Por: Gabriel Ortiz
La “fiebre amarilla” es la epidemia que deben enfrentar los habitantes de Bogotá, para beneficiar a unos pocos empresarios que viven del negocio de los taxis, a costa de los pobres conductores que exponen su salud, su seguridad y su vida por unos pesos para sostener a sus familias.
Los taxis amarillos constituyen el mayor desbarajuste que existe en la capital. Los llamados “zapatos, que son las incómodas e inseguras latas con motor que deambulan por las calles a caza de usuarios, son verdaderos ataúdes en los que deben transportarse los capitalinos. Los pasajeros, deben revestirse de toda la paciencia y justarse a los requerimientos del conductor. Solo llevan a la gente que va para donde el taxista quiere.
Estos “zapatos”, como los llaman, han desplazado a los vehículos más cómodos, no tienen donde llevar maletas u objetos de los pasajeros, porque en el portamaletas les han acomodado cilindros de gas. Los taxímetros adulterados. Carros sucios que se prestan para toda suerte de pillajes.
Si sufren un accidente, por simple que sea, seguramente hay muerto, porque este es el único país en el que se permite a este tipo de vehículos prestar servicio público.
Autoridades de tránsito y empresarios han montado el más lucrativo negocio: el del llamado cupo para comprar un taxi nuevo. Consiste en adquirir un vehículo viejo que se convierte en chatarra, para que ingrese uno nuevo. Se calculaba que ese cupo solo valdría entre 5 y 6 millones de pesos. Pero ahora con la complacencia de las autoridades de movilidad, puede costar entre 15 y 25 millones de pesos.
Así las cosas, existe un caos en el transporte amarillo, que ha venido solucionándose a través de los llamados Uber y los taxis de los hoteles. Son cómodos, sólidos, amplios, seguros, oportunos, conducidos por amables y educados propietarios, sin música estridente y con unas tarifas razonables que se pagan con tarjeta de crédito. Pero los empresarios de los amarillos, les han declarado la guerra, porque necesitan aferrarse a un negocio caótico y peligroso para los usuarios.
Infortunadamente autoridades de movilidad, defienden el atropello y amenazan a los Uber, sin poner remedio al pésimo servicio que presta la “fiebre amarilla”, así vaya en contra de una población indefensa, víctima de semejante desbarajuste e inseguridad.
BLANCO: Amilkar Acosta, es la carta más idónea para las gobernaciones.
NEGRO: La tapahuecos no da más.
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