En esa nómina sobresalen Babe Ruth, Ted Williams, Willie Mays, Lou Gehrig, Pete Rose, Hank Aaron, Ty Cobb, Stan Musial, Mickey Mantle, Tony Gwynn, Barry Bonds, el panameño Rod Carew y dominicano-americano, Alex Rodríguez, entre otros.
Ser un bateador de poder, ese que despacha cuadrangulares a diestra siniestra, es una cosa. Ser bateador de contacto, ese que pone la pelota en juego, especialmente, cuando más se necesita, es otra cosa muy distinta.
Existe, desde épocas inmemoriales, una absoluta distinción entre ser un toletero de potencia, que son los que con tanta facilidad llevan a la calle a la pelota en juego; y otra muy diferente, ser un jugador chocador de pelotas o de contacto con la esférica, que siempre está poniendo la pelota en juego.
Un buen número de peloteros, en más de un siglo del Béisbol Organizado, han destapado sus cartas con lo mejor de sus habilidades y cualidades, con el uso del madero sobre los hombros, pero muy pocos, sin discusión alguna, han elevado su jerarquía a la categoría de ser tan buenos bateadores de indiscutibles como espectaculares hombres de poder.
Dos ejemplos
Uno de los dos más grandes peloteros a la ofensiva, tanto con batazos de largo alcance, como con los que hacen daño a la ofensiva en momentos apremiantes, fue Ted Williams, el inolvidable jugador de los Medias Rojas de Boston, quien maravilló al mundo del béisbol pero quien no alcanzó siquiera un anillo de Serie Mundial.
Y el otro, el formidable y sensacional Willie Mays, calificado por los expertos y técnicos, como el pelotero más completo que haya pasado por el béisbol de las Grandes Ligas, este sí, conquistando una corona del Clásico de Otoño.
Williams lo hizo todo para estar en el pedestal de los peloteros más valiosos que hayan jugado en la Gran Carpa, con 18 temporadas bateando 300 o más de promedio ofensivo en sus 19 años de carrera, pese a que perdió tres campañas por el Servicio Militar; con 521 tablazos de circuito completo y 2.654 inatrapables conectados, para promedio de 344 con el bate; con 1.839 carreras remolcadas y 1.798 anotadas; un hombre que no llegó a los 1.000 ponches, pues apenas abanicó la brisa en 709 oportunidades, y en cambio, caminó a la primera almohadilla en 2.021 ocasiones.
Con estirpe mexicana en su sangre, Ted compiló 6 títulos de bateo de la Liga Americana, conquistó 2 triples coronas a la ofensiva, y en la campaña de 1953, tuvo el astronómico promedio con el bate de 407 puntos, y es, por el momento, el último pelotero en conseguir 400 o más puntos de promedio a la ofensiva en una temporada.
Mays, un ídolo con los Gigantes tanto de Nueva York como de San Francisco, sumó 3.283 indiscutibles, incluyendo 660 ‘’bambinazos’’, con promedio de por vida a la ofensiva de 302; impulsó 1.903 carreras y anotó 2.062; y estafó 338 cojines en su carrera.
Ganó con los Gigantes de Nueva York el anillo de Serie Mundial de 1954, en cuya temporada despachó 41 batazos de circuito completo, 195 indiscutibles y tuvo promedio de 345 con el bate; y en 10 campañas alcanzó 300 ó más como promedio de bateo, en la Liga Nacional.
Par de diamantes
Nadie le podrá arrebatar desde la pila bautismal a Babe Ruth que fue el pelotero “que inventó el nuevo juego del béisbol”; y a Lou Gehrig, ser “el hombre de hierro” de las Grandes Ligas, dos joyas que le dieron brillo al juego y que permanecen en la historia de los más grandes de todos los tiempos.
Fueron un par de pulidos diamantes para los Yanquis de Nueva York de los años 20 y 30, acumulando entre los dos, 13 anillos de Serie Mundial, 7 de Ruth, 3 con los Medias Rojas y 4 con los Yanquis; y 6 de Gehrig, todos con los Yanquis; pero ambos, dándole al béisbol de las Grandes Ligas, un segundo aire de pujanza, de grandeza y de honestidad, después de la desdichada hora de los Medias Blancas de Chicago en la Serie Mundial de 1919, cuando se convirtieron en las ‘’Medias Negras’’, al aceptar sobornos para perder la Cita de Otoño.
Babe es sin duda alguna, el jugador más extraordinario del béisbol de todos los tiempos. Como lanzador fue excelente. Como pelotero de campo, excepcional. Y como bateador, fue excelso.
Despachó 714 estacazos de vuelta completa, y sólo dos peloteros han superado ese registro: Hank Aaron, con 755, y Barry Bonds, con 762; y su marca de 60 cuadrangulares en una campaña, la de 1927, fue superada por Roger Maris, también de los Yanquis, con 61 tablazos en 1961; y luego, 66 jonrones del dominicano Sammy Sosa, en 1998; ese mismo año, 70 cuadrangulares de Mark McGwire; y, finalmente, Barry Bonds, con 73 ‘’bambinazos’’, en el 2001.
Ruth obtuvo promedio de por vida a la ofensiva de 342, con 2.873 inatrapables, incluyendo 506 dobletes y 136 triples; logró 2.214 remolcadas y 2.174 anotadas; con 18 temporadas bateando 300 o más de promedio y líder en jonrones en 6 campañas.
Conquistó 7 anillos de Series Mundiales, actuando en 41 juegos de la Cita de Otoño, dejando para la historia 42 imparables en 129 turnos, para ofensiva de 326; con 15 batazos de circuito completo, 33 impulsadas y 37 anotadas.
Y observen sus estadísticas como lanzador, todas con los Medias Rojas de Boston: 94 ganados, 46 perdidos, 2.28 carreras limpias por juego; con dos campañas con más de 20 triunfos, la de 1916, con 23-12 y 1.75 de efectividad; y la de 1917, con 24-13 y 2.01 carreras limpias por juego; y en dos Series Mundiales con los ‘’Pati-rojos’’ de Boston, ganó 3 desafíos y no perdió ninguno, con 0.87 de efectividad en 31 episodios laborados.
De verdad, “El Bambino” era un fenómeno. Nadie lo puede negar.
Y qué decir de Gehrig, el pelotero que por esas cosas de la vida, se fue temprano del juego, como consecuencia de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que prematuramente lo atacó, también conocida como ‘’la enfermedad de Lou Gehrig’’, quien con sus 2.721 imparables, consiguió 340 de promedio ofensivo de por vida; con 493 ‘’bambinazos’’, 1.995 carreras remolcadas y 1.888 anotadas; con apenas 790 veces abanicando la brisa y 1.508 bases por bolas recibidas.
Ganador de 2 premios a Jugador Más Valioso, una Triple Corona a la ofensiva y 12 temporadas de las 17 en donde participó, con 300 ó más de promedio ofensivo, Gehrig siempre será recordado como uno de los inmortales de todos los tiempos en los Yanquis.
Otros tantos
Honus Wagner, con sus 3.415 inatrapables y 327 de promedio con el bate, y ‘’El Melocotón de Georgia’’ Ty Cobb, con sus 4.189 indiscutibles y 367 de ofensiva de por vida, se pasearon con orgullo por los diamantes de las Grandes Ligas, como formidables bateadores de mucho contacto, pero no eran de gran poder.
Honus, considerado para su época como el mejor campo corto de la Gran Carpa, apenas despachó 101 ‘’bambinazos’’, y Cobb llegó a los 117 tablazos de circuito completo.
En cambio, Hank Aaron, ‘’El Martillo’’ de Alabama, demostró que tenía tanto poder, que superó los 714 vuelacercas de Babe Ruth y acumuló 755 cuadrangulares en su carrera; y como buen bateador de contacto, compiló 3.771 imparables que le permitieron producir 2.297 carreras remolcadas, y tuvo promedio de por vida de 305 a la ofensiva.
Otro hombre que reunía las dos condicione de poder en el bate y chocador de pelotas, lo fue el eterno Stan Musial, de los Cardenales de San Luis, con 3.630 inatrapables para 331 con el bate; 475 estacazos de vuelta completa y 1.951 carreras remolcadas, con 7 títulos de bateo conquistados en la Liga Nacional y 3 anillos de Serie Mundial.
Mickey Mantle, el inolvidable guardabosques de los Yanquis, quien pese a todas las dolencias físicas que lo aquejaron en casi toda su carrera deportiva, era el bateador ambidextro que combinaba su potencia, con 536 tablazos de vuelta entera, y su habilidad de chocador de pelotas, con 2.415 inatrapables, para un promedio de por vida de 298 con el uso del bate.
El ébano de los Padres de San Diego, Tony Gwynn, a pesar de su corpulencia física, no exhibió gran poder a la ofensiva, pues apenas bateó 135 cuadrangulares, pero en cambio sabía repartir indiscutibles en los campos, acumulando 3.141 inatrapables, para 338 en su carrera, conquistando, además, 8 títulos de bateo en la Liga Nacional.
Si Hank Greenberg hubiese jugado las tres temporadas que perdió por su participación en la II Guerra Mundial, otro gallo cantaría en sus numeritos. Sin embargo, en sus 13 años en la Gran Carpa, consiguió 1.628 incogibles, con promedio de 313 con el bate y mandó para la calle 331 pelotas.
Carew es Carew
Dos hombres latinos, ambos sin contar con un camino despejado para llegar al Salón de la Fama, hacen parte, de acuerdo con sus numeritos, del grupo de privilegiados de los peloteros con buen poder y bateo de contacto.
Nos referimos a Alex Rodríguez, el dominicano-americano, quien sumó 3.115 inatrapables, para promedio de 295 en su historia, con 696 ‘’bambinazos’’; y al cubano Rafael Palmeiro, con sus 3.020 indiscutibles y 288 de promedio ofensivo, y sus 569 cuadrangulares.
Pero el más grande chocador de pelotas lo ha sido Pete Rose, con su por ahora inalcanzable registro de 4.256 imparables y promedio de por vida de 303, con apenas 160 cuadrangulares. Su vida privada afectada por las apuestas, lo han dejado por fuera de estar entre los inmortales.
Y otro con poder y buen contacto, Barry Bonds, con sus 2.935 indiscutibles y promedio de 298 con el bate, y sus 762 cuadrangulares, la cifra máxima en esas estadísticas, tampoco tiene el camino limpio para llegar a Cooperstown.
Pero cerremos con un latino que lo dejó todo sobre los diamantes, el panameño Rod Carew, el hombre que enalteció a los peloteros de contacto con la pelota en la Gran Carpa.
Carew tuvo marca de 3.053 imparables para promedio de 328 con su bate, con apenas 92 cuadrangulares, pero anotó 1.424 carreras y obtuvo nada más y nada menos que 7 títulos de bateo, todos en la Liga Americana.
Pueden faltar algunos nombres, pero creemos que hemos incluido a los que consideramos, en los actuales momentos, a los mejores bateadores de todos los tiempos en el béisbol de las Grandes Ligas.