Por: Roger José Carrillo Campo
La desaparición paulatina del mundo natural y los crecientes impactos sobre los ecosistemas mundiales han trasformado el paisaje y la salud del planeta y han inducido una nueva dinámica denominada “cambio climático global”.
Los seres humanos, nos hemos venido convirtiendo en una enérgica fuerza transformadora del planeta, cuyo impacto es tan fuerte en el tiempo en que vivimos (en especial el último medio siglo). La consecuencia de este cambio es que el planeta es y será cada vez menos predecible y rico ambientalmente. En este sentido, la vida humana, nunca había enfrentado un problema de semejante magnitud, la expresión más evidente y dramática de este cambio global es el cambio climático, causado por la modificación de la composición química de la atmósfera debido a la emisión de gases de efecto invernadero (GEI).
Las consecuencias de este cambio climático son evidentes en Colombia. Sequías intensas en épocas inesperadas y lluvias más fuertes y prolongadas cuando se anuncia tiempo seco, así lo demuestran. No hace mucho se hablaba de fenómenos como el Niño o la Niña cada cinco años, hoy ocurren casi cada año y medio, generan desastres inesperados en zonas y regiones del país que se encuentran vulnerables.
Es de aclarar que, si bien el cambio climático es una amenaza global, los principales causantes del fenómeno son pocos, pero poderosos; hoy en día Estados Unidos y China son responsables de algo más de la mitad de las emisiones de GEI, China superó recientemente a Estados Unidos como primer contaminador, entre tanto Brasil, India y Rusia siguen aumentado sus emisiones debido al rápido crecimiento económico basado en el sistema globalizador y consumista, que ya probó ser insostenible.
¿Pero que estamos haciendo desde la capital de la república para mitigar las amenazas del cambio climático? En la sabana de Bogotá, la urbanización se ha extendido de modo desordenado e imparable, la Estructura Ecológica Principal de donde vienen el agua y los servicios esenciales se ve cada vez más amenazada, en la región las licencias para usos del suelo, se asignan con un criterio fiscalista puntual y son muchas veces incompatibles con la vocación de la tierra; Bogotá pasó de emitir 21,5 millones de toneladas de CO2eq en 2008 a 24,5 millones de toneladas; en este caso, el transporte es el responsable de dos terceras partes de esta cantidad; sin embargo, el número de carros y motos en las calles crece todos los días.
La ciudad ha avanzado en materia de formulación de políticas y planes para enfrentar el cambio climático; el Plan Regional Integral de Cambio Climático (PRICC) llevado a cabo por varias instituciones y apoyado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estudia los efectos del cambio climático para Bogotá y Cundinamarca y propone escenarios futuros hasta por 100 años; en sus estudios se señalan los altos riesgos que se vislumbran por los cambios en los patrones de lluvia y el aumento de temperatura, también es especialmente preocupante, el efecto por el aumento de temperatura en la extensión y capacidad de los páramos, que surten de agua a Bogotá y la región, por lo que se anticipan períodos con extremos de lluvias y sequías.
Sin embargo, aún falta mucho por trabajar; el próximo Plan de Ordenamiento Territorial que se proponga para Bogotá, debe considerar el cambio climático como un elemento fundamental del futuro de la ciudad y sus ejes deben ser acordes con acciones relacionadas con él; seguramente una de las cosas más importantes debe ser la ordenación del territorio alrededor del agua, con una ciudad densificada, que cuide sus recursos acuíferos. Así mismo, es importante reforzar la misión de la Secretaria de Ambiente para este fin, deberá realizar constantes procedimientos para controlar la emisión de gases vehicular e industrial, que son los principales contaminantes del aire, tener una medida de contención para disminuir los efectos negativos de estas emisiones en la atmosfera.
No sabemos con certeza cómo será el comportamiento del clima en el mediano y el largo plazo, por eso hay que adoptar principios nuevos basados en el conocimiento y el respeto por la naturaleza. Se requiere una nueva cultura alejada de las actitudes y comportamientos tradicionales frente al mundo natural y diferente de los actuales parámetros de gestión estatal y privada. Si queremos adaptarnos al cambio climático con alguna probabilidad de éxito, es necesario adoptar nuevas estrategias enfocadas al cambio del sistema y del modelo, experiencias probadas como la economía circular, deben ser parte de la solución, así como la formulación de políticas de hábitat y urbanismo – adecuadas a la realidad ambiental de la ciudad y de las amenazas del cambio climático – que deben ser la prioridad del gobierno de Bogotá, trabajando en los planes -que por sentencia- con los cuales se ha avanzado en la recuperación del rio Bogotá y la protección de los cerros orientales, así como la promoción de arborización.