Rigoberto Urán, el guerrero de Urrao. El uno-dos de Colombia en el Giro entra a la leyenda.
Por: Rufino Acosta Rodriguez
Entre Arcabuco y la vereda de San Rafael, a 3.050 metros sobre el nivel del mar, dio sus primeros golpes de pedal Nairo Quintana, el implacable y arrollador campeón del Giro de Italia 2014. De sus padres le vienen la paciencia y el carácter. El hijo de Eloisa Rojas y Luis Quintana, se subía en una bicicleta metálica, pesada, para recorrer 34 kilómetros diarios, 17 por trayecto, en medio del frío, de la lluvia o del viento. Ya frisaba los catorce años de edad y mostraba en cada movimiento una luz de lo que podría depararle el futuro en el ciclismo. En esos terrenos de alta exigencia climática empezó a modelarse como un futuro campeón. Por ahí vieron al muchachito que “algo tiene” y algún día lo llevaron a su primera carrera, por consejos de un buen observador (1). Por eso, cuando comenzó a afrontar los embates de las cumbres europeas, fue poco lo que le tocó asimilar en lo ambiental, temperaturas de nevera o vientos congelantes. El aprendizaje se orientó hacia otros objetivos: dominar la técnica encaramado en las modernas máquinas del pedaleo que fueron puestas a su disposición, aprender a manejar el viento de costado, saber cómo situarse en el pelotón, elevar el nivel en el terreno llano, consolidar su habilidad para el ascenso, dominar los descensos y valorar no solo el esfuerzo personal sino el empeño colectivo, saber lo que es correr en equipo. La ciencia aplicada lo metió en los campos de la psicología para entender a sus rivales, saber cómo y cuándo atacar o quedarse tranquilo en el lote.
El nuevo monarca de la prueba de la bota azul se asomó a la ventana de la competencia mayor desde el 2009, cuando se enlistó en el equipo “Boyacá es para Vivirla”, bajo la conducción del español Vicente Belda, exciclista que tenía la ventaja de conocer de cerca a los escarabajos desde las épocas de Luis Herrera y Fabio Parra.
Nairo, quien nació en Tunja el 4 de febrero de 1990 pero vivió desde pequeño en la zona de Cómbita, vereda de San Rafael, hizo un curso acelerado con Belda y en el 2010 engrosó las filas del ”Café de Colombia-Colombia es Pasión” con el que ganó el Tur del Porvenir, después de adjudicarse dos etapas. Ese fue la voz de alerta sobre lo que se venía para el pequeño pero prometedor corredor boyacense. Estaba señalado para “tocar el cielo”, frase a la que acudió el periodista mexicano Miguel Aguirre cuando pasaba en Colombia por el Alto de la Línea, una de las cumbres excelsas del ciclismo nacional, con notas exclusivas para el diario El Espectador. Era un contexto diferente, desde luego, aunque el símil vale para elogiar lo que hace Quintana en las cumbres.
El 2011 le permitió afianzarse en el descubrimiento de todos los secretos del ciclismo profesional, sobre todo de Europa, fue reclutado por el Movistar bajo la atenta mirada del técnico Eusebio Unzué, viejo zorro, y un año más tarde agilizó el proceso y llegaron nuevas conquistas. La Vuelta a Murcia en España, la Ruta del Sur en Francia y enseguida el Giro de Emilia en Italia, así como una etapa del Dauphiné Liberé, antesala del Tur, marcaron el abrebocas de lo que sería una cadena de sucesos notables para un corredor con espíritu depredador. Ya en el 2013 estallaría la bomba: Nairo Quintana emergía como uno de los ciclistas más temibles de la era moderna, libre de la contaminación del dopaje y con una personalidad subyugante y arrolladora.
La Vuelta al País Vasco le sirvió de antesala para sus excelsas demostraciones de talento en el duro y encopetado Tur de Francia, al que llegó como uno más del pelotón y no tardó en hacer la diferencia. Pronto lo vieron de atrevido entre los ases, escalada tras escalada y sin dar mayores ventajas en el terreno plano. Su apariencia frágil contrastaba con la fuerza de sus pedalazos. De cuerpo menudo, mide 1.67 de estatura. Nada impresionante. Pero la fortaleza del hombre de hielo, venido de las alturas boyacenses, campesino “buena papa”, no tardó en hacer estragos y desde luego provocar remezón entre los grandes del momento.
El 20 de julio, fiesta nacional, lo llevó a las nubes, como vencedor de la vigésima etapa del Tur de Francia entre Annecy y Annecy Semonoz, al cabo de 125 kilómetros de complicada exigencia. Ese día tomó el puesto de la escolta por encima del español Alberto Contador, uno de los favoritos, y apenas por debajo del británico Chris Froome, a la postre el rey en París. Quintana entraba a la élite y a los 23 años removía los cimientos de la centenaria competencia francesa. Un sudaca –el término despectivo que le endilgan a los suramericanos en Europa- tenía la osadía de encaramarse en el podio con la calidad de un genuino fuera de serie. Atrás quedaba el recuerdo del tercer puesto de su paisano Fabio Parra, tercero en 1988. Un antecedente memorable que le cedía el paso al siguiente peldaño.
Quintana ganaba así su primera etapa en la reina de las carreras largas del viejo continente y del mundo, obtenía el título de la montaña- para seguir una tradición que empezó Lucho Herrera- y de paso agregaba la camiseta blanca de los jóvenes. Toda una faena de matador.
La aureola de la consagratoria actuación lo llevó a ser elegido como El Deportista del Año por el diario El Espectador, al lado de la atleta Catherine Ibargüen, y en solitario por parte de la Asociación Colombiana de Redactores Deportivos, Acord Colombia.
Fue a palacio, le regaló la camiseta del Tur al presidente Juan Manuel Santos, atendió ruedas de prensa, dio muestras de su chispa con respuestas rápidas e inteligentes, se confundió emocionado con sus paisanos cuando lo recibieron entusiasmados y se declaró hijo del pueblo. Fue en aquellos momentos cuando dijo que si el estadounidense Lance Armstrong, quien confesaba sus trampas y era despojado de los seis lauros del Tur, creía que solo se podía ganar esa carrera bajo los efectos del dopaje, él, Quintana, pensaba otra cosa y no tardaría en demostrarlo. Ahora en el Giro pone una nueva piedra en la escalera que tarde o temprano lo llevará a la cumbre en París.
Aquellas emociones se revivirán este año cuando vuelva al país para mostrarle a sus compatriotas el nuevo trofeo, esta vez cómo número uno.
El año del Giro
Un paso rutinario por la Vuelta a España y de poco suceso en los mundiales podría haber confundido a expertos y neófitos, pero si alguien pensó que algo andaba mal se equivocó de cabo a rabo. Unzué y su pupilo la tenían clara.
Tras imponerse en el Tur de San Luis, Argentina, con triunfo en una etapa, y cumplir otras pruebas de ensayo, el técnico Unzué optó por alinearlo en el Giro de Italia, quizá contra los deseos naturales de Quintana, quien parecía tener la mira puesta en el Tur. Aceptó el compromiso y advirtió: “si voy al Giro será para ganarlo”. El recorrido montañoso le abría las puertas rosadas.
La primera semana de la prueba italiana, que se inició en tierras irlandesas, no fue la más propicia para Quintana. Se vio envuelto en una caída que le dejó raspones y sintió los efectos de un virus bronquial agravado con afección de garganta. Bien atendido por su equipo, poco a poco entró en recuperación, hasta sentir lo que él suele llamar “mejores sensaciones”, mientras sus potenciales adversarios desaprovechaban la oportunidad de atacarlo a fondo. Las piernas dejaron de dolerle y en la gélida etapa número 16, con tres ascensos de miedo y descensos terroríficos, se puso al frente de la batalla y le dio vuelco a la clasificación que entonces dominaba su compatriota, el antioqueño Rigoberto Urán, otro de los gladiadores que hoy animan la llamada “cumbia rosa” en Italia. ¿Lo subestimaron cuando la pasaba mal? Tal vez y las consecuencias no se hicieron esperar.
Quintana se fue como un rayo en busca de la victoria tras superar el ascenso de la cima Stelvio, sacó más de cuatro minutos a su inmediato seguidor y dejó fuera de carrera a Urán. Un trino confuso sobre aparente neutralización (descenso controlado, en vista del mal tiempo, la nieve y la escasa visibilidad) fue causa de controversia y en algún instante se comentó que los técnicos pedirían la anulación del tramo de bajada. Quintana se molestó, dijo que no vio ninguna bandera roja y su triunfo fue conseguido en franca lid, “con mis piernas”, distanciado del aprovechamiento indebido. (Aquí me recuerda el experto colega y amigo Rafael Mendoza que la mentada bandera (cuando la muestran) es solo de advertencia, como para indicar que “tengan cuidado”, porque, una neutralización supone que un carro y una moto vayan por delante de la caravana sin que ningún corredor pueda sobrepasarlos). “No me he arrastrado para lograr lo que tengo”, remarcó.
Urán fue prudente, pero dijo que el siempre creyó que la carrera estaba controlada. Al darse cuenta de que no había tal ya Quintana se había ido. La escasa visibilidad pudo haberle jugado una mala pasada. Quién sabe. A estas calendas, con una perspectiva serena, cabría decir que si bien vale el beneficio de inventario para el posible equívoco, no hay manera justa de poner en tela de juicio el logro de Quintana. No necesita triquiñuelas. Su calidad le basta.
Es más, si faltaba algo para probar la estirpe del campeón 2014, bastaría con mirar lo que hizo en la etapa contra el reloj en ascenso. Fue lo que llaman un golpe de autoridad, o, a la vallenata, una arremetida para que se acabara la vaina, como le canta el maestro Emiliano Zuleta a Lorenzo Morales (Moralito) en La Gota Fría, perla del folclor de Colombia para el mundo.
De Nairo es poco lo que hay para agregar. Fue el mejor de todos y lo demostró en los distintos terrenos. Para el año entrante tiene la mira puesta en el Tur de Francia, al que volverá con la idea de ser el primero. Lo esperan con los brazos abiertos en esa legendaria competencia, de la que fue segundo en el 2013. Tiene el apoyo de Movistar, multinacional de las comunicaciones con raíces en España pero de amplio espectro en Colombia. Con esa empresa se siente como en familia. Lo miman y él se hace querer. El antioqueño Rigoberto Urán, líder durante varias jornadas, solo pudo ser superado por su compatriota boyacense. Repitió la hazaña del 2013 y dejó el sello de su clase en cada pedalazo. Le aguardan nuevos desafíos y sin duda más galardones. Hace parte de uno de los equipos de mayor solidez en el medio internacional.
Frialdad y sencillez
Nairo Quintana, acostumbrado al trabajo duro desde niño, suele decir que nunca vio a su padre renunciar a sus tareas diarias, así estuviera enfermo, y desde entonces tomó esa determinación como modelo para su trajinar por la vida. Entiende que nada llega regalado y por eso dedica horas y horas a su preparación para enfrentar cada reto con decisión y firmeza.
Sus rivales en las carreteras pocas veces intuyen lo que trama Quintana, porque no lo refleja en su rostro. Permanece impasible y pocas veces hace gestos que denuncien su estado anímico o revele lo que tiene en mente. Es, en tal sentido, el hombre de hielo.
Quienes lo conocen de cerca no cesan de elogiar su sencillez. Sabe que tiene deberes con los medios, la afición y el patrocinador. Por eso se reserva cualquier malestar para atender al periodista o firmar un autógrafo. Es un deportista que se preocupa por ser ejemplo para la niñez y nunca descuida los buenos modales. Con su estilo de vida envía siempre mensajes positivos. Está lejos de las vanaglorias de la fama y de las poses de estrella.
Le gusta comer sano pero no es vegetariano o algo parecido. Atiende con rigor espartano lo que le recomiendan los expertos en nutrición y sabe lo que le conviene para mantener la forma. Claro que un “cocido” boyacense nunca estaría de más, especialmente si anda en plan de vacaciones en sus dominios de la vereda La Concepción, que son especiales en el caso de un deportista de alta competencia.
Es hombre de familia. Su compañera se llama Yeimi Paola y en el hogar ya hay una pequeña, Mariana. Es el tercero de siete hermanos: Nelly Esperanza, Willington Alfredo, Lady Jazmín y Dayer Uverney. Dayer también está en el ciclismo y busca su propio rumbo. Nairo lo ánima.
Sobre sus características cuando entra en acción, dice Giuseppe Acquadro en El Espectador (02-06-14) que Eusebio Unzué, el jefe de filas, “apuesta por la paciencia, el paso a paso, pero su pupilo se le escapa”. Unzué tiene la colaboración eficaz del director deportivo José Luis Arrieta, quien “lo guía en carrera”, y Jonathan Castroviejo, “su protector con el dorsal y un amigo fuera de la competencia”.
Hacia la Ronda
Después de un corto período de descanso estará en algunas clásicas, antes de enfocarse hacia el último compromiso grande de pruebas de tres semanas del año 2014, la Vuelta a España. Por su carácter de ganador empedernido, se debe suponer que tratará de quedarse con la camiseta roja. El año pasado fue casi de turismo pero esta vez podría ser distinto. Más allá de emular a Luis Herrera (campeón 1987), entraría al exclusivo club de los vencedores en dos de las tres citas de largo aliento en el mismo año. Por ahora goza de las mieles rosadas del Giro. Ha confesado que siente una emoción inmensa por este logro y no vacila en enviar mensajes de reconciliación como hombre de paz y no de guerra. “Colombia es amor, no es guerra”, dijo en Italia.
El cuadro ganador
Nairo Quintana, campeón, y Rigoberto Urán, subcampeón, al lado de Julián Arredondo, el rey de la montaña, así como la camiseta blanca de los jóvenes para Nairo, pusieron la nota excelsa. Sin embargo, hay que mirar todo el panorama, para evaluar y valorar el esfuerzo colectivo. Catorce escarabajos, nueve por el Team Colombia que encabezó Fabio Duarte, uno por el Movistar (Nairo), uno por el Omega Pharma-Quick Step de Bélgica (Urán), uno por el Trek Factory Racing de Estados Unidos (Arredondo), uno por el Sky británico (Sebastián Henao) y uno por el Lamprea-Mérida de Venezuela (Anacona), no solo protagonizaron la llamada cumbia rosa o el Giro a la colombiana, sino que siempre fueron animadores de la ruta. Apenas se produjo un retiro, el de Edwin Ávila, del TC, por llegar fuera de límite en uno de los duros tramos del Giro. Se trata de un pasista clásico y la montaña le pasó factura. Además del 1-2 del podio, la montaña y los jóvenes, los colombianos ganaron cuatro etapas y en varias ocasiones estuvieron cerca o llegaron entre los diez primeros. En medio de la euforia por Nairo, Urán y Arredondo, es justo y necesario ponderar el despliegue del equipo nacional, que fue invitado y hacía su estreno en el Giro. El ejemplo de Julián Arredondo, rescatado por un equipo de los Estados Unidos, marcó otro punto elevado. Ahora se sabe que en la congelante etapa número 16, la del trino del conflicto, mientras descendía del alto del Stelvio, estuvo a punto de retirarse por un ataque de hipotermia. Solo la asistencia eficaz de su escuadra y el espíritu combativo del corredor paisa se atravesaron para evitarlo. Un cambio de ropa y algo de calor dentro del vehículo fueron ayudas vitales en esa tarea de recuperación. Arredondo, al recordar el episodio, le dijo a ESPN que fue un momento dramático del que logró salir con más fuerzas y ganas de seguir en la lucha. Obtuvo de merecida recompensa un triunfo de etapa y la camiseta azul de la montaña, como para hacerle honor a las gestas de Luis Herrera. El papel del juvenil antioqueño Sebastián Henao también llamó la atención de los críticos. Creen que se trata de otro diamante en ciernes. Para el registro histórico, aquí están las posiciones finales de la legión de los escarabajos: 1-Nairo Quintana (Movistar, Tunja, Boyacá, 04-02-90). 2-Rigoberto Urán (Omega Phama-Quick Step, Urrao, Antioquia, 26-01-87). 22-Sebastíán Henao (Sky, Rionegro, Antioquia, 05-08-93). 28-Fabio Duarte (Team Colombia, TC, Facatativá, Cundinamarca, 11-06-86). 32-Jarlinson Pantano (TC, Cali, Valle del Cauca, 19-12-88). 61-Julián Arredondo (Trek Factory Racing, Ciudad Bolívar, Antioquia, 30-07-88). 62-Winder Anacona (Lampre-Mérida-ISD, Tunja, Boyacá, 11-08-88).75-Robinson Chalapud (TC, Ipiales, Nariño, 08-03-84). 78-Leonardo Duque (TC, Cali, Valle del Cauca, 10-04-80). 81-Rodolfo Torres (TC, Duitama, Boyacá, 21-03-87). 101-Miguel A. Rubiano (TC, Bogotá D.C., 03-10-84). 117-Carlos Quintero (TC, Villamaría, Caldas, 05-03-86). 148-Jeffry Romero (TC, Yopal, Casanare, 04-10-89).
Tiros cortos
*¿De dónde bien los colores de las grandes carreras por etapas? Las tres pruebas de esa categoría (Giro, Tour y Vuelta a España) tienen su origen, por coincidencia, en medios periodísticos. El Tur de Francia tomó el amarillo para su líder del diario L’Auto, hoy L’Equipe, precursor no solo de esa mítica y centenaria competencia sino del Balón de Oro en el fútbol. El rosado o rosa del Giro viene de la publicación La Gazetta Dello Sport, cuyas páginas llevan ese tinte. Por último, la ronda ibérica se originó en el impreso Comunicaciones pero el distintivo del líder comenzó con el naranja y pasó un rato por el blanco y el amarillo, hasta el rojo de hoy que fue establecido en el 2010 (2).
*El antioqueño Martín Emilio Cochise Rodríguez fue el precursor de los colombianos que han ganado etapas en el Giro de Italia. En 1973 se adjudicó un tramo del Giro de Italia y repitió en el 75. Después siguieron Luis Herrera (2 en 1989 y 1 en 1992), Oliverio Rincón (1995), José J. González (1997 y 1999), Víctor Hugo Peña (2000), Carlos Contreras (2001), Iván Parra (2005, 2), Luis Felipe Laverde (2006 y 2007), Miguel Rubiano (2012), Rigoberto Urán (2013 y 2014), Nairo Quintana (2014, 2) y Julián Arredondo (2014). (No se incluyen jornadas por equipos).
*Cuando en los medios se asoma el afán por el menesterismo y la miseria entre los deportistas que triunfan, como para darle un cariz dramático ante la opinión, Nairo Quintana salta y toma impulso: “no me gusta que por ser colombiano y andino la gente piense que éramos muy pobres. Nuestro sentido de pobre era que no teníamos para darnos lujos. Que haya ido en bicicleta al colegio no era porque no tuviese para el bus, porque lo teníamos, o si no, tampoco podría haber ido nunca al colegio. Trabajé desde pequeño con mi padre porque era inválido, y eso nos enseñó a luchar y a tener dinero”, es una respuesta a flor de labios. La recordó hace poco en El Espectador (02-06-14) el empresario italiano Giuseppe Acquadro, quien a veces incursiona como columnista.
(1) Gloria Castrillón, revista Cromos.
(2) El Espectador (30-05-14).