La Serie Mundial tuvo una final para la historia, entre los Dodgers y los Rayas, dejando por fuera la posibilidad de un séptimo juego que, para la afición, hubiese sido espectacular. Corey Seager, el Más Valioso.
Kirk Gibson fue el encargado de encender la mecha ganadora en aquella Serie Mundial de 1988, cuando los Dodgers de Los Ángeles disputaron la corona con los Atléticos de Oakland, para vencerlos 5 carreras por 4, cuando salió como bateador emergente con un compañero en la ruta, despachando un cuadrangular tan inesperado como dramático, en el noveno acto, en el primer partido de ese clásico.
Por cierto, fue el único turno al bate de Gibson en la Cita de Otoño, quien estaba lesionado y casi que sostenido más por su voluntad que por sus condiciones físicas, salió del banco de juego para volarse la cerca ante una oferta de Dennis Eckersley, en cuenta de 3-2, y apagar los ímpetus de los Atléticos de José Canseco, Mark McGwire, y de la tropa que dirigía Tony La Russa, que eran los favoritos para ganar la final de las Grandes Ligas.
Ahora, en esta Serie Mundial 2020, era lo contrario. Los Dodgers, con 43 triunfos y 17 perdidos en la campaña, eran los favoritos para ganar el título frente a unos Rayas de Tampa que ofrecieron una resistencia digna de cualquier novena en las Grandes Ligas, como que había sido el mejor equipo de la Liga Americana, con 40 ganados y 20 perdidos, en la atípica temporada que acaba de concluir.
Aquella se definió en cinco partidos, con cuatro triunfos para los Dodgers y una derrota ante los Atléticos. En la que acaba de terminar, los Dodgers se llevaron cuatro victorias ante dos triunfos de los Rayas: triunfaron 8-3 en el primero; 6-2 en el tercero; 4-2 en el quinto y 3-1 en el sexto. Perdieron el segundo 6-4 y el cuarto, 8-7.
Había transcurrido nada más y nada menos que 32 años desde la última captura de un banderín de la Serie Mundial para los Dodgers, que suman ahora siete coronas del Clásico de Octubre, pese a más de un intento de ganarla.
Al igual que tres décadas atrás, un jonrón selló el triunfo de los Dodgers para conquistar el título, en esta ocasión en el bate del formidable Mookie Betts, en el octavo episodio, pero ya estaban en ventaja los ‘’Esquivadores’’.
Todo fue atípico
Las lágrimas de Clayton Kershaw después de la victoria del sexto juego de la Serie Mundial 3 carreras por 1, frente a los Rayas, reflejaron los sentimientos del grupo de peloteros de los Dodgers que en par de ocasiones muy recientes —2017 frente a los Astros de Houston y 2018 ante los Medias Rojas de Boston —, vieron escapar el título del clásico y quizás, para él, era una de sus últimas oportunidades de conseguirlo.
En una temporada atípica en todo, desde el principio hasta el final, hay que decir que el banderín para los Dodgers es parte de una lógica que no existe en el béisbol.
Jugar todos los partidos de la Serie Mundial en escenario neutral, algo que queda para la historia; con una mínima asistencia de aficionados, también para el olvido, y con el acoso del virus del Covid-19 por todos lados, hace parte de esta inusual campaña de las Grandes Ligas que terminó.
El gran total de asistencia de aficionados al “Globe Life Field”, el nuevo hogar de los Vigilantes de Texas, en Arlington, fue en total de 68.622 espectadores, y la mayor concurrencia se produjo en el segundo partido, con 11.472 personas. No era que el escenario no tuviera más capacidad, es que el Covid-19 obligó a reducir al máximo la asistencia de los aficionados.
Algunas preguntas
¿Fueron lógicos el par de errores en jugadas consecutivas en el cuarto partido de Chris Taylor y Will Smith, para que los Rayas empataran e inmediatamente, ganaran el desafío con un Randy Arozarena cayéndose antes de llegar al pentágono para marcar la carrera del triunfo?
¿Era lógico que Kevin Cash, con apenas 73 lanzamientos, sacara del partido a su abridor y estelar zurdo, Blake Snell, cuando había aceptado 2 indiscutibles, ninguna carrera, había colgado un out en la sexta entrada y tenía dominio pleno sobre los bateadores de los Dodgers?
¿Fue lógico que Nick Anderson hiciera un lanzamiento salvaje para que Austin Barnes anotara la del empate en la sexta entrada e inmediatamente después, Mookie Betts, llegara a cruzar el plato con la bola dentro del campo interior que había conectado Corey Seager, para poner a los Dodgers en ventaja?
¿Era lógico que en dos ocasiones, Kevin Cash intentara utilizar al surcoreano Ji-Man Choi como bateador emergente, sin que pudiera hacerlo, porque Dave Roberts se le atravesaba trayendo a un lanzador zurdo para hacerle frente y seguidamente Cash tener que llevar a otro bateador para consumir el turno?
Bueno. Esas son cosas del béisbol. Pero veamos algunas acciones que, en la era moderna, se están poniendo en práctica, en contra de la verdadera esencia del juego, esa magia que lentamente ha ido desapareciendo de la Gran Carpa, dejando a la afición huérfana de un juego más agradable y vistoso, con jugadas y acciones dentro de los diamantes, dignos de admirar.
Es la nueva era
Nosotros no criticamos la decisión de Kevin Cash de sacar del juego a Blake Snell en el sexto partido, por una sola y sencilla razón: es su estrategia de juego que le dio resultados durante toda la temporada.
La teoría de Cash, discutible desde luego pero no criticable, es que su lanzador abridor no debe enfrentarse en una tercera ocasión con los bateadores rivales en el partido. Y eso fue, precisamente, lo que hizo con Snell. Lo que no podía determinar Cash es que Anderson saliera a relevar aceptando el doblete de Mookie y luego, un lanzamiento tan descontrolado que ni tres receptores hubiesen podido detener.
Eso no hace parte de la ya famosa Sabermetría de la que tanto se habla en la era moderna del béisbol, sino de una manera de aplicar un sistema de juego que evite que los bateadores puedan hacer de las suyas frente al abridor del partido.
Tampoco hace parte de la Sabermetría que Dave Roberts ordenara un sacrificio al boricua Kike Hernández, en el cuarto desafío, una parte esencial del béisbol para cualquier pelotero y en especial para uno de las Grandes Ligas, y fracase con un elevado que cayó en el guante de la tercera base de los Rayas.
Y la Sabermetría, la que todo el mundo cita pero que seguramente muchos desconocen cómo se aplica, no hizo parte de la decisión de Dave Roberts de mantener en la “esquina caliente” a Justin Turner, pese a que era positivo para el Covid-19 en ese sexto juego de la Serie Mundial.
Snell ciertamente no se sintió a gusto cuando fue excluido del partido, porque él quería seguir su trabajo desde la lomita.
Algunas lágrimas humedecieron su rostro posteriormente. Pero la decisión de Cash era irrevocable: mantener su estrategia de juego. Claro, Kevin pensaba que sus relevistas que probaron durante toda la campaña que estaban a la altura de las exigencias, iban a responder, pero no sucedió así.
Lo que nadie recuerda
En el fondo, lo que la afición quería era un séptimo juego del clásico, para conocer al ganador de la Serie Mundial. Y es obvio, porque todos los encuentros resultaron agradables, por decir lo menos.
Eso de que sí Snell hubiese seguido en el montículo, a lo mejor ganan los Rayas, es un capítulo que pertenece a la sana especulación, porque nadie puede asegurar que eso se pudiera cumplir al pie de la letra. Porque ¿quién descarta que a lo mejor, como lo cree Kevin, en una tercera ronda frente a los bateadores de los Dodgers, Snell hubiese sido vapuleado? Entonces la crítica vendría por el lado de que “debió sacarlo a tiempo”.
Es que es muy fácil dirigir desde fuera de los diamantes, y otra cosa, muy diferente por cierto, hacerlo desde el terreno de juego.
Lo que hay que recordar en este capítulo, es que los tres ases de la rotación de los Rayas, Tyler Glasnow, Charlie Morton y Blake Snell, no ganaron un solo juego en la Serie Mundial, y los dos triunfos que alcanzaron se lo acreditaron John Curtiss y Nick Anderson, en calidad de relevistas intermedio, este último precisamente, el hombre que no estuvo atinado en su aparición en el sexto partido.
En cambio, en los Dodgers resultaron ganadores, su astro y veterano zurdo Clayton Kershaw, con par de victorias; Walker Buehler, con una; y la cuarta para el relevista zurdo mexicano, Víctor González, con el relevo magistral para acreditarse el salvado, el también zurdo y mexicano, Julio Urías.
Kershaw tuvo 2-0; 2.31 de efectividad; 14 abanicados y 3 bases por bolas, en 11 entradas y dos tercios. Buehler 1-0, con 1.50 carreras limpias, 10 ponches en 6 episodios, y 1 base por bolas; y el mexicano González, 1-0; 2.45 de efectividad, recetó 3 ponches, entregó 2 bases por bolas, en 3 entradas y dos tercios.
La rotación de los Rayas no brillaron como se confiaba. Glasnow tuvo 2 derrotas sin victorias; 9.64 de efectividad en 9 actos y un tercio de labor; 10 carreras permitidas y 3 cuadrangulares entre los 9 imparables que aceptó, 15 ponches y 9 bases por bolas. Morton, con 0-1; 10.38 carreras limpias por juego; 5 carreras en 4 actos y un tercio; 1 base por bolas y 6 ponches. Y Snell, 0-0; 2.70 de efectividad; 3 carreras permitidas en 10 episodios, 4 imparables, incluyendo un jonrón, con 18 abanicados y 4 bases por bolas.
Dos figuras indiscutibles
Randy Arozarena, el novato cubano de los Rayas, fue la sensación, de manera indiscutible. No había cómo controlar su ofensiva, la que hizo sentir de principio a fin.
Pero el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial no tuvo discusión alguna: Corey Seager, el campo-corto de los Dodgers, cuya actuación fue el motor de los nuevos campeones de las Grandes Ligas.
Seager que estuvo muy bien a la defensiva, con el bate conectó 8 indiscutibles, incluyendo 2 cuadrangulares, en 20 turnos, para el astronómico promedio de 400; con 5 remolcadas y 7 anotadas. Redondeó su actuación en la postemporada con 22 imparables en 67 turnos, para 328 de promedio; con 8 cuadrangulares, 20 carreras remolcadas y 20 anotadas.
El cubano Randy bateó para 364, con 8 inatrapables en 22 turnos, con 3 jonrones, 4 impulsadas y 5 carreras anotadas. Arozarena fue la figura con el bate de su novena. Y deja una marca para la postemporada, con 29 inatrapables en 77 turnos, para 377 de promedio; 10 “bambinazos” conectados, 14 empujadas y 19 carreras anotadas.
Detrás de Arozarena, el respaldo ofensivo estuvo a cargo de Kevin Kiermaier, quien bateó para 368; el también cubano Yandy Díaz, 333 y el dominicano Manuel Margot, con 316. Por debajo de lo esperado estuvieron Mike Zunino, con un raquítico 063; Joey Wendle, con 111; Brandon Lowe, con 125; el dominicano Willy Adames, con 143 y con 188, Austin Meadows.
En los Dodgers, en apoyo a Seager, Justin Turner logró ofensiva de 320; Max Muncy, con 318 y Mookie Betts, con 269. Pero decepcionaron Cody Bellinger, con apenas 3 indiscutibles en la final, para 136 a la ofensiva; Will Smith con 167 y Chris Taylor, con 217.
Los Dodgers rompen un ayuno de 32 años sin ganar el título de la Serie Mundial, acumula su séptima estrella en su historia de las Grandes Ligas y es, por el momento, la conquista de un título en el béisbol de la Gran Carpa dentro de la lógica, si es que la lógica existe en el Rey de los Deportes.
Claro, pero le hacía falta la cereza al pastel. Los Lakers ganaron la corona del baloncesto y ahora, los Dodgers la del béisbol, de modo que Los Ángeles es la ciudad deportiva del 2020 en los Estados Unidos.