Tremendo lio en el que se metió el Procurador Ordóñez al suspender al alcalde Samuel Moreno, decisión que nos pone a pensar en muchas cosas que valen la pena analizar.
Pongámonos a pensar en la prontitud con la que obró el funcionario, sin antes haber escuchado las explicaciones del Alcalde. Según el régimen que la Constitución del 91 impartió al Distrito Capital, el jefe administrativo, no puede intervenir en las diferentes dependencias, como por ejemplo el IDU y demás. Eso quiere decir que si Moreno hubiera actuado, el propio Procurador, tenía que sancionarlo, por extralimitación de funciones e intromisión en los asuntos de otras secciones o delegaciones. Tampoco se produjo la sanción por corrupción, como se esperaba, dadas las características que toma el caso Nule. ¡No! Se limitó a sancionarlo por omisión, es decir por no haberse entrometido, especialmente, en las funciones del IDU. Y lo amonestó por no haber aplicado caducidades y sanciones a los contratistas, cosas que dependían exclusivamente del Instituto.
Pero una cosa dice nuestra Ley de Leyes, y otra la que interpretan los jueces en su sabiduría.
Pongámonos a pensar, por ejemplo en la premura con que actuó, el doctor Ordoñez, y la manera como aplicó la norma, para suspender al alcalde, cuyo sector político no votó por su elección.
Y pongámonos a pensar, si una medida de ese tamaño podría servir, como nos tenían acostumbrados, para tapar otro de los frecuentes escándalos provenientes del gobierno que ternó al actual Procurador.
Era necesaria una acción inmediata que neutralizara lo que se destapaba, como el mayor desfalco a las arcas del Estado con el billonario desangre a la salud. Y uno se pone a pensar si, ¿tal premura del Ministerio Público, estuvo orientada a desvanecer tan aberrante hecho? ¡Fuera tal reflexión! Imposible que llegásemos a esos límites.
Lo hecho, hecho está y lo dicho, dicho está.
La reacción general, ha sido de júbilo, especialmente en los sectores políticos, porque no se han puesto a pensar en el veneno que lleva esa determinación. Se ha exaltado, alabado y encumbrado la forma como se actuó, sin detenerse a analizar las consecuencias que se pueden desprender de semejante alcaldada. ¿El Procurador habrá tomado tamañas armas para impartir justicia a amigos o enemigos? Pongámonos a pensar.
El mismo Procurador, creo, tampoco se puso a pensar en lo que ello le acarrearía. Tendrá ahora, y sin demora, si quiere dejar la misma imagen de inquisidor, empezar a sancionar a todos por funcionarios del anterior gobierno, que no actuaron. A los alcaldes de todas las ciudades y poblaciones, a los gobernadores, a los ministros Agro Ingreso Seguro, reeleccionistas, de infraestructura, a los paras, y de mordidas en la salud y etc. De lo contrario, dejará muchas dudas e inquietudes.
Pongámonos a pensar en la imparcialidad del doctor Ordóñez, con la cascada de sanciones que debe tener bajo la manga, para soltar a diario, si es que va a actuar con el esperado equilibrio. ¿Por qué no actuó con igual firmeza en otras situaciones semejantes? ¿Qué lo detuvo? Pongámonos a pensar.
Pongámonos todos a pensar, a pensar, a pensar… en el tremendo lio en que se encuentra el señor Procurador Alejandro Ordóñez.
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