Hace pocos días concluyó en la ciudad de México la segunda ronda de negociaciones entre representantes del régimen venezolano y sectores de la oposición, proceso que se desarrolla con la mediación de Noruega, el acompañamiento de Holanda y Rusia, y el respaldo de Estados Unidos, la Unión Europea y varios países del mundo, bajo la premisa de que podría abrir el camino hacia una salida a la dramática crisis múltiple que vive la sufrida Venezuela.
Los anunciados acuerdos tempranos se limitaron a una declaración conjunta respecto a los legítimos derechos nacionales sobre el territorio de la Guayana Esequiba, tema que Chávez y su sucesor Maduro descuidaron irresponsablemente buscando congraciarse con los países del Caribe, y de otro lado, un acuerdo que ayudaría a atenuar los graves problemas derivados de la pandemia, mediante la canalización parcial de recursos congelados internacionalmente hacia tal propósito, sin que ello suponga el levantamiento de las sanciones que hoy pesan en contra de la dictadura. Las expectativas sobre temas cruciales: elecciones presidenciales, garantías electorales, liberación de presos políticos, cese de la persecución, respeto a la Constitución y equilibrio en el Poder Judicial, entre otros, han quedado diferidos para las etapas que se reanudarán el próximo 24 de septiembre.
El régimen usurpador proclamó su triunfo en México, pues se le habría reconocido legitimidad, tesis que es rebatida por juristas opositores, y porque le permitiría capitalizar la orientación parcial de recursos congelados hacia temas sociales y al plan de vacunación. No ha amainado tampoco el tono agresivo que Maduro utiliza contra la oposición, incluyendo a Juan Guaidó, a quienes descalifica y amenaza, reafirmando en sus acostumbradas “boconerías” que el régimen no saldrá “ni con balas ni con votos”, expresiones usadas por Chávez en el pasado, que evidencian las verdaderas intenciones. Maduro expresa además con desafiante arrogancia, que dado que la oposición decidió participar en las elecciones regionales de noviembre próximo, se sentará junto a su esposa Cilia, comiendo palomitas de maíz (cotufas), a disfrutar viendo el desfile de líderes de oposición que rechazaban las elecciones de noviembre depositando su voto, sin haber tenido que ceder mucho en garantías, como no sea un cambio menor en la integración del Consejo Nacional Electoral (CNE). Y es que, efectivamente, ¿quién asegura que si algunos gobernadores de oposición son electos no se les designe “protectores” (gobernantes paralelos), se les niegue recursos o que se avance ilegalmente en la implantación del Estado Comunal, que barrería con el sistema republicano?
La opinión pública y política sigue polarizada o confundida. De una parte, voceros con audiencia como María Corina Machado, Antonio Ledezma y Diego Arria consideran que el diálogo de México representa un paso en falso que solo sirve para oxigenar al régimen, que genera presiones para aliviar las sanciones internacionales y podría afectar el proceso que se adelanta en la Corte Penal Internacional para iniciar una investigación contra Nicolás Maduro por crímenes de lesa humanidad. Estiman que la liberación de recursos o el manejo de activos que se encuentran en litigio internacional sería aprovechado por la autocracia gobernante, y confundiría a las autoridades británicas en la decisión pendiente sobre la posesión de las reservas de oro depositadas en el Banco de Inglaterra, a las cuales desea echar mano la voraz organización criminal que gobierna al país, tras haber saqueado o dilapidado cerca de US$ 990.000 millones a lo largo de los últimos 22 años, amén de utilizar cuantiosos recursos para favorecer causas políticas afines en la región, en transferir a Cuba decenas de miles de millones de dólares, y en enriquecer a una cúpula militar indigna para “comprar” su respaldo, como también a negociantes políticos afines que medran a la sombra del Estado, y son poseedores de cuantiosas fortunas, todo ello mientras el pueblo vive las más graves penurias. Solo a manera de ejemplo, véase el escandaloso caso del colombo-venezolano Alex Saab, quien de fracasados negocios se convirtió en el zar de una estructura criminal que se enriqueció con los alimentos del pueblo venezolano, actuó como testaferro de jugosos negocios entre el régimen corrupto, el crimen organizado y opacas transacciones petroleras y de venta de oro, y que hoy se encuentra ad portas de extradición a Estados Unidos, junto a otro notorio caso, el del detenido en Madrid, General Hugo Carvajal, ex jefe de los servicios de inteligencia del régimen e integrante del tristemente célebre cartel de los soles.
Regresando a México, en lo personal desearía vivamente que surgiera en forma negociada una salida electoral y pacífica a la crisis venezolana. Pero no se pueden olvidar los antecedentes del pasado: desde que yo mismo intenté genuinamente sin éxito desde Fedecámaras persuadir a Hugo Chávez de la necesidad de abrir espacios de debate sobre temas de alto interés nacional, pasando por los frustrados diálogos y referéndum revocatorio de 2003-2004, los ulteriores fraudes electorales, el desconocimiento de la voluntad popular y la secuencia de fallidos intentos de diálogo ocurridos, uno con participación del Vaticano, otros en Oslo, Barbados y República Dominicana, en ninguno de los cuales existió voluntad del régimen para encontrar salidas, como no hayan sido la de elaborar caminos truculentos para perpetuarse en el poder y continuar subyugando al país.
Algunos sectores políticos se declaran optimistas, entre ellos varios dirigentes empresariales. Para estos, es legítimo buscar espacios orientados a la solución de los acuciantes problemas que afectan el desarrollo de la actividad productiva, golpeada por la política antiempresarial desplegada desde el inicio del régimen chavista para crear un Estado omnipotente, omnipresente y expropiador que ha fracasado, y otra cosa sería desdeñar la defensa de los principios filosóficos pivotales del movimiento empresarial, como son la defensa de la libre empresa, la libre iniciativa, el respeto al Estado de Derecho, la democracia, y los valores consustanciales a la dignidad humana.
No quiero pronunciarme aún sobre las negociaciones de México y sus posibles resultados, dando el beneficio de la duda, pero es necesario contextualizar su desarrollo con base en la experiencia, no por mirar siempre hacia atrás, sino para evitar la generación de expectativas que lleven a nuevas frustraciones al pueblo venezolano y a la comunidad internacional, cansados ambos de ver cómo se perpetúa en el poder uno de los regímenes más destructivos de que la humanidad tenga memoria. Es también indignante ver al poderoso líder ruso Vladimir Putin brindar su incondicional apoyo a regímenes repudiables como el de Maduro en Venezuela, Lukashenko en Bielorusia, los ayatolas en Irán, Al Assad en Siria, Erdogan en Turquía, el castrismo en Cuba, Kim Jon Un en Corea del Norte, Ortega en Nicaragua o los talibanes en Afganistán, en una alianza con la emergente potencia China y otras autocracias, empeñadas en debilitar las democracias liberales que prevalecen en parte de nuestro atribulado planeta, para debilitar a Estados Unidos y a occidente.
Ojalá brille una luz de esperanza de México, pero estoy obligado a permanecer en modo escéptico hasta que los hechos demuestren lo contrario. Es sí indispensable que se construya una clara unidad de propósitos en la oposición venezolana, por encima de intereses particulares o grupales, en torno a la impostergable necesidad de rescatar la democracia y la libertad, en un país que ya no aguanta más.