Por: Víctor G Ricardo
Esta semana dos amigos compartieron conmigo su gran sorpresa y la admiración que les generó el ver cómo, en un vuelo de Washington – Estados Unidos a Colombia en el que se encontraban, viajaba también la primera dama de la nación, doña María Juliana de Duque, con sus tres hijos bajo la mayor discreción y sencillez posible. Me contaron también que recientemente tuvieron la oportunidad de coincidir en otro vuelo internacional con una ex primera dama, que prefiero no nombrar, que viajaba en condiciones incomparables a estas.
Así, su asombro radicaba en las grandes diferencias tanto de actitud como logísticas de los dos casos, que también me han generado a mí un gran admiración hacia la familia presidencial con la que cuenta Colombia.
Por esta razón me ha parecido importante e interesante compartir estas diferencias con ustedes. Porque esta anécdota es ejemplar para reflejar la calidad de personas que representan a nuestro país en la Presidente de la República. Sin embargo, aclaro, para no herir sensibilidades, que no reprocho el viajar en primera clase y me parece muy bien que quienes pueden pagarlo y disfrutar de la comodidad lo haga, ni tampoco que se disfruten las ventajas y comodidades que en ocasiones pueden traer los cargos ocupados. Me limito aquí a reconocer, destacar, admirar y resaltar lo que para mí refleja el comportamiento en ese vuelo de la primera dama y sus hijos.
Nuestra primera dama, contando con las condiciones para viajar en primera clase, saltarse las filas, y hacer uso del tapete rojo que sería puesto a su disposición en cualquier lugar, viajó con sus tres hijos, en la cola del avión, hizo todas las filas necesarias como un ciudadano más y pasó absolutamente desapercibida al hacerlo, porque seamos honestos, a quién se le ocurriría que la familia del Presidente de la Republica viaja en un vuelo de cinco horas, como un ciudadano del común.
Todo esto refleja la gran sencillez con que dan ejemplo al país, sin buscar resaltar quienes son, destacar su status social, aprovecharse de las ventajas que el cargo ofrece y, lo más importante, brindando el mejor ejemplo a sus hijos y al pueblo colombiano. Su conducta es una noble y de gran honor, pues no buscaban generar una buena opinión, no buscaban protagonismo ni hacerle marketing al presidente, reflejaba simplemente y sin intereses secundarios sus valores, sus principios y lo consecuentes que son con lo que defienden ante el país.
Pero bueno, todo esto fue por fuera del territorio colombiano. Lo que más asombra, es que una vez en tierra, al momento de bajar del avión, lo hicieron también bajo la mayor discreción y sencillez posible –no había un ejército de escoltas ni una gran comitiva esperando, todo se limitaba a una señora oficial que esperaba callada y discreta en el “finger”. Para quienes reconocieron a la primera dama, esto causaría un gran desconcierto pero para la gran mayoría no fue identificable porque ni siquiera eran consientes ni se enteraron de quién viajaba con ellos en ese avión.
Que esto sirva de ejemplo para los funcionarios de distinto nivel. Que importante son estos ejemplos para un país que los necesita.