Por tercera ocasión, el ‘’Niño de Oro’’ de Barranquilla se alza con los honores que desde hace medio siglo otorga el diario EL ESPECTADOR, a los atletas consagrados año tras año en el país.
Aquella semilla que sembró Mike Forero-Nougués, el verdadero padre del periodismo deportivo en Colombia, hace cincuenta años, parece que sigue tan campante como el propio creador del concurso ‘’El Deportista del Año’’, que tiene una marca, una distinción, un reconocimiento a toda prueba, y que hoy día, sin duda alguna, muestra la diferencia entre lo excelso y valioso, con lo común y corriente.
Mike, un hombre del deporte y para el deporte, nunca imaginó que cinco décadas después, su decisión de crear la distinción siguiera catapultando a los héroes del deporte nacional, esos ídolos de carne y hueso que, unos más que otros, son vivo ejemplo para el futuro del deporte nacional. Y en el caso de Édgar Rentería, el ganador del trofeo del 2010, es el botón de oro para el béisbol, un deporte que necesita, por múltiples razones, el apoyo de todos los estamentos de la sociedad colombiana.
Ciertamente fue un ciclista, el famoso ‘’Tigrillo de Pereira’’, Rubén Darío Gómez, el primero en obtener el codiciado trofeo, en 1960; y ahora, 50 años después, Édgar Rentería, ‘’El Niño de Oro de Barranquilla’’, quien desde luego no será el último en esta carrera de gran aliento, para consagrar a los atletas que por méritos propios, sin padrinazgo de nadie, alcanzan el honor y la fama al ser ‘’El Deportista del Año’’ de EL ESPECTADOR.
Para algunos, lo más importante de ser ‘’El Deportista del Año’’ de EL ESPECTADOR es que su reconocimiento permite empujar el deporte nacional hacia los primeros lugares de la diplomacia en el mundo, pues nadie pone en duda que ser el mejor atleta de Colombia, es ser al mismo tiempo embajador de las cosas buenas que tiene este país, que superan por muchas razones el cacareado formato de la política, la que muchas veces se nutre de esos ejemplarizantes hombres por razones de conveniencia, pero que se olvidan por completo de darles el apoyo que a la hora de la verdad necesita el deportista colombiano, desde sus primeros pasos en cualquiera disciplina por la cual se incline.
Para muestra, un solo botón. Édgar quería ser futbolista, para hacer parte de la plantilla de su ‘’amado Júnior’’ de Barranquilla, jugando con la famosa bola e´trapo, que le abriera el camino hacia el estrellato, pero terminó siendo el más grande pelotero colombiano de todos los tiempos, y en un dignísimo ejemplo de humildad, trabajo, sacrificio y pundonor deportivos, para bien del deporte colombiano. Nunca encontró apoyo gubernamental a ninguna escala, y cuando salió a tierras de Estados Unidos, su formación carecía del punto edificante para todo buen atleta, esa estructura que se fundamenta en contar con buenos instructores, con campos en donde pueda desarrollarse mental y físicamente hablando, y con una alimentación básica para poder rendir en el terreno de juego. Él solo con el apoyo de su familia y de sus hermanos, construyó, peldaño a peldaño, la escalera que lo condujo a la fama y a la gloria que cosecha hoy día.
Para recordar
El adagio popular sostiene que quien es caballero repite, y Rentería lo ha hecho con el aplomo del verdadero caballero no solo una vez, ni dos, sino en tres ocasiones, ser ‘’EL DEPORTISTA DEL AÑO’’ en Colombia, gracias a la demoledora demostración, indiscutible y concluyente, de sus actuaciones en los diamantes beisboleros de los Estados Unidos, en donde ha dejado una impronta difícil de superar y por obvias razones, una meta codiciada por todos los peloteros colombianos, que en medios de las aulagas y sin ningún apoyo, siguen practicando ese deporte tan costoso que no caro, como parte de una formación en pocas localidades de nuestro territorio, especialmente en la zona del Caribe.
Mike Forero-Nougués, en una de esas reuniones cotidianas que se hacían en la redacción en EL ESPECTADOR, en su sede de la Avenida 68, a la cual convergía desde nuestro inmolado director, don Guillermo Cano Isaza, hasta la repartidora de tintos, sostenía a voz en cuello que el Pelé colombiano seguramente que saldrá de una de las costas, bien del Pacífico, bien de la Atlántica; pero que los puños de oro se verían de las manos calzadas por los guantes de la gente de la Costa Atlántica, como ocurrió con Antonio Cervantes ‘’Kid Pambelé’’ o Rodrigo ‘’Rocky’’ Valdés, para apenas citar a dos joyas del deporte de fistiana de esa región nacional; y que el Babe Ruth colombiano, ‘’no tengo duda de ello’’, afirmaba, ‘’será del Caribe colombiano’’, surgiendo ‘’El Niño de Oro’’ de Barranquilla, tras el camino abonado que ya había hecho Luis Castro, el controvertido y discutido pelotero colombiano, cuyo lugar de nacimiento ha causado más de una encendida polémica, quien en 1902 jugó con los Atléticos de Filadelfia, y quien según la más reciente afirmación del historiador y amante del béisbol, el ex ministro Rodolfo Segovia Salas, ‘’es paisa’’; para que luego aparecieran en el firmamento de las Grandes Ligas, Orlando ‘’Ñato’’ Ramírez, Joaquín ‘’Jackie’’ Gutiérrez, después Édgar Rentería, y más adelante, Orlando Cabrera, Jólber Cabrera, Yamid Haad, Emiliano Fruto, Ernesto Frieri, y no se sabe cuántos nombres más vendrán en la próxima década.
Frieri, el último pelotero en llegar a la Gran Carpa, sostiene que su ídolo es Rentería, y no es para menos. Cuando el entonces ‘’Niño de Barranquilla’’ ´pegó el inatrapable que le dio el título de la Serie Mundial a los Marlins de la Florida aquel 27 de octubre en 1997 frente a los Indios de Cleveland, 3 carreras por 2 en once sensacionales episodios, Ernesto apenas era el niño que ayudaba a recoger el maíz para que su abuela hiciera los famosos bollos de mazorca, en su natal Sincerín, al sur de Cartagena. Y desde entonces, se dedicó por completo a conocer los secretos y los principales fundamentos del béisbol.
Y de cuántos otros tantos peloteros será Édgar Rentería su digno ejemplo para seguir en la dura lucha de practicar y jugar el béisbol, pensando en llegar a las Grandes Ligas, en un futuro no muy lejano, que además, económicamente le servirá para sacar de la pobreza y tal vez de la miseria a toda su familia, anteponiéndose a desarrollar con férrea disciplina y muchos sacrificios, todo lo que sea necesario para mejorar cada día, sin descanso, sin desmayos, escuchando de los que saben y aprendiendo de sus compañeros de equipo, y con la meta de llegar a la cumbre de una de las disciplinas deportivas que más enaltecen la vida del hombre moderno.
Por tercera ocasión
Sobre Rentería ya se han dicho muchas cosas. Entre otras, que es la tercera ocasión en que se alza con el trofeo de ‘’EL DEPORTISTA DEL AÑO’’ de EL ESPECTADOR, honores todos obtenidos por su grandeza dentro y fuera de los campos de juego, con sencillez y humildad a toda prueba, por su capacidad deportiva, por ser un elevado ejemplo para la juventud deportiva de Colombia.
Esos honores, logrados en los años 1997, 2003 y 2010, ungen a Rentería como uno de los mejores atletas de todos los tiempos en el deporte nacional, y sin temor a equivocarnos, en considerarlo una expresión de grandeza para el futuro del béisbol colombiano, por cuyos poros brotan como imán el sentido de la responsabilidad, sus deseos de mantenerse erguido y con la frente en alto para el deporte que le ha dado todo en su vida, y como el ébano que a sus 35 años, ha logrado todo para sí, y para el deporte de los bates y las manillas en nuestro país.
Loor a la clase, a la gallardía y el espíritu combativo de Édgar Rentería, que tocado por los dioses, nunca se entrega y siempre está dispuesto a salir, con su bate en las manos o con su manilla calzada, en entregarse por y para la victoria de su novena, cualquiera que ella sea, para bien del béisbol y del deporte colombiano.