Por: Rufino Acosta Rodríguez
Que puede haber un plan oculto de la FIFA de propiciar que los árbitros sean selectivos a la hora de mostrar las tarjetas amarillas (o rojas), para presunto beneficio del espectáculo, dice el diario Bild de Alemania, y la multinacional del fútbol lo niega rotundamente. Bild no toca el punto de la idoneidad arbitral en sí, bastante discutido también. Se queda en las ramas de lo disciplinario, para lo cual tampoco hay un parámetro común porque una cosa piensan en Europa y otra en América. La publicación se basa en el elevado número de faltas cometidas durante el Mundial de Brasil 2014, contra la baja respuesta en materia de amonestaciones o expulsiones. Casos concretos: Brasil, 96 infracciones, 10 amarillas, 0 rojas. Bélgica: 86, 7 y 1. Holanda: 91, 7, 0. Alemania, 57, 4, 0. Grecia, 61, 6, 1. Y Colombia, 91, 5, 0. Saquen conclusiones. Walter De Gregorio, director de comunicación de FIFA, rechaza el informe y dice que sería absurdo pensar en que se abra un espacio para el imperio de la violencia y que por el contrario se ha hecho énfasis en la obligación de proteger al jugador en general, y mucho más si son talentosos o hábiles. El debate quedó abierto y no cabe duda de que lo atizan situaciones como el incidente del mordisco entre el uruguayo Luis Suárez y el italiano Giorgio Chielline, así como el del colombiano Camilo Zúñiga y el brasileño Neymar, quien quedó por fuera de la competencia por fractura de una vértebra lumbar. Creo que en el fondo hay algo de razón en lo que dice Bild. Los indicios llevan hacia esa dirección, sin que necesariamente se trate de una orden directa de la FIFA. Bastaría con que circulara la inquietud de las grandes cadenas de televisión, de que el juego sea “dinámico” y “no pierda ritmo con interrupciones continuas”, para que flotara en el ambiente algo de ese estilo. Acá en Colombia lo comprobamos durante las transmisiones de los partidos. Cuando el árbitro decide frenar la brusquedad y acude a las tarjetas, lo primero que hacen algunos comentaristas es señalarlo como “cositero”, que frena el juego o abusa de las tarjetas, en lugar de establecer si hay o no falta. Está claro entonces que, para el negocio de la televisión es fundamental la continuidad, la intensidad y el movimiento. Si el juez central decide cortar por lo sano enseguida se tropieza con ese ambiente y la dura crítica de los medios. La FIFA podría aprovechar la coyuntura para insistir en que el fútbol, si bien es de contacto o de roce, no debe convertirse en un deporte donde casi todo se vale dentro de la cancha, desde la falta reiterada hasta las simulaciones, los codazos o el insulto verbal, con tal de que el “espectáculo” esté a salvo. ¿Hay presión de los anunciadores, nicho intocable para la FIFA?. Me parece que es hora de volver al rigor y a las medidas de prevención, con advertencias claras de que no habrá contemplaciones frente al desvío de la filosofía del juego limpio que debe imperar, por encima de los intereses comerciales o mercantilistas. Los silbatos están en la obligación de ser cada día más preparados para interpretar las reglas y al mismo tiempo tener la ponderación necesaria para no caer en excesos o defectos. Se entiende que es una tarea difícil, por la condición humana, pero habrá que abordarla, ojalá con la ayuda de la tecnología. Todo ello lejos de olvidar que el fútbol agita pasiones, siempre será causa de polémicas y el árbitro invariablemente lleva las de perder. Con o sin razón.