‘Moriré como el artillero, al pie del cañón’

Estos aciagos días se han alborotado con motivo de las fiestas patrias y el resurgimiento de un viejo y tradicional nacionalismo, perdido en el desierto político de las buenas intenciones, pero ahora puesto de moda por el anuncio de un nuevo gobierno y de un renovado Congreso compuesto por 268 parlamentarios, aunque algunos serán llamados a juicio por una supuesta elección ilegal cuando dizque aparecieron –a última hora– unos poquísimos votos que cambiaron la composición del equipo legislativo de un iluso movimiento autodenominado ‘Unidad Nacional’.

La unidades nacionales no existen en ninguna parte. Son sueños de topo psicológicode grupos aislados y por eso esta variante política ya había sido descalificada en una de estas columnas. Además, son los grupos de oposición los que ayudan a las democracias a perseverar en su empeño por mantener un sano clima de comprensión y de aciertos.

Sin embargo, estas ilusiones solo se ven en los grupos políticos, efímeros que hoy son y mañana desaparecen porque apenas tratan de conquistar corruptos intereses particulares e ignoran los que merecen tener los grupos sociales menos favorecidos. Quiérase o no, en Colombia apenas existen, desde hace muchos años, debidamente legalizados, el Partido Liberal, el Partido Conservador y el Partido Comunista. Son por lo tanto, al menos hasta ahora, los únicos respetables movimientos.

Es por esto por lo que nos acogemos a una frase perdurable en la historia de Colombia:
“Moriré como el artillero al pie del cañón y no me dejo cortar el pescuezo por Obando y compañía”.

Eso lo decía un respetable conservador a quien respetamos los liberales de verdad: don Rufino José Cuervo. Y quien añadía las siguientes palabras:

“Soy el mismo hombre de 1841 y con otros elementos que no tenía antes. ¿Qué más he podido hacer para refundir los partidos y hacer marchar el país? ¿Quieren buscar al bandolero de Berruelos por cabecilla? Se perderán con él y acabaré de purgar la tierra de sabandijas”. (1)

Eso es lo que son algunos de los pretendientes –por ahora frustrados– que querían gobernar. Recordemos que Berruelos es una montaña en el suroeste del departamento de Nariño, el sitio en donde fue asesinado Antonio José de Sucre (1830) y Julio Arboleda (1862).

Este país ha tenido que luchar contra las sabandijas, es decir, esos pequeños reptiles asquerosos y molestos que, no pudiendo colarse en los partidos tradicionales, se alinean por su cuenta y riesgo en grupos de efímera vida. Hay que luchar contra los oportunistas y por eso mismo no puede aceptarse la exaltación de personajes que tal vez con insuficientes calificaciones aspiran a apoderarse de los sitios más estratégicos para su acomodo personal, ya costa de los impuestos públicos.

La unidad debería ser para combatir los vicios políticos y restablecer la ética y la moral de los tiempos de don Rufino José Cuervo.

La unidad nacional no es más que “un sueño de una noche de verano”. Tal vez esta aseveración haya inspirado a la revista Semana a titular sus primeras páginas de esta manera:

“¿Sin oposición?”
“¿Fin de la luna de miel?”

Le sobraron los signos de interrogación. El gobierno que esperamos los demócratas debe tener, para su propia salud, una oposición honesta y, además, no pensar en lunas de miel que se traducen en repartir los mejores puestos públicos, sin considerar que lo más importante es una genuina meritocracia. De modo que no sigan hablando de lunas de miel y más bien todos debemos darle la bienvenida a la oposición porque es la que ayuda a corregir los errores.

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Post Scriptum:

Los radicales liberales, en los viejos tiempos de la Constitución de Rionegro, decían:
“La Nación contra el caudillaje”, Ojalá que esta pueda ser la divisa del futuro de Colombia.

Sobre Mike Forero Nougues

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