Los colombianos somos recurrentes en nuestras falencias y por duras que sean las experiencias, no tomaron correctivos.
Viviendo por más de 50 años en conflicto, o guerra, o como queramos llamarlo, no nos ponemos de acuerdo sobre cómo debemos obrar para recuperar la paz. Los sufrimientos, vivencias y espeluznantes acciones de barbie que se han convertido en el diario acontecer, no nos despierta para reconocer que tenemos que hacer algo positivo par a lograr una sana convivencia, generando desarrollo, trabajo y prosperidad. Nos contentamos con un disfrazado progreso, sin tratar de cerrar las grandes brechas de desigualdad que nos colocan como el tercer país de mundo más atraso, pobreza, miseria y hambruna.
De otro lado, con un país privilegiado bañado por los dos mares, con un recurso hídrico generoso, cabeza geográfica del continente, con ríos caudalosamente navegables, pero sin estructura vial y ferroviaria.
Sin querer posar por experto a ojo de cualquier mortal, encontramos que en materia de carreteras nos quedamos con el siglo XIX siendo generosos. Como se concibe que para atravesar desde la despensa llanera para llegar al pacifico no poseamos un corredor acorde con el desarrollo globalizado que nos atropella.
Desde la presidencia de Laureano Gómez, con el ministro de obras de Jorge Leyva, quienes hablaban de las troncales y quien inicio hoy la mal llamada autopista norte, no nos hemos impuesto una tarea una red sostenible, pues nuestras carreteras, fueron hechas utilizando las trochas de nuestros indígenas y conquistadores (un ejemplo la trocha Villeta – Guaduas).
En el gobierno del General Rojas hubo un impulso hidráulico reconocido. El mal, es recurrente, pero los últimos gobiernos no han hecho nada significativo, lo más ostensible es lo ocurrido en el doble cuatrenio anterior con un ministro que nos dijo mentiras a todos y no apropiadamente “piadosas”, siendo el más afectado por su incoherencia, el Presidente Uribe y “paganine”, todos los Colombianos.
Con relación al vil asesinato cometido por las Farc a los 4 militares, que por más de 12 años sufrieron lo indecible, encadenados en la selva, nos lama a reflexionar. Las contundentes, centradas y humanistas declaraciones del arzobispo de Cali y de la conferencia Episcopal, nos abre la luz de la esperanza, de ese túnel del que habla Álvaro Gómez. Tenemos que aportar todos nuestro granito de arena, por todo esto y mucho más, debemos salir unánimemente el 06 de Diciembre exigiendo a los grupos insurgentes que pongan en libertad a todos los secuestrados e iniciar los diálogos de desmovilización y paz.