones se dan cuando en Colombia estamos viviendo un momento de desarrollo y crecimiento que muchos países del mundo envidian y que han hecho que empresas internacionales y reconocidas están mirando hacia nuestro país para realizar inversiones y como el país de Latinoamérica que más posibilidades ofrece. Las protestas violentas nos perjudican en la buena imagen y ponen en el congelador a muchas personas y empresas que estaban decidiendo invertir en Colombia, creando empleo y mayores posibilidades de crecimiento y desarrollo.
Por otra parte, le ha sido muy difícil al gobierno construir gobernabilidad para garantizar tener unas mayorías que permitan las reformas que el país requiere en los distintos campos que garanticen un desarrollo más armónico y sostenible. En este punto he tenido oportunidad de insistir en el pasado, incluso defendiendo la posición del gobierno actual de acabar con la llamada mermelada, de la necesidad de llegar a acuerdos programáticos con fuerzas políticas defensoras de las políticas contra la corrupción, comprometidas en el marco de los valores éticos y principios que garanticen una estabilidad política. Ojala la invitación del Presidente al gran diálogo nacional tenga dentro de sus múltiples objetivos la consolidación de esta necesaria gobernabilidad.
En Colombia, ninguno se imaginó que, después de 42 años, Bogotá fuera a vivir un nuevo toque de queda. De hecho, difícil era imaginarse que los sucesos a nivel nacional que se han dado durante la última semana serían posibles.
A lo largo del país, hemos vivido momentos tensos y difíciles que nos obligan a todos actuar con sensatez y responsabilidad. No nos podemos dejar llevar por los anarquistas y aquellos que sin mirar en los buenos momentos que vivimos quieren llegar a crear momentos de incertidumbre y confusión que lesionarán nuestra imagen en el exterior
Llegó el momento de demostrar que somos más los amigos del bien que del mal y que aunque tenemos problemas los tenemos que afrontar con inteligencia y compromiso con el país
Bienvenidos los mecanismos de participación que está estructurando el gobierno como un instrumento de análisis y compromiso con la solución a nuestras necesidades.