Por: ANTONIO ANDRAUS BURGOS
Como en muy pocas ocasiones anteriores, estos tres peloteros recibieron el respaldo de los periodistas especializados del béisbol de las Grandes Ligas, para ocupar un nicho en el Salón de la Fama.
Greg Maddux tenía boleto a ganador desde cuando se retiró de la vida activa del béisbol.
Tom Glavine era un place nada descartable y fácilmente elegible.
Y Frank Thomas, por todo lo que hizo y por los numeritos que compiló, conquistó lo que muy pocos esperaban, al ser elevado al Salón de la Fama en su primera aparición en la nómina de elegibles para Cooperstown.
Pero los tres demostraron una vez más, que en la era de los esteroides y la hormona de crecimiento humano, calificada como ‘’la era maldita y la gran trampa en el béisbol de las Grandes Ligas’’, también hubo peloteros que nunca estuvieron salpicados por esas andanzas extra deportivas, y cuyas actuaciones sobre los diamantes, fueron tan limpios como el agua cristalina que brota de la fuente.
Maddux, Glavine y Thomas ahora son tres nuevas glorias de la inmortalidad del Béisbol Organizado, cumpliendo a carta cabal con los principios de ‘’integridad, deportivismo y carácter’’, dentro y fuera de los campos de juego, en una época en donde la ‘’trampa’’ de muchos jugadores, haciendo uso de elementos químicos para mejorar su rendimiento deportivo, empañó los nombres de varios peloteros que, sin duda alguna, por sus numeritos y talento, seguramente hubiesen llegado al Salón de la Fama.
Empero ese grupo de jugadores que se dejaron contagiar de esos ingredientes extra deportivos, cada vez ven más lejos su oportunidad de llegar a ocupar un nicho entre los inmortales, porque en cada votación por la nómina de los elegibles en donde vienen apareciendo, el número de papeletas a su favor se viene disminuyendo con el paso de los días, de los meses y de los años, porque los electores a conciencia, saben que la pureza del béisbol está por encima de las consideraciones de las simples estadísticas del deporte.
Maddux era súper fijo
Desde cuando Greg Maddux apareció en la lista de los elegibles, lo seleccionamos como fijo ganador de su nicho en Cooperstown, algo que nadie podía entrar a discutir, porque no solo los numeritos lo respaldaban como un grande entre los grandes, sino porque el caballero de San Ángelo, en Texas, desde cuando arribó a la Gran Carpa, moldeó su capacidad deportiva con los dotes de un atleta en todo el sentido de la palabra.
Maddux en sus 23 largos años dentro del Béisbol Organizado, defendiendo los uniformes de los Cachorros de Chicago, los Bravos de Atlanta y los Dodgers de Los Ángeles, todos de la Liga Nacional, exhibió una calidad indiscutible, un talento a toda prueba, y una capacidad de juego como muy pocos lanzadores derechos del pasado fin de siglo, pudieron mostrar.
En sus 744 partidos en donde intervino, Greg sumó 355 victorias contra 227 derrotas; liquidó a 3.371 bateadores por la vía de los buenos lanzamientos, con su formidable actuación de 199 ponches que le fueron apuntados en la campaña de 1.992; permitió apenas 353 ‘’bambinazos’’ dentro de los 4.726 imparables que soportó y deja de por vida, un registro de 3.16 carreras limpias por juego, luego de aceptar 1.756 carreras limpias en 5.008 episodios y un tercios laborados, y después de haber ocupado la primera posición en ese departamento, en las temporadas de los años 93, 94, 95 y 98 en el Viejo Circuito.
Maddux con su 1.80 metros de estatura y sus 195 libras promedio de peso, asombró desde la ‘’lomita de los suspiros’’ por la forma en que controlaba todos y cada uno de sus envíos, hasta el punto de haber acumulado apenas 999 bases por bolas otorgadas, 177 de las cuales fueron otorgadas intencionalmente, como parte de la estrategia del juego.
Sobre su brillantísima carrera como serpentinero derecho del béisbol de las Grandes Ligas, se puede escribir mucho de Greg Maddux, pero hay hechos que resaltan de manera admirable, todo lo que representó para sus novenas y para el béisbol, su paso por la Gran Carpa, con 8 guantes de oro conquistados, lo que significa, en otras palabras, que desde el montículo era un hombre más a la defensiva dentro del campo interior de su novena; en ocho ocasiones fue incluido en la nómina de los Juegos de Estrellas, y fue, adicionalmente, el ganador de cuatro indiscutibles premios Cy Young en su liga, lo que a las claras exhibe la calidad de juego que derrochó sobre los diamantes, la forma en que actuó en cada compromiso que asumía y la facilidad con que sorprendía a los bateadores, cambiándoles los lanzamientos cuando nadie lo esperaba y la atinada colocación de cada envío frente a sus rivales de turno.
Sin duda alguna, se ganó y con creces, el título del ‘’profesor de las serpentinas’’, con lanzamientos siempre sobre la zona buena, con uno arribita, otro abajito, la curva, el cambio de velocidad, en fin, con una gama de ofertas que siempre les daba ‘’verdadero dolor de cabeza’’ a sus bateadores rivales, algo que llevará de por vida, sin olvidar el anillo de Serie Mundial que conquistó con el uniforme de los Bravos, en la gran final de la temporada de 1.995.
Para la historia este grande del béisbol, Greg Maddux, obtuvo en 97,2 por ciento de los votos cuando apenas necesitaba del 75 por ciento para alcanzar su cupo en Cooperstown, con 555 papeletas a su favor de las 571 depositadas oficialmente, ocupando el octavo lugar de todos los tiempos entre los aspirantes con más alta votación a su favor.
El zurdo Glavine
Con 22 años en las mayores, con más de 300 victorias, con dos premios Cy Young al mejor lanzador de la Liga Nacional, con un título de Jugador Más Valioso de la Serie Mundial de 1.995, y un anillo de Serie Mundial, la de 1.995, Tom Glavine, el zurdo de oro de los Bravos de Atlanta y de los Mets de Nueva York, tuvo todos los ingredientes necesarios para ser un place con muy buenas aspiraciones de ingresar al Salón de la Fama, que se hizo realidad en su primera aparición en la nómina de los elegibles, acumulando el 91,9 por ciento de la votación, al contabilizar un gran total 525 votos de los cronistas especializados del béisbol.
Fueron 305 triunfos los que se le apuntaron a Glavine, contra 203 reveses, y 3.54 de promedio de carreras limpias de por vida, luego de permitir 1.734 carreras limpias en 4.413 actos y un tercio laborados, en 682 partidos en donde participó. En la sensacional labor con su brazo equivocado en más de dos décadas en las Grandes Ligas, Tom supo combinar muy bien su repertorio de profundas curvas y dominio sobre sus lanzamientos, dejando una de las huellas más sobresalientes para un serpentinero zurdo en la centenaria historia del béisbol de la Gran Carpa.
Desde cuando se despidió del béisbol como pelotero activo, Tom sabía a conciencia que más temprano que tarde, su nombre sería incrustado en el Salón de la Fama, dada su trayectoria, sus numeritos y su ejemplar conducta como pelotero, como persona y como compañero de equipo.
Glavine marcó a su favor un gran total de 2.607 ponches recetados, contra apenas 1.500 transferencias otorgadas, 145 de las cuales fueron intencionales para acomodar tácticamente el juego en donde participaba; con 356 ‘’bambinazos’’ compilados contra su carrera, en los 4.298 indiscutibles que le despacharon.
En cinco campañas, Glavine tuvo a su favor 20 o más victorias conquistadas, después de aquellos dos primeros años llenos de incertidumbre, cuando tuvo registros de 2 victorias frente a 4 derrotas, en 1.987, año en el que debutó con el uniforme de los Bravos, y de 7 triunfos frente a 17 derrotas en 1.988, cuando pensó que su carrera iba a tener demasiados altibajos. Pero a partir de la tercera temporada, el serpentinero zurdo se las ingenió para mostrar todo su potencial y calidad desde la ‘’lomita de los suspiros’’, algo que ahora nadie puede entrar a discutir.
Ton Glavine llega al Salón de la Fama soportado por un largo historial de ser uno de los mejores lanzadores zurdos de todos los tiempos. Y que nadie se atreve a dudar de ello.
El corpulento Thomas
En nuestras cuentas, sinceramente lo decimos, Frank Thomas no estaba en la lista de los favoritos para ser elegido al Salón de la Fama en el presente año, habida cuenta que Jack Morris, un serpentinero que permaneció por espacio de 15 años de estar en la nómina para ser escogido, nunca pudo conquistar ese 75 por ciento mínimo de los votos de los cronistas del béisbol, se nos antoja a nosotros, con suficientes méritos para alcanzar la gloria; Craig Biggio, el sensacional pelotero que custodiaba el segundo cojín de los Astros de Houston, en sus excelentes años como pelotero, tanto a la defensiva como a la ofensiva, conjuntamente con Mike Piazza, un receptor que más tarde que temprano conseguirá la ciudadanía de Cooperstown, aparecían en la lista de los aspirantes en este 2.014.
Morris ya no podrá volver a aspirar para ser elegido al Salón de la Fama por los periodistas, y su nombre, no nos cabe la menor duda, será exaltado por el Comité de Veteranos. Biggio, por su parte, y sin temor a equivocarnos, debe ser elegido en las próximas tres votaciones, porque si en esta se quedó con el 74.8 por ciento, al acumular 427 papeletas a su favor, en las tres siguientes votaciones, con sus más de 3.000 inatrapables conectados y su brillante carrera profesional, no tiene pierde para ser ungido al grupo de los inmortales. Y no les quepa duda alguna, Piazza también lo será un poco más adelante.
Pero ahora, volvamos a Thomas, el jugador que siempre se ha manifestado en contra de la posición adoptada por sus compañeros de juego, que utilizaron hormonas de crecimiento o esteroides para mejorar su desempeño, al señalar que esos peloteros que ‘’usaron trampa dentro del juego, no deben ingresar al Salón de la Fama’’.
Frank Thomas, con 19 años en la pelota organizada, 16 de las cuales fueron con el uniforme de los Medias Blancas de Chicago, y las otras tres, con los Atléticos de Oakland y los Azulejos de Toronto, el gigante de más de 2.00 metros de estatura y 270 libras promedio de peso, destrozó como bateador designado que fue en la Liga Americana, a muchos de los encopetados lanzadores con los cuales se enfrentó.
En ese prolongado trayecto, el indiscutible toletero Frank Thomas le despedazó las costuras a 521 pelotas, a las que envió más allá del campo de juego, dentro de sus 2.468 inatrapables conectados, en 8.199 turnos oficiales al bate, para promedio de toda su vida de 301 a la ofensiva, con 1.704 carreras impulsadas hasta el pentágono.
Participante en 5 Juegos de Estrellas por la Liga Americana, ganador de 4 bates de plata como el mejor a la ofensiva en cuatro años y ganador en 1993 y 1994 del galardón Jugador Más Valioso del nuevo circuito, Thomas compiló también 1.667 bases por bolas negociadas, 168 de ellas intencionales, además de 1.397 ponches recibidos.
Su hoja de vida y su historial numérico en las Grandes Ligas despejan cualquiera duda sobre la actuación del gigante de Georgia, Frank Thomas, ahora nuevo ciudadano de Cooperstown.
Jornada memorable
El 27 de julio del presente año, Greg Maddux, Tom Glavine y Frank Thomas, conjuntamente con Tony LaRussa, Bobby Cox y Joe Torre, estos tres exaltados por sus carreras como capataces en las Grandes Ligas, ocuparan sus puestos en el Salón de la Fama, en esa pequeña pero hermosa ciudad del estado de Nueva York, en una jornada y fecha memorable para el béisbol de las mayores.
Desde 1999, cuando fueron elegidos George Brett, Nolan Ryan y Robin Yount, Cooperstown no recibía en bloque a tantas luminarias, y de paso, vale la pena recordar que Bobby Cox fue estratega en los mejores años de sus respectivas carreras, del derecho Greg Maddux y del zurdo Tom Glavine, en algo ciertamente inolvidable para la historia del béisbol de las Grandes Ligas y del Salón de la Fama.
Seis recordados nombres por cosas buenas, seis ejemplos vivos del béisbol, seis luminarias que brillaron con luz propia, seis glorias del Rey de los Deportes que, una vez más y de manera axiomática, deja al deporte de los bates y las manillas en una posición de honor, ética y moral que es ejemplo para el mundo deportivo.