Creo que es oportuno
escribir nuevamente sobre el COVID,
esta vez desde mi experiencia personal, incluso después de haber sido vacunado
en enero y febrero, respectivamente, con dos dosis de Pfeizer.
Si bien, como muchos, confiaba en que haría parte
del 95% de efectividad en la
prevención que presentaba la vacuna Pfeizer,
siempre continué siendo cuidadoso con las medidas de prevención. Sin embargo,
caí en el 5% de la población que
-incluso con la doble dosis de Pfeizer-
puede contagiarse.
La pregunta que más me he hecho en los últimos
días es ¿cómo me contagié? Y la respuesta no la encontraré, pues a mi manera de
ver, no solo era juicioso con las medidas de prevención sino incluso exagerado:
pues utilizaba doble tapabocas y era intenso en el uso del alcohol o
antibacterial.
Comencé a sentirme mal el jueves 3 de junio. Sentí lo que pensé era un
simple resfrío, con congestión nasal, como si me fuera a empezar una fuerte
gripa. Jamás consideré que fuera posible atribuirle esa congestión al Covid. Principalmente, porque dos días
antes me había hecho una prueba rutinaria PCR
que me salió negativa. No obstante lo anterior, en mi casa me aislaron, para
prevenir que los demás se enfermaran en esta época en la que tan solo
estornudar es incómodo.
Un par de días después, lo que en mi cabeza era
una gripa empezó a parecerse un poco a aquellos síntomas que suelen
relacionarse al Covid; me sentía
agitado y ya tenía fiebre. Consciente de que quizás era una mera angustia, por
precaución y ante la insistencia de mi hija, me realicé una nueva prueba pero
el sábado 5 de junio; ésta salió positiva.
Incrédulo, junto con mi familia, tuvimos que hacer
frente a esa noticia que, no obstante estar vacunado, generó una gran
preocupación en todos y, particularmente en mí, miedo. Estaba vacunado, no
creía haber cometido ninguna imprudencia de los cuidados frente la COVID y sin embargo estaba infectado.
Fue entonces cuando
empezaron a tratarme, me recetaron más de veinte medicamentos y me reiteraron
la importancia de asumir un tratamiento rápidamente. Me mandaron a hacer
algunos exámenes y me empezaron a monitorear la oxigenación. Entonces entendí
la importancia de este tema, pues si no se mantiene el rango de oxigenación
adecuado, existe un riesgo de que los pulmones se vean gravemente afectados, se
presente un infarto o incluso algún accidente cerebral.
Este fue el tema complicado en mi caso. La
oxigenación debía estar por encima de 90
y al principio llegaba a 80-81.
Entonces, me conectaron al oxígeno, todo esto desde el aislamiento.
Gracias a un monitoreo
estricto, la asistencia médica, la ayuda de Dios y el apoyo de mi familia y los amigos que siempre estuvieron
pendientes, lo pude superar y hoy voy presentando mejoras e indudablemente me
estoy recuperando.
En retrospectiva, creo fielmente que el estar con
vida y el no haber terminado en una clínica se lo debo a la vacuna aunque se de
amigos y conocidos que no han contado con la misma suerte. Quienes me conocen
sabrán que no soy un hombre “fit”, tengo mis kilitos y, posible o
probablemente, sin la vacuna la historia que hoy cuento sería muy diferente.
Quiero agradecer especialmente la profesionalidad de la ayuda médica que recibí
por parte de los doctores Mercado, Enciso y Roa, así como la asistencia de mi EPS que aunque un poco burocrática respondió. Gracias a mis amigos
por estar pendientes y a mi familia por el cuidado que me ha brindado Y por
supuesto, gracias a Dios que me permite estar aún aquí.
Mi recomendación: ¡¡hay que cuidarse!!