Cuando los inspiradores de la tutela la introdujeron en la constitución del 91, como herramienta expedita para garantizar los derechos fundamentales con miras a proteger a los ciudadanos del común, nunca imaginaron que llegara a tal desprestigio por causa de una acción populachera de los “AMIGOS” de la permanencia de Gustavo Petro como alcalde de Bogotá. La historia da para que nuestro amigo, historiador y director GILBERTO CASTILLO, inicie la narración escrita de este novelesco acontecer que involucra a nuestra maltratada capital en los últimos doce años y que podría ser intitulada “LA MALA HORA DE NUESTRA METROPOLIS”.
Las siete plagas de que habla la historia, se están reviviendo, pero no en Egipto sino en nuestro Distrito Capital.
Pero si somos sinceros, los únicos culpables somos nosotros mismos, los que vivimos en ella. Bogotá no tiene DOLIENTES, porque no la queremos, solo la mal utilizamos, sin devolverle nada de lo que nos brinda, el sentido de pertenencia no existe. Los cachacos desaparecieron, desde el momento en que repudiamos el centro, abandonamos el Jockey, el Gun Club, el Café Pasaje, la Romana el Continental, las iglesias de San francisco, Veracruz, La Tercera, Las Nieves, los restaurantes tradicionales como La Florida, Monte Blanco, La Fragata, El Eduardo, El Maizal, El Pasaboga, La Barra, El Félix, El Refugio Alpino, Bolos San Francisco, La Terraza Pasteur, Los teatros Mogador, Luz, Faenza, Coliseo, El Metro, etc. Los paseíllos de las cinco de la tarde por la “Calle Real”. La calle Setenta y dos del Tut a Vian y La Porciúncula, son, con el Chapinero parque de Lourdes, caducos, están fuera de contexto. Los visitantes y los Turistas se recrean con cuatro o cinco sitios estratégicos de los hoy llamados “centros comerciales inn”, que no tienen ni tradición, ni arraigo en el bogotano auténtico y se van sin conocer el gran almendrón que hay dentro del cascarón.
La política no existe como tal, pues Bogotá se convirtió en el centro de la corrupción, el carrusel de la contratación, de las chambonadas, del desafuero, del desgreño, del no gobierno, pobres los rolos raizales y los vinculados. Como bien lo anotaba un amigo, ese si Bogotano de verdad, Deberíamos unirnos para entablar una acción, por desplazamiento forzoso ante lo invivible que está la otrora Atenas Suramericana.
Pero el sainete del día, es el caso Petro, sancionado por el procurador Alejandro Ordóñez por su mal manejo en temas tan sensibles como las basuras, la movilidad, la malla vial, y otros más que haría muy extenso el enumerarlos. Bogotá no tiene gerente. Petro y sus adláteres, hacen uso de recursos jurídicos y triquiñuelas para aferrarse al cargo al estilo Chávez y hoy en día Maduro, mientras tanto, la ciudad sigue a la deriva, sin dios ni Ley, con un silencio cómplice de la dirigencia Nacional, pues La Distrital no se sabe dónde está, si es que existe.
Ya es tiempo de despertar, y es necesario unir voluntades para hacer un frente común por una Bogotá respetable y respetada, querida y admirada, y administrada por gentes de bien, a portantes en ideas y programas. Manos a la obra, los buenos somos más.