Esta Bogotá, es una ciudad desafortunada, malquerida, desprestigiada, abandonada, en una palabra: aciaga…
Sus alcaldes, han llegado a cualquier cosa, menos a gobernar para darle el sitio que le corresponde en el concierto de las ciudades pujantes y gratas del globo.
Solo Jaime Castro, le dio el perfil necesario para salir adelante, con una estructura moderna y ordenada en los campos financiero y organizativo. Los demás, solo quisieron usarla, como primer escalón hacia la presidencia de la República.
Mockus, se posesionó de la Casa Liévano, para exhibir su odio por los carros, negándole el derecho a los pobres de tener acceso a un vehículo. Hay que abonarle sí, que nos dio un barniz de comportamiento ciudadano con sus payasos y mimos, pero hasta ahí llegó. Atesoró los ingresos congelándolos en los bancos, en lugar de utilizarlos para edificar ciudad. Renunció para aspirar a lo que iba: la presidencia.
Lo sucedió otro enemigo de los carros, Enrique Peñalosa, que nos tramó llenando la ciudad de innecesarios bolardos y procedió a angostar las pocas calles y avenidas, aumentando el caos vehicular y creando el más productivo de los negocios: parqueaderos sin control. Hay que abonarle el Transmilenio, para el cual nos llenó de losas desastrosas con relleno fluido, por las cuales, aun no ha respondido. Ahí quedaron los dineros que congeló Mockus, quien regresó al Palacio Liévano, tras pedir perdón por haber abandonado el cargo.
Fue una segunda alcaldía sin pena ni gloria. Tampoco abrió una avenida o una calle.
Vino el ahora Ministro, Lucho Garzón, que estuvo despachando desde la Plaza de Bolívar, con regulares méritos. Lo sucedió Samuel, cuya gestión sigue en entredicho y “en-nulenado” por todas partes. Quiso hacer obras de desarrollo vial, pero el carrusel de la contratación lo empapeló.
Ahora tenemos otro que llegó con “freno de mano”, porque nada que arranca. Petro, campeón del “anunciómetro”, nos tiene a la expectativa de su obra. Ya era hora de haber llamado a constructores internacionales, para que construyan un metro y vías, incluyendo las de segundo piso y se paguen con peajes, como ocurre en Méjico y Santiago, que tienen alcaldes. ¡Qué ciudad tan aciaga! Ojalá que Gina lo ayude, pero antes, debe prometer no ser candidata a la alcaldía.
BLANCO: La pensión para los pobres que creó el gobierno.
NEGRO: ¡Pobre país, tan lejos de Dios y tan cerca de este Procurador!, ya elegido, sin que haya terna.
gabrielortiz10@hotmail.com