Por Guillermo Romero Salamanca
Fernán Martínez Mahecha vive todos los días una crónica. Inició su vida profesional como fotógrafo en Santiago de Cali, en el diario El Pueblo, al lado del inolvidable Henry Holguín.
Sobre esos años podría escribir una novela con los relatos más escabrosos cuando cubría los más insólitos actos judiciales tomando fotos y observando el análisis de investigador de Holguín.
“Un día estábamos en el periódico cuando nos dijeron que había un asalto bancario. Henry me dijo: “mono, aliste la cámara que nos vamos para allá”. En segundos, Fernán tomó su maletín, revisó si tenía los suficientes rollos y emprendieron la carrera en un jeep del diario.
Cuando arribaron a la escena del asalto, atravesaron el carro y se metieron debajo. Las balas iban de parte de la policía y venían de las armas de los bandidos. De un momento a otro uno de los antisociales salió disparando y se lanzó hacia donde estaban los comunicadores. A los pocos centímetros del carro, un proyectil le dio en la espalda y murió ante la mirada atónita tanto del redactor como del fotógrafo. Minutos después, parte de la banda fue capturada.
Cuando hacían el levantamiento del cadáver, Henry observó que el muerto llevaba debajo del pantalón una pantaloneta.
Se fueron al diario. Henry se sentó frente a la máquina de escribir y Fernán se fue al cuarto oscuro a revelar las fotos. Al día siguiente a lo largo de la página judicial, el titular decía: “El asalto bancario se planeó en El Charco del burro”.
Fernán, extrañado, se dirigió al periodista y le preguntó: “¿de dónde sacas que el asalto se planeó allá?”.–Mijo, le dijo Holguín. Bien sabes que el charco del burro queda arriba de La Tertulia, allá va gente del común. Con esa pinta y esa pantaloneta no iban a organizar un asalto en el Club San Fernando. Póngale lógica.
Los sabuesos de la policía verificaron con los datos del diario que efectivamente, el día anterior, vecinos del lugar vieron a los miembros de la banda bañándose y hablando en el popular lugar.
Decenas de historias como estas puede contar durante varios días Fernán Martínez Mahecha. Poco tiempo después el propio Henry lo trasladó a Bogotá a trabajar en Antena, con la cual entrevistó a lo más granado del mundo del espectáculo del momento hasta llegar a la dirección.
Cuando se acabó la revista pasó a El Tiempo y entonces el hijo de don Manuel Martínez –el popular Manolo Martínez– tuvo la oportunidad de hacer entrevistas, reportajes, pero recrearse en lo que más le gustaba: la crónica.
Un día hablaba con Miguel Bosé, otro, con un ministro, pero su nota principal la hizo con el ídolo del momento: Julio Iglesias. El español quedó tan complacido que le ofreció un puesto como jefe de prensa y se lo llevó a su sede en Miami, localizada frente a la casa del extinto mafioso Al Capone.
Todas las mañanas, tipo once, el cantante lo llamaba desde su casa en una isla de la ciudad. El periodista le respondía como “Julito” y de inmediato le daba un reporte de todas las actividades periodísticas en el mundo.
Le enviaba recortes de prensa de los principales medios. A un lado del escritorio de Fernán había una mesa con miles de fotos del cantante. Unas en papel, a color y en blanco y negro. Había decenas de rollos recién revelados. Más allá cajas y cajas con diapositivas. El payanés revisaba una a una y después de una hora de examen con una lupa grande y otra pequeña, seleccionaba a una. “Esta les servirá para ilustrar una nota en El Nuevo Herald”, decía.
Fueron los años maravillosos de Fernán. Eran los ochenta. Julio estaba en lo más alto del mundo del espectáculo. Un día se tomaba una foto al lado de Frank Sinatra, otro con Charles Aznavour, uno más con Anwar El Sadat, el presidente egipcio u ofrecía una rueda de prensa con periodistas españoles.
Fernán estuvo en los mejores hoteles, restaurantes y escenarios del mundo. Viajó miles de kilómetros. Conoció centenares de ciudades y miles de personas. Le sorprendía cómo le llegaban cartas a Julio desde distintas partes con esta sola dirección: “Señor Julio Iglesias, Estados Unidos”.
Un día Fernán abrió una de esas cartas y lo conmovió. Era una señora que le decía al cantante que le gustaría que fuera a su casa a tomar jugo de mango, porque era el mejor que se producía en la región, se lo ofrecería con hielo y sin azúcar. Sabía que le gustaría.
Esa playa alta de Fernán duró justo diez años. Se despidieron, pero Julito le seguía cantando dos temas que le había compuesto el payanés: El primero, “No me vuelvo a enamorar” y el segundo, “Esa mujer”.
Fernán Martínez habla a toda velocidad. A veces, tartamudea, pero mientras conversa puede pensar en 5 ó 6 cosas más al mismo tiempo. Es un creativo por naturaleza.
Después laboró con Chabeli Iglesias y luego con su hermano Enrique. Conoció y vivió la cima de la industria discográfica. Escribía, producía, conversaba con empresarios de acá, pero ya no volvió a tomar fotos.
Montó su oficina para manejar nuevos talentos. Hasta hace poco era el empresario de James Rodríguez. “Lo tuve hasta cuando me lo quitó el Real Madrid”, comenta con su característica risa. Ahora sigue con sus proyectos para cine y televisión. En su carpeta figuran actrices como Laura Londoño, Martina García y 20 figuras más.
-¿Hacia dónde va la televisión y el espectáculo?
Creciendo mucho. Los nuevos outlets como Netflix, Apple y Amazon brindan muchas oportunidades. Colombia es un país muy importante para la producción de películas extranjeras, la televisión es cada vez más profesional y están pagando muy bien. Es una gran fuente de trabajo. Los trabajos de acá se venden al menos en unos 100 países.
-¿Está escribiendo?
Tengo un par de libros totalmente terminados.
-¿Libros de Periodismo?
Me gustaría rescatar algunas crónicas de El Pueblo, Antena y El Tiempo. Me han propuesto algunas editoriales que reúna trabajos de esos medios, pero eso tiene que esperar unos días más.
-¿Cómo ve los medios en la actualidad?
Hay una crisis de los medios de comunicación tradicionales, pero hay un crecimiento en todo lo on line. He oído que La silla vacía está mal, Noticias Uno lo cierran. En El Tiempo y en Semana están sacando gente. No hay publicidad en los medios y así no pueden sobrevivir. Vender un periódico sale más costoso que producirlo, el transporte es carísimo.
-¿Es también una crisis en el Periodismo?
Los medios tendrán que transformarse a otra forma de hacer periodismo. Les está pasando lo mismo que a los taxistas con el Úber. O se modernizan o se acaban.
-¿Muere el papel?
Desde luego. La crisis es mundial. La tienen el The New York Times, News Week, Usa Today. Lo que veo es que los medios tendrán que recurrir a conseguir suscripciones.
-¿Sigue recibiendo dividendos por sus canciones con Julio Iglesias?
Hice un convenio con el hermano de Julio Iglesias que tiene una editorial. Me dieron un cheque y pensé que era un negocio, pero fue una falla. Ahora que estoy en la parte administrativa me doy cuenta de que lo importante es el compositor, no tanto como el cantante. Ahora se sabe casi milimétricamente dónde está sonando una canción y quién la adquiere.
-Hace años no había tanto talento como ahora, ¿cómo seleccionarlo?
Es verdad, cada semana hay mil nuevas figuras on line. El que quiera sobresalir, tiene que destacarse.
-¿Hacia dónde va la música?
Ahora la música popular es la que va a triunfar y a la cual me dedicaré de tiempo completo. El vallenato ha bajado bastante, lo mismo que el reguetón. Ahora hay un fenómeno musical con Paola Jara, Jeison Jiménez, Jessi Uribe. Ya no es una música de una región en Colombia, ahora se escuchan también en la costa porque los jóvenes están presentes en las redes y hay otros medios para oírlos. Este género musical está creciendo a nivel internacional también.
-¿Funcionan las canciones en español?
Siempre ha sido una barrera en Colombia, pero si es un tema bueno, la gente que habla en inglés, se las aprende. Eso lo viví con Enrique Iglesias, por ejemplo.
-¿Ha vuelto a hablar con Juanes?
Gracias a Dios, no.