Tomado del libro, «Historias humanas de perros y gatos»
Este título sugestivo corresponde a uno de los más de 70 relatos que hacen parte de, “Historias Humanas de perros y gatos”, de Gustavo Castro Caycedo; impactante libro cuyo gran tiraje se agotó antes del tiempo previsto, y cuya segunda edición acaba de reponer existencias en las librerías del país y que para desgracia del grupo Zeta, y de su autor, está siendo pirateado, signo inequívoco de que el libro se convirtió en un gran suceso editorial.
La siguiente historia, cedida por “Editorial E”, a www.verbienmagazin.com, es un ejemplo de inmensa humanidad, que caracteriza a su protagonista, la periodista Claudia Mercedes Galindo P, Directora de la revista Alo, una inigualable protectora de perros y gatos, ene Bogotá, cuya narración trasciende, al expresr su inmenso amor por los seres vivos que no tienen voz. El siguiente es el apasionante relato consignado en “Historias humanas de perros y gatos”.
Castro Caycedo inicia esta historia, diciendo: Para conocer la sensibilidad humana de la Tía gato, resulta oportuno el párrafo de una carta que encontré en Internet, (dice el autor), escrita por el conocido protector de los niños de la calle, Jaime Jaramillo, quien dijo: “Claudia Mercedes, con su gran talento y entrega, ha sabido utilizar magistral e impecablemente el poder que tiene en sus manos, para inspirar, servir y llevar un mensaje directo, innovador y actual a las mujeres, para que descubran el poder que está en sus corazones, crean en sí mismas y utilicen sus dones y cualidades en beneficio no sólo suyo, sino de los demás. Claudia es un ser maravilloso que está trascendiendo y dejando huella en muchos corazones”
El se refiere a Claudia Galindo P, Directora de la revista Aló, cuya sensibilidad humana trasciende en muchos de sus editoriales, y muy especialmente en su gran sentido de amor, solidaridad y responsabilidad humana que concentra en cada acto, campaña o acción en favor de niños y mujeres o de los otros seres vivos que no pueden expresar sus desgracias, tristezas, dolores o sufrimientos, porque les falta voz para poder contarlos.
La historia de Claudia Mercedes es impactante dada la magnitud y alcance de lo que ha hecho por infinidad de animales lastimados, abandonados, pero que han tenido la suerte de llegar a su vida, pues ella les ha prodigado amor y todo cuanto podrían haber esperado en y para sus vidas.
Los sobrinos de Claudia Mercedes que tienen la medida suya por la forma con que ella, su Tía gato, se ha entregado a los animales en desgracia, tal vez jamás la han imaginado en su papel como directora de la revista ALÓ, cumpliendo con una robusta agenda ejecutiva, debatiéndose en la jungla laboral por estrategias, chivas y nuevas ideas, para, (sin empañar el alma de la publicación), mantener exitosamente los indicadores de lectoras y ventas. Así como liderar un consejo editorial con colaboradores y columnistas de tan diversas personalidades y modos de pensamiento, dictando charlas o participando en un conversatorio de preparación para la muerte, o sobre moda, novias, etc. O tomando un avión o un crucero a horarios irrisorios para asistir a congresos, convenciones, cenas, ferias, “fashions weeks” y eventos en y fuera el país, interactuando con celebridades, personajes y expertos de todo tipo…
No es necesario describir el espíritu de esta destacada mujer que entrelazó el teclado de su computador con su corazón y sus recuerdos, para expresar, sin artificios, su amor por los animales. Sus palabras salen del fondo de su alma en la que lleva tatuada las historias humanas de sus perros y gatos, sufridos, pero finalmente privilegiados.
Mamá, ‘doctora’, rescatadora, protectora… de gatos y de perros.
“Tía gato ¿por qué te dicen Claudia?” Me pregunta mi sobrino Andrés Felipe, de 4 años, al oír cómo sus papás, tíos, miembros de la familia y otros adultos se refieren a mí con ese ‘apodo’ cuando en su lógica y sentido común el único nombre que me queda y puedo tener es el de Tía Gato.
Una recóndita casa en la montaña, decorada exclusivamente con esculturas, adornos y figuras gatunas como si fuera una antigua cámara de culto egipcia destinada solo a reverenciarlos; a su lado, un hotel boutique en donde moran y conviven como faraones más de veinte mininos, de todos los colores, tamaños y nacionalidades, junto con los invitados de turno que los visitan de otras localidades y que se pasean orondos, sintiéndose como diplomáticos en territorio foráneo; y mis multirroles de mamá, ‘doctora’, rescatadora, protectora, consentidora, etc., de estos minidioses de formas reducidas, desde que amanece hasta que anochece, todos los días, es lo que él y mis otros sobrinos, Juan Nicolas, Daniel y Camilo y, a su vez, sus otros primos, como los amigos de sus amigos, solo conocen de mí. Y obvio, no existe la mínima duda de que se trata de la‘Tía Gato’.
Día tras día, llevo más de veinticinco años en las lides editoriales participando en más de 46 revistas de nicho, mis otras ‘hijas’. Tareas que distan mucho de las que asumo cuando llego a mi cabaña y me despojo de mi investidura de working girl para ponerme la de aya, enfermera, masajista, peluquera, cocinera, niñera… en otras palabras, la de madre comunitaria de 26 mininos (más sus ‘invitados’ de turno) y siete perros (cifra actual al escribir estas líneas), todos recogidos o rescatados de alguna situación con poco tinte de non sancta y mucho de macabra.
Como es de suponerse, llegan con considerables problemas de ‘gatunalidad’ y ‘perrunalidad’. Los vejámenes y el maltrato a los que han sido sometidos tienen efectos a corto y largo plazo tanto en la salud como en la expresión de sus emociones. Por regla, aunque me en-can-tan, no recibo cachorros o gaticos pues estos tienen más oportunidades de ser adoptados que los lisiados, agresivos neuróticos con la eutanasia a la vista como única salida y adultos con mañas bravas como la de orinarse en todos lados, destruir el mobiliario o repartir mordiscos o arañazos sin distinción y sin pudor a quien se les acerque.
Difícilmente alguien quisiera introducir en su hogar a una mascota con estas características, así que lejos de buscar convertirme en una santa o agradar a mi ego, las cosas fluyeron para que pudiera hacerme cargo de estos casos difíciles o imposibles y así obtener la venía del más allá para ser beneficiados con una vida extra a las siete que ya parecían haber expirado. El proceso de renacimiento no es fácil.
De hecho todos lloramos cuando nacemos pero para estos gatos y perros la lloriqueada puede durar hasta siete meses, tiempo en el que supuestamente olvidan su pasado y se integran a su nueva familia gatuna y perruna.
Existe un protocolo que hemos establecido, pero no sería efectivo si no se basara en el amor. La paciencia, el respeto, la consideración, la observación, la constancia… son también importantes pero nada como el efecto que suscita el amor. Es lógico dada su naturaleza y en este punto según mi experiencia concuerdo puntualmente con Metatrón en su discurso Conciencia Animal, canalizado por James Tyberonn el año pasado: “Tanto gatos como perros tratados y ‘educados’ con amor enseñan a menudo a los humanos a volver a amar y a abrir sus corazones”. Los perros están vinculados con el campo emocional humano, los gatos con el campo-mental/plano-psíquico humano.
Los felinos y los caninos tienen un rol único de interacción en los aspectos de la compañía humana. Esto es por un acuerdo de ‘servicio’ desde una fuente superior. Los dos son muy diferentes expresiones de félidos, pero ambos están enfocados en ayudarnos, ambos tienen capacidades únicas de formar un aspecto fragmentario de la personalidad de los cuidadores. Aunque nos cueste creerlo por la arrogancia humana que nos mueve, las criaturas del Reino Animal verdaderamente han sido profesores, aún cuando ellos no eligieron nuestra senda ‘humana’ de evolución.
Cuando un gato ‘ronronea’, la vibración es de profunda alegría; y la frecuencia dentro de esa vibración es muy sanadora, capaz de evaporar campos negativos neutralizándolos. Similarmente, cuando los perros saltan y corren juguetonamente, a menudo en gozosos giros, ellos están, como los delfines, formando vórtices energéticos capaces de limpiar las energías; y proyectando una frecuencia vibratoria ‘canalizada’ en extremo benéfica para el ambiente, no solamente retirando vibraciones negativas sino creando un escudo para evitar su reingreso”.
No profeso ninguna religión, por lo que no podría jurar sobre una Biblia o sobre otro libro sagrado que he evidenciado segmentos de estos preceptos hasta el punto de creer que hay una comunicación telepática matizada con vibración amorosa (aunque parte de mi mente, la escéptica, aún no está convencida del todo) entre ellos y yo. Supuestamente nosotros, los humanos con inteligencia superior, deberíamos ser los que aprendiéramos a hablar en ‘gato’ o en ‘perro’, pero dado que son ellos los que tienen que aprender español o inglés para comunicarse con nosotros, no podría maravillarme menos de sus cualidades elevadas y considerar esta virtud clave en la convivencia con sus congéneres y conmigo.
Algunos me preguntan cómo hago para lograr aplicar el amor en estos ‘inadaptados’ y que se reinserten tanto en la sociedad animal como en la humana y puedan expresar sus talantes con un fin didáctico y útil. En realidad poco. Al igual que en la revista, en la que cuento con un equipo excelente y unos colaboradores claves en las áreas coyunturales, en menor escala y sin que suene a que les esté dando el mismo nivel o comparándolos con un animal, recibo el apoyo de cuatro líderes alfa: tres mininas llamadas Dulce, Ágata y Pepina (qué coincidencia, tenían que llevar ADN femenino) y un canino que responde al nombre de Tonka.
Ellos, líderes naturales, son los responsables de enseñarles las reglas, las coordenadas, en dónde quedan los baños, las camas que pueden usar, el árbol que pueden disponer, cuándo ronronear y cuándo no, los momentos para hacer derroches de amor y los sí y los no a los nuevos integrantes. Sin ellos el santuario (así se denomina un hogar para animales que llegan a vivir de manera permanente) sería un caos. He aprendido que como la gran jefe, si quiero beneficiarme de su liderazgo y ahorrarme uno que otro mal rato y largas sesiones de aprendizaje introductorio, debo respetarlos y apoyarlos. Suena cruel e incongruente con el asunto afectuoso, pero si alguno de ellos rechaza al recién llegado, también lo tengo que hacer y buscar de forma amorosa que lo acepten para que el grupo que ‘comandan’ también lo apruebe. En ningún caso puedo cometer errores como el de acariciarlo primero o servirle la comida antes que a ellos.
Mis ángeles médicos veterinarios de cabecera: Doctora Sara Sánchez, quien vela con ellos desde un estornudo hasta una profunda enfermedad; Doctor Nestor Calderón, etólogo (Psicólogo de animales) muy reconocido en su ramo y a quien le aprendido tanto; Doctor santiago alameda, encargado de mantener a raya el crecimiento de la «Población» con su mano milagrosa para las odiosas esterilizaciones, y el doctor Jairo Torres siempre presto a las inesperadas emergencias y mi mano derecha e izquierda humana: Janet. Ella es la pet sitter y su colaboración va desde el mantenimiento y aseo del lugar hasta la administración de medicinas, cuidados plus y consentimientos ‘de contrabando’. Mi cómplice moral e incondicional, mi tía Mercedes, y mi aliada de pasión gatuna, mi prima Laura. Devolviéndonos a la práctica, los mirringos viven en un Cat Resort que construimos al lado de mi casa y que se conecta por un pasadizo secreto con esta.
En compañía de un ingeniero y su equipo, el ‘hotel cinco estrellas’ fue diseñado para ellos y, como dirían mis veterinarios, cuenta con suites de lujo con diversas camas aéreas y terrestres, baños, gimnasios, calentadores y comedores individuales. También incluye un área común en donde tienen a su disposición un jardín de más de 120 metros y en el que se dan sus baños de sol, luna y tierra (igual podrían bañarse con agua, pues tienen una pileta: pero la verdad se animan a medio mirarla y a meter únicamente las puntas de los dedos si hay algún renacuajo o mosco nadando por ahí). Una arenera gigante que solo utilizan para hacer ciertas asanas (posturas) –son expertos en yoga y por ende mis maestros–, pues prefieren que su retrete sea privado y no público, una selva y un minibosque particular en donde hacen el amague de que cazan e imitan a sus tíos leones y tigres entronados en los árboles (aunque más bien parecen monos y micos danzando); se purgan con los pastos frescos y se hacen el manicure en las gruesas cortezas de los pinos antiguos.
En este parque gatuno está prohibida la entrada a los ‘ruidosos’ perros: una cerca de madera con aberturas de 12 centímetros entre tabla y tabla, lo que permite que solo puedan pasar esbeltas siluetas mininas, es la encargada permanente de negarle la entrada a la manada canina que no pierde la esperanza de entrar algún día y jugar a ‘la lleva’ con esos provocativos peluches y darles unas cuantas lecciones de humildad. ¡Y la cocina meeting point! Se me olvidaba uno de sus sitios preferidos, el punto de encuentro no solo de los huéspedes permanentes sino de los amigos y conocidos vecinos que invitan a comer o a dormir de vez en cuando.
No deja de impactarme el eficiente sistema de comunicación que los gatos tienen entre sí y la agudeza de sus sentidos (aún la ciencia y sus aparatos de medición se quedan cortos frente a la realidad) que les permiten detectar, por ejemplo, los sitios en donde pueden obtener comida, ‘un levante’ y otras comodidades.
Como se sabe, la mayoría de ellos eran zarrapastrosos y callejeros, pero, ¡qué rápido su paladar olvida su pasado alimentario! De la noche a la mañana se vuelven gourmets y a la lista de las obligaciones propias de su mantenimiento se le suma la de una dieta tipo bufé en donde no pueden faltar leche deslactosada; diversos concentrados para adultos activos y perezosos, mayores de siete años, para disminuir las bolas de pelo, contra insuficiencia renal o hepática, etc.; golosinas y snaks gatunos y perrunos; comida en lata (tenemos varios ‘abuelitos’ con dientes debiluchos, lo que hace que se les dificulte ingerir croquetas duras); sopa de pollo o atún con lasaña y verduras (les fascina); mazorca desgranada; salchichón cervecero y todos esos embutidos que la ‘mamá’ (o sea yo) no come ni por equivocación. Con cierto rechinar de dientes tengo que aceptar, a pesar de mi vegetarianismo radical y de los montones de razones para no consumir ningún tipo de carne animal, que ellos sí son carnívoros. De ahí que podamos compartir la cama o mis muebles pero nunca la cocina y menos la nevera.
Muchos me cuestionan…
Ellos tienen la suya y sus propios implementos culinarios. Los canes también ostentan de un Dog Resort pero mucho más parco, puesto que tienen a su favor, con excepción de las de los mininos, todas las áreas verdes de la casa, casas individuales dotadas de colchones ortopédicos, un buen pedazo de tierra sin pasto en donde hacen sus huecos para enterrar desde huesos o pelotas hasta mis zapatos o todo lo que encuentran en mi casa tirado si me descuido, un lote en el que en un futuro se consolidará una pista de agility profesional y una extensa verja en donde practican toda clase de madrazos (su actividad preferida) con los perros vecinos.
Muchos me cuestionan por qué viviendo en un mundo como el nuestro, con tantos recursos y manos que se necesitan para lidiar y menguar las carencias físicas y emocionales de los incontables niños abusados, mujeres maltratadas, desplazados, adultos mayores abandonados, etc., invierto la mayor parte de mi sueldo (si no es todo) e infinitas horas en… unos simples gatos y perros. “¿No es absurdo lo que ‘desperdicias’ en esos animales habiendo tantas insuficiencias en otros lados que cubrir?” “¿No te da vergüenza…?”
La historia comienza con una niñez por supuesto muy gatuna. En la casa de mi abuela Sofía y mi tío Pedro pululaban los gatos y como era la primera nieta, los privilegios se extendían hasta por parte de ellos. Según mi mamá, mi cuna estaba siempre custodiada por dos o tres y cuando lloraba estaban prestos a indagar en la situación de inmediato. Las caras aterradas y con cierta repugnancia de mis tutores y las advertencias repetitivas de los médicos de presentarse una enfermedad respiratoria o afín no sirvieron de mucho ante mi buena salud y mi estado de complacencia producto de la cercanía de los mininos.
Como es obvio, mis canciones de cuna eran serenatas de ronroneos. Desde entonces se hizo evidente mi estrecha relación con los gatos, acompañada de un sentimiento de solidaridad y compasión no solo hacia estos sino por toda forma animal. No recuerdo ningún episodio de mi vida en el que no hayan estado presentes. Incluso, como viajaba mucho desde el año de nacida hasta hoy, al sitio adonde llego, hotel, casa o hacienda, es habitual que se aparezca un minino rondando por ahí. Esa interacción obviamente fue alcahueteada por mis padres, Eduardo y Stella, los dos también amantes de las mascotas y de los animales en general. Recuerdo las noches que pasamos en vela con mi papá tratando de calentar con un bombillo rojo y de mantener con vida los pollitos y paticos que nos daban en las piñatas o rescatando pájaros heridos que habían sido separados de su hábitat original; y a mi mamá en la finca de los llanos orientales al mando de su propio orfanato-hospital de terneros, chigüiros, loros, palomas, gatos y perros heridos, con los recursos que tenía y desde sus cinco años de edad.
Ellos nacieron con esa magia y me la transmitieron. Es mi herencia, la más valiosa de todas y, sin duda, la que no te quita nadie ni se acaba nunca: el amor, respeto y el ansia permanente de estudiarlos y aprender ilimitadamente. La convivencia continúa y con ella una magia que se traduce en lecciones de vida que se aplican en la oficina, la pareja, la familia y demás áreas. A esta altura de mi vida ya no sabría decir si soy yo quien más les ha dado o ellos a mí. ¿Pruebas? Miles. Podría encarnar a Sherezada y escribir un paralelo de sus historias, algo así como las Mil y una inspiraciones gatunas, y sería una extensa elegía propia de la Historia sin fin. Algunas más impactantes que otras, pero no menos didácticas. Una de ellas, la de mi embarazo.
Antes de comprobarlo mediante una prueba, ya lo intuía por el cambio de comportamiento de los mininos y los perrunos. Empezaron a cuidarme más de la cuenta y ni siquiera me dejaban ir sola al baño. Se volvieron más ronroneadores y más querendones de lo normal y como si se tratara de una esencia en spray, el ambiente se llenó de una cálida y sutil felicidad, que no pudo ser empaña por los cuestionamientos y comentarios de muchos de mis allegados al enterarse de mi nuevo estado. “¿Y, ahora, qué vas a hacer con los gatos…?” “¿Ya te hicieron bien los exámenes? Porque con esos bichos, quién sabe con qué enfermedades, es gravísimo tenerlos cerca…” “En esta etapa, tan importante para una mujer, tienes que ser razonable y elegir entre ellos o el bebé…” Bla, bla, bla…
Pero el Universo en su infinita sabiduría me puso en manos de un ginecoobstetra bastante evolucionado y que contrarrestó todas esas inquietudes basadas en la ignorancia popular. ¡Tremendo reto para el doctor Camilo! Con esta paciente gatuna 100 por ciento y perruna 50 por ciento, vegana y aquejada con un embarazo de alto riesgo por una falencia congénita. A diferencia de muchos galenos, que lo primero que sugieren es deshacerte de las mascotas y ponerte a comer proteínas animales, su primera actitud fue muy sabia al indagar acerca del tema y respetar la forma de vida de su paciente y las de sus ‘hijos’.
A ello le siguieron un estudio profundo de la situación, los exámenes de rigor, por supuesto con calificación de excelente los que hacían referencia a las mascotas y a la alimentación y un tanto decepcionante con respecto a la estructura interna de mi cuerpo para el desarrollo normal del bebé. A la cama… Reposo absoluto… Y desde ese momento fue impresionante cómo mis ‘niños’ empezaron a trabajar en mí. Supongo que entre sí acordaron hacer turnos para no dejarme desprotegida un minuto. Derroche de consentimientos y caricias, obviamente a su manera, era la constante del día.
Por mi patología a veces el bebé tendía a moverse mucho en la barriga y con una sutileza y con movimientos milimétricamente calculados, Dulce, Monina, Chavelo o Memín, entre otros, se acomodaban a su lado y empezaban a ronronear sin parar. Tanto Santi (mi hijo de verdad, verdad) como yo quedábamos plácidamente dormidos y en paz… hasta la próxima crisis. No tengo con qué agradecer tanta generosidad y tanta felicidad. Me sentía llena de luz, capaz de iluminar más que el propio sol. Un tiempo de satisfacciones inimaginables en que mis ‘enfermeros’ gatunos y caninos tuvieron buena parte de responsabilidad. Se merecen este crédito y otros más por su dedicación, paciencia y amor desmedido.
Me pregunto cómo tantas madres gestantes pueden perderse esta experiencia excepcional, casi extática y de elevación mística, por el hecho de no documentarse mejor y buscar otras fuentes de conocimiento antes de tirar a su animalito.
El índice de abandono de mascotas por este motivo es alarmante, tanto, que diversas empresas del sector han emprendido seminarios y conferencias para ilustrar más sobre el tema no solo a la comunidad sino a ginecólogos, alergólogos y pediatras y, claro, también a los propietarios. Cientos de gatos y perros han sido sacrificados, tirados a la calle o abandonados a su suerte en centros como los de Zoonosis y otros refugios, como el mío, por ignorancia, falta de conciencia e incoherencia. Con esto no estoy desdeñando ni reduciendo los efectos aterradores de ciertas enfermedades como por ejemplo la toxoplasmosis (originada por el toxoplasma gondii, parásito del tamaño de una cédula humana), que están relacionadas con las mascotas. Pero análogo a esta espeluznante verdad, el mito de que solo sea el gato quien la transmite y cómo se puede uno contagiar es peor… y cruel.
El felino no es el único medio de contagio, también lo pueden ser los bovinos y los cerdos y se adquiere al consumir carne mal cocinada o frutas y verduras mal lavadas. Y si él es el portador para que uno se pueda contagiar tendría que manipular profusamente sus heces o comérselas, literalmente. O comer carne de gato infestado. Por otro lado, ¿cómo se explica entonces que algunas madres gestantes han resultado contagiadas sin tener contacto o acceso a ningún tipo de animal? Sin pretender dármelas de científica o médica y menos de utilizar este escenario literario para tal, si algo he aprendido de estos peludos de cuatro patas es que la enfermedad no se ‘pega’, uno es el que la genera con sus emociones desequilibrantes y mal digeridas como el miedo, la ira, la envidia, la tristeza, etc. Y segundo, en la remota posibilidad de que se pegue, es el ser humano, y no en ellos, en donde se encuentra el mayor portador de bacterias y de virus, según estudios recientes.
Como ‘rescatadora’ de gatos y perros adultos y con problemas de comportamiento me siento en la obligación moral de referirme a las macabras consecuencias de abandonar a una mascota. Así lleguen a un Cat/Dog Resort (en el mejor de los casos, pues analizando las cifras de animales que esperan una adopción versus los hogares disponibles para recibirlos solo el 1,2 por ciento tiene cupo) sufren demasiado. El proceso de adaptación es largo y doloroso, así tengan cubiertas sus necesidades básicas.
El desprendimiento emocional puede causarles diversas patologías y la muerte, incluso. Y repito, si tienen la suerte de llegar una nueva casa ‘decente’ o santuario, porque de no ser así es muy factible que sean destinados a servir textualmente como ‘conejillos de indias’ en laboratorios, universidades o sacrificados para hacer abrigos con su piel o para consumo de carne para otros animales o, por qué no, de los mismos humanos. A las razones de abandono supuestamente zoonóticas se les añaden otras como “Debo irme de viaje y no tengo con quién dejarlo”, “me voy a cambiar de casa y como adquiriré muebles nuevos no puedo tener animales”, “ya está muy viejo y es un encarte” o, “en el apartamento nuevo no me dejan tener mascotas…” Absurdos que solo denotan una estatura moral muy inferior de sus propietarios.
No sé si esto es peor que aquellos que por ‘amor’ y pesar’ se abstienen de buscar un hogar más adecuado para su mascota y la mantienen en unas condiciones lamentables. Entonces me devuelvo al principio, ¿cómo no me da vergüenza gastar vida, dinero y tiempo en esta causa cuando a la humanidad la aquejan cuantiosos males, más dramáticos, desoladores y urgentes? Pues… no. No me da vergüenza. Y no por ser indiferente o indolente a estas brutales realidades que no solo me arrugan el alma sino que me hacen sentir pena de que otros seres de mi especie humana sean los gestores de ellas. Hasta se diría que también me siento culpable únicamente por el hecho de ser un ser humano.
En el concepto de que el Creador ha erigido su obra con tal perfección que en su eterna sabiduría ha dotado a sus criaturas de diferentes sensibilidades para ejecutar diferentes funciones podría estar la explicación de esta convicción y de la no vergüenza. Sería un tanto desatinado que todas solo tuvieran la inspiración para velar y estuvieran enfocadas, como por ejemplo, por niños víctimas del conflicto armado, por los delfines que se masacran sin recato en países como Japón o por la devastación de la Amazonía. “Para dominar la naturaleza primero hay que obedecerla”, diría Francis Bacon. “No se puede amar lo que no se conoce”, Reina del Cielo. “La vida es tan valiosa para un pequeño animal como lo es para un hombre. Tal y como uno quiere felicidad y le teme al dolor, tal y como uno quiere vivir y no morir, es igual para todas las criaturas”, concluye el Dalai Lama.
Y sin creerme una enviada de un dios o una militante de una pléyade de salvadores, siento en el corazón que lo debo hacer. Eso tampoco quiere decir que no me sienta en la obligación de intervenir en cualquiera de las situaciones descritas anteriormente si las circunstancias así lo exponen.
No se trata de elegir. Hay que servir, siempre. “La vida me ha dado tanto” (coincido con Mercedes Sosa), que disponerme a devolver sus dádivas a través de sus ‘hermanos menores’ sería un pequeño gracias y un minúsculo margen de contribución a la profunda deuda que tengo con ella. Y cierro con una máxima de Mahatma Gandhi que inspira y que mantiene la esperanza cuando las adversidades amenazan y flaquean el espíritu.
Cada vez que la leo me recuerda todo lo pendiente por hacer: “Para mí, la vida de un cordero no es menos preciosa que la de un ser humano. Cuanto más indefensa sea una criatura, más merecedora es de protección por parte del hombre frente a la crueldad del mismo hombre”.
La Tía Gato
La historia de las fotos
Claudia Galindo, directora de la revista ALÓ, posó individualmente con algunos de sus “hijos” de cuatro patas, y por primera vez con todos.
Fueron dos días de trabajo; más de seis cajas de golosinas perrunas y gatunas; dosis extra de paciencia, consentimientos y masajes para cada ‘modelo’, dos frascos de esencias florales tranquilizadoras (tanto para las mascotas como para Andrés, el fotógrafo, y sus asistentes, Juan David y Janet) y seis mudas para Claudia para evitar parecer otro peluche más, es el balance de este trabajo fotográfico que se llevó a cabo en su casa en La Calera. ¿Y los protagonistas? 1.Ramona 2. Mónica 3. Dominica 4. Chavelo 5. Uno de los cojines bordados por la tía Mercedes, inspirado en Ágata 6. Minina traviesa 7. Belén 8. Dalí 9. Nano 10. Picaso 11. Odín 12 . Chacho 13. Tomasa 14. Pepina 15. Ágata 16. Dulce 17. Capuchino 18. Rey King Kong 19. Olafo 20. Chen 21. Paca repaca 22. Nino 23. Rayitas 24. Pepa Ganga 25. Anacleta 26. Cósmica 27. Lucas 28. Chacha 29. Caponera 30.Tonka 31. Paca la abuelita.
Los que están debajo del sillón y detrás de la cortina y que prefirieron mantener un bajo perfil: Diamantino, Magola, Nani y Nina.
* Fotografía y arte digital: Andrés Reina
* Asistentes, Juan David y Janet
* Retoque final: John Caro
* Asesoría diseño: Ada Fernández
¡Excelente! Gustavo Castro usted es un maestro del periodismo. Sencillamente genial. Mis respetos. Claudia Galindo sabía que era muy buena haciendo revistas pero no de su calidad altruista y humana. ¡Felicitaciones a los dos!!!
Andres Reina, qué foto tan buena. ¿Se dedica usted a tomar fotos de mascotas? ¿Cuál es su URL?
Bn x todos los gatos q botan x ignorancia. Gracias Claudia, gracias Janet. Gustavo, buena labor. 🙂
Conozco un colega, hombre, contagiado con toxoplamosis por consumir carne de res preparada de forma poco higiénica.
No solo los gatos la tramiten, no solo las mujeres son las «victimas», no es el único riesgo durante el embarazo!!!
Se deberían eliminar las escaleras de las casas por que se pueden caer? No volverse a bañar por que se pueden resbalar ?? No volver a subir a un carro, solo un frenado fuerte puede ser peligroso; estas son unas de las causas mas frecuentes de perdida de bebes durante el embarazo!!
Alergias!!!???? Viví en Ecuador por 5 años viaje mas de 30 veces con mi gato en la cabina del avión, (el aire en la cabina de los aviones es recirculado), no hubo un solo ataque de asma o falta de respiración por alergias!! Seria por que nadie tenía consciencia de la presencia de un minino en el avión!!??
Q nos hace cree q somos dueños de la vida de los animales y tener el derecho de hacerles padecer sufrimiento y abandono sin ningún cargo de conciencia!!?? También son criaturas de Díos y merecen respecto y consideración!
Bien por la Tia gato que ayuda a muchos de los animalitos, sin nada!!! víctimas de la ignorancia y falta de humanidad de mucha gente q han tenido de todo en la vida!
La fuente de infección más frecuente no son los animales de compañía como erróneamente se cree y se sigue difundiendo sin base científica.9
La realidad es que la fuente por la cual entra el parásito en los humanos con mayor frecuencia es a través de los alimentos contaminados: la carne (cuando está poco cocinada, ya que un gran porcentaje está contaminada) y las frutas y verduras mal lavadas.10
Por otro lado, una persona que consume con la necesaria frecuencia verduras y frutas, puede consumirlas sin el adecuado lavado para eliminar el parásito en algún momento. También puede consumir alimentos que han sido manipulados por terceros sin poder supervisar si el lavado es suficiente (por ejemplo, en restaurantes).
La última vía de contagio suele producirse entre personas que trabajan la tierra con las manos, bien agricultores, bien en labores de jardinería. En los suelos suele estar presente el parásito en gran cantidad. Una persona que manipule la tierra con las manos desnudas puede introducir restos de tierra bajo las uñas. Pese a un lavado de manos con agua y jabón, siempre puede quedar tierra bajo las uñas. Después, si se lleva las manos a la boca, es fácil infectarse de éste y/o de otros parásitos. Si es una persona que trabaja en el campo, no tiene por qué lavarse las manos cada vez que manipula esa tierra y en un descuido (o por mala costumbre) puede llevarse las manos sin lavar a la boca.
Para que un gato pueda producir heces infecciosas tiene que contagiarse. Es decir, un gato que no está infectado y vive en una casa sin acceso al exterior y comiendo pienso o carne cocinada, no puede infectarse y por tanto no puede infectar a otros.
Si el gato tiene acceso al exterior o es silvestre, o come carne cruda, o caza pájaros o ratones y se los come, entonces sí puede infectarse.
Una vez infectado, incuba el parásito durante un periodo de entre 3 y 20 días (según la forma en la que lo ingiere, que determina la fase en la que se encuentra el parásito). Después y durante sólo un periodo de 1 mes, libera los ooquistes en las heces. Después de eso, aunque se vuelva a infectar, nunca más liberará ooquistes.
Para que esas heces con ooquistes (oocitos) sean a su vez infecciosas, necesitan un tiempo de exposición al medio de entre 24 y 48 horas. Las personas normales que conviven con gatos en casa suelen retirar las heces de los areneros con más frecuencia, impidiendo que esos ooquistes maduren y sean infecciosos. Y después, es necesario un contacto muy íntimo con esas heces para infectarse a partir de ellas. Es necesario comerse las heces del gato para infectarse (cosa que sólo hacen los niños o personas con enfermedades mentales) o si no, manipularlas con las manos y sin guardar unas mínimas medidas de higiene, llevárselas a la boca. De nuevo citamos a la «gente normal» que si tiene que realizar una limpieza de heces, de gato o de cualquier animal, después procura lavarse las manos con agua y jabón. No sólo se puede introducir el Toxoplasma Gondii en el organismo de esta manera, también otros parásitos, bacterias y virus, mucho más peligrosos e incluso letales en ocasiones como la Escherichia coli.
Por tanto, cualquier persona que conviva con un gato o varios como mascotas, incluso con acceso al exterior y hasta que coman a veces animales crudos cazados por ellos (es decir, gatos con riesgo de infectarse del parásito), con la más simple medida de higiene posible (el lavado de manos después de limpiar el arenero o usando guantes), evita infectarse del temido Toxoplasma.
Tomado de:
Wikipedia.org
Las mascotas son una gran compañía, mi hija no tiene hermanos y me habían recomendado una mascota por q cada vez q estaba sola se enfermaba, una prima nos regalo un gatito y ella tuvo un cambio muy positivo debido a q ahora esta acompañada con su amiguito felino.
Nunca ha tenido alergias, considero q al contrario ha credo mas defensas y no ha vuelto a sufrir de gripas o tos.
Me parece muy injusto q después de q un animalito ha comptido nuestra vida lo abandonen a su suerte en la calle
Realmente admirable la labor de la «tía gato» pero tengo una critica al articulo… La narración de la señora Claudia se quedo corta al describir la su labor por que no muestra en un 100% la pasión y dedicación, la pulcritud y perfección de su amor y trabajo constante por ellos. Mis mas sinceras felicitaciones y mi reconocimiento por que puedo dar fe de la majestuosidad de su trabajo como proteccionista. El santuario es el sueno y la meta a cumplir de todo aquel que trabaja en la defensa animal. Gracias, infinitas gracias por el amor que profesa a esos seres que tanto la aman. Gracias por velar por q la ignorancia de muchos sea retada y gracias por no nunca dejar de trabajar para ellos.
…»hay que servir» y esta mujer, Claudia Galindo, lo hace magistralmente a través de la Revista Aló, exaltando a la mujer, siendo la voz de mujeres que no tienen voz, o exaltando a mujeres como ella les dice BIT (Berracas, Inteligentes y Toderas) o promoviendo la Fundación Soñar Despiertos para que niños de escasos recursos y en estado de salud terminal, no se vayan de este mundo sin cumplir fantasías a las que todo niño tiene ese mínimo derecho, soñar despierto.
¡Felicitaciones! Claudia por dar en su vida tan agitada, un espacio también para perros y gatos abandonados, para los que su único sueño es pasar una buena noche y con los mejores cuidados. Que su obra por estos animales desprotegidos crezca aún más.
Carlos García
Que buen ejemplo! y cuanto amor por estos animalitos muchas veces abandonados a su suerte por personas que por creencias erroneas o influenciados por otros (sin ningún fundamento) consideran que aquellos seres que les dieron compañía, afecto y felicidad ya no son «convenientes» en sus hogares por una u otra razón. Es una maravillosa labor y tiene mucho que enseñarnos a quienes no hemos tenido la fortuna de disfrutar los muchos beneficios que nos dan su amor y compañía. Viva por Claudia! y por su dedicación y entrega en todas las causas que lidera.
Tengo la fortuna de conocer a Claudia y conocìa su amor por los animales. Pero este es un retrato del alma de Claudia, de su bondad y del ser humano que es. Gran historia, gran escrito!!
Es un honor y un privilegio conocer a «ANGELES» q aportan su sabiduria,tiempo,esfuerzo y gratitud hacia estos grandes personajes de 4 patas.
En este tiempo de emociones vacias, pensamientos rapidos y variantes,ajenos al tiempo y al espacio, es emotivo » esto es para nosotros los amantes de los animales q entendemos todas estas buenas razones»que todavia existan humanos capaces de no solo preocuparse por si mismos…..Gracias a Claudia Galindo, la Dr Vet. Sara Sanchez H. y muchos mas protectores de corazon, por tener en comun las mismas razones de vida digna hacia estos seres.
Corazones llenos de amor existen, afortunadamente, muchos en el mundo; lo que tristemente si nos falta a muchos es coraje y determinacion para hacer realidades que expresen ese amor.
Gracias Claudia por alimentarnos con este bellisimo ejemplo y por tu expresion a la vida de este inmenso amor.
Que hermosa labor , miles de bendiciones . Que siempre el universo le toque el corazón a mas personas para ayudar a estos seres tan especiales que sienten .
Tengo la fortuna de vivir muy cerca de Claudia y ver cada dia el ritual de amor hacia sus hijos peludos…bueno y tambien hacia los mios que frecuentemente van a visitarla. Compartimos el mismo afecto por nuestros protegidos de 4 patas pero a nivel personal considero que en Bogota se debe hacer un esfuerzo conjunto y seguir el ejemplo de Medellin en la eliminación del uso de vehiculos de tracción animal…cada dia vemos en los medios de comunicación el maltrato que reciben en las calles algunos los caballos que trabajan en condiciones indignas… debemos unirnos para estas y otras causas!!!
Tia Estan Muy Boniitos/as Todas Tus Mascotas A Todos Los Que Le Mostramos Las Fotos Se Aterran Pero A Nosotros No Nos Importa Porque A Nosotros Tambiien Nos Gustan Estas Muy Boniita Como Ellos Te Queremos Mucho ATT: Liliana Margariita Idrobo Tu Hermana…..
HOLA MI CLAU,QUEDASTE HERMOSA TAMBIEN LOS MININOS Y LOS GUAGUAUS ,TE EXTRAÑO MUCHO, UN BESOTE KEVIN,DAIHANA,ALEX Y MI SUEGRA QUEDARON ENCANTADOS ,NO SE SI MI MAMA TE CONTO PERO TENGO UNA GATICA LLAMADA DAKOTA ES MUY LINDA Y LOCA,TIENE TRES PERSONALIDADES,ES GATO POR NATURALEZA,PERRO Y LORO JAJA DESPUES HABLAMOS…..:)