Cuando hablamos de desarrollo en un país incluimos la educación como la herramienta principal para obtener este anhelado objeto, así como inversión en ciencia y tecnología.
En algunos países como Japón, por ejemplo, las matemáticas, la lectura, la física, entre otras materias más, son las más importantes en las que se pone mayor énfasis en la educación de sus niños.
Por el contrario, en países en desarrollo y en particular en naciones como Venezuela y Nicaragua existe un alto índice de desescolarización ya que mantener ignorante al pueblo es una manera de controlarlo mejor; y en países autocráticos como China y Corea del Norte la educación es una herramienta de adoctrinamiento para mantener su sistema político.
(Imagen: archivo particular – VBM).
El Banco Interamericano de Desarrollo en su reciente informe del 4 de marzo titulado BID y Banco Mundial: No hay tiempo que perder para abordar la crisis de aprendizaje en América Latina y el Caribe, señala que Tres de cada cuatro jóvenes de 15 años en los países en América Latina y el Caribe no pueden demostrar habilidades matemáticas fundamentales; Uno de cada dos no logra habilidades mínimas de lectura.
Esta lamentable realidad la vemos en Colombia cuando los profesores en las universidades se ven confrontados a que sus estudiantes no tienen comprensión de lectura, ni capacidad de análisis ni de razonamiento o de asociación, lo cual es lamentable porque estos alumnos serán los profesionales del futuro que manejarán el país y el sector económico sin ninguna preparación en lo fundamental, pues si a este negro panorama le agregamos que no les gusta leer sino por el contrario se guían por los resúmenes que encuentran en las redes sociales, algunos de ellos poco confiables, y ni siquiera revisan la información a tal punto que para la presentación de sus trabajos lo que hacen es copiar y pegar de manera robótica en la que incluyen cualquier clase de errores por no decir, horrores.
Lo preocupante del informe es que se comprueba el hecho de que la cobertura de los sistemas educativos no llega a todos de manera suficiente e igual, sino todo lo contrario.
Este problema lo vemos en Colombia en las regiones rurales o en las zonas de conflicto armado en donde los niños no pueden ir a estudiar no solo por los episodios de violencia que allí existen, sino porque no cuentan con la infraestructura para desplazarse a sus escuelas y estás no tienen la dotación o los profesores que se requieren para cumplir con la función de educar.
Se supone que en un sistema democrático en el que existe un Estado social de Derecho como lo es Colombia, esto se queda en el papel porque la realidad es otra, y debido a la alta tasa de violencia los presupuestos en educación no se aumentan debido a que se le da prioridad al presupuesto en defensa.
Además, a raíz del Covid 19 la educación retrocedió ya que muchos niños dejaron de estudiar y en sus casas en lugar de seguir con procesos de lectura, lo invirtieron su tiempo en juegos con el celular y en la televisión, por lo que el BID considera que se perdieron alrededor de 20 años irrecuperables en estos procesos de aprendizaje, y este hecho no solo lo vivieron América Latina y el Caribe sino también países desarrollados como Alemania, por ejemplo.
Lo único positivo que tuvo esta pandemia fue que el Estado se vio obligado a desarrollar rápidamente mecanismos digitales para que a través de ellos se pudieran seguir los procesos educativos, pero esto no llegó a todos los rincones de la geografía de cada país.
Lo cierto de este negro panorama es que la educación no llega a todo el sector menos favorecido y sus oportunidades son más reducidas y difíciles.
Lo que se evidencia es que los logros en aprendizaje efectivo son deficientes y así se comprueba en las pruebas regionales como la del LLECE y en las pruebas internacionales como PISA en las que los estudiantes latinoamericanos y en particular los colombianos están por debajo de lo logrado en sistemas educativos más sólidos que se llevan a cabo en países desarrollados.
Según el BID toda esta problemática desde el punto de vista educativo tendrá un impacto en el mediano y largo plazo, pues la actual generación de estudiantes podría perder en ingresos, a lo largo de su vida, hasta el equivalente a 17.000 millones de dólares a valor presente, lo que representaría el 14% del PIB mundial actual(Banco Mundial, UNESCO y UNICEF, 2021).
De otra parte, no sabemos si es que a nuestros políticos está situación no les interesa por conveniencia o tienen o una visión corta, pues la falta de educación tiene una incidencia directa en el desarrollo del país, en su economía y aumenta los índices de pobreza y por ende de violencia, es decir, es una cadena que nos conduce a resultados negativos, y ellos en lugar de hacer demagogia deberían unirse para que el país y sus ciudadanos avancen.
En el caso colombiano el sistema educativo ha fracasado porque salen bachilleres que no son capaces de leer y entender un texto simple, y en algunas universidades la complacencia con los estudiantes es cínica ya que, en lugar de educar y crear líderes, lo que hacen es fomentar profesionales mediocres porque hay que brindarle la información como en papilla en lugar de obligarlos a investigar, a tener un pensamiento crítico y analítico. Es decir, algunas universidades se volvieron negocio en el que el relativismo impera, y en el que hay que pasar a los estudiantes y se condena al docente que exige.
La ley del menor esfuerzo es lo que se impone; por eso es que el país en lugar de desarrollarse, se atrasa más y se consolidan los antivalores como el que acabo de señalar.
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Clara Inés Chaves Romero: Exdiplomática y escritora. Comunicadora con amplia experiencia en columnas de opinión, en análisis de la política nacional e internacional. Escritora del libro Justicia Transicional, del laberinto a la esperanza catalogado de consulta y del libro Crónicas de Juegos y maquinaciones políticas. Columnista de la revista “Realidades y Perspectivas” universidad de Chile Columnista. “revista Ola Política”, febrero 2019- actualmente.