Los campeones de la Liga Nacional, en una sensacional final, superaron a los Cardenales de San Luis. Mientras que los ‘’felinos’’ de Detroit barrieron a los Yanquis de Nueva York en apenas cuatro partidos.
No hay duda alguna sobre la calidad beisbolera de los Gigantes de San Francisco.
Desde la última semana de septiembre hasta la fecha, han evidenciado una calidad y empuje, como muy pocas novenas lo han hecho en los últimos años en el béisbol de las Grandes Ligas, al tiempo que los Yanquis de Nueva York, a contrario sensu, se entregaron, sin garra ni enjundia, en la final por la corona de la Liga Americana.
Los Gigantes exhibieron clase, pundonor, coraje y deseos de triunfar, frente a unos Cardenales de San Luis, que eran los actuales campeones tanto de la Liga Nacional como de la Serie Mundial, que jamás se entregaron, que lucharon denodadamente hasta el último out de la última entrada, para volver a la Cita de Otoño en este 2012.
Empero, la tropa de Bruce Bochy, se las ingenió para vencer todos los obstáculos, y capitalizar, lenta pero de manera segura, su paso a la Serie Mundial, al ganar el séptimo y último desafío donde se definía la corona del Viejo Circuito, ante los Cardenales, por una pizarra más que contundente, 9 carreras por 0, cerrándose el compromiso cuando caía una fuerte llovizna sobre el parque de pelota, en medio del entusiasmo y la algarabía de más de 40 mil espectadores.
Los nuevos campeones de la Liga Nacional estuvieron tres juegos antes, al borde de ser eliminados por los Cardenales, la divisa que estratégicamente comandada por Mike Matheny, tomaron ventaja en la serie final por el título, con tres triunfos y una derrota. Y fue desde allí, cuando los Gigantes se volvieron ciertamente gigantes, desarrollando el mismo sistema de juego que implantaron frente a los Rojos de Cincinnati, cuando igualmente perdieron los dos primeros compromisos de la serie divisional, para luego conquistar tres victorias en línea, que les permitió clasificarse para la disputa del título.
De toma y dame
Los aficionados tanto de San Luis como de San Francisco, quedaron satisfechos por la actuación de ambas novenas, por la calidad beisbolera exhibida sobre el campo de juego, por la forma en que encararon todos y cada uno de los partidos de esta final por la corona del Viejo Circuito.
Pero fue la calidad del cuerpo de lanzadores de los Gigantes y el bateo oportuno del equipo, sin dejar a un lado su clase defensiva, lo que al final se conjugó para que la novena de la bahía de San Francisco se alzara con el triunfo, frente a unos rivales dignos de cualquier elogio, así no hayan clasificado para la Serie Mundial.
Jugando en la casa de los Gigantes, los dos primeros encuentros de la serie final, los Cardenales hicieron un gran negocio, al conseguir una victoria, en el primer choque por tablero de 6 carreras por 4, pero cayendo en el segundo, por pizarra de 7 rayitas contra 1.
Se fueron entonces a jugar los tres siguientes desafíos a San Luis, y los seguidores de los Cardenales consideraron que el plato estaba servido para volver a la Cita de Otoño, en busca de defender el título de la Serie Mundial. Pero una cosa se piensa sobre el escritorio, y otras cosas suceden cuando se está sobre el diamante de juego.
Perdiendo los partidos tres y cuatro en San Luis, por anotaciones de 3 rayitas contra 1, y 8 carreras contra 3, los Gigantes cedieron un espacio bien grande para pensar seriamente en ir a la Serie Mundial, pues estaban en desventaja de 3 victorias contra 1 derrota ante los Cardenales, y con un nuevo revés, se acababan sus aspiraciones de seguir en el camino de disputar la Serie Mundial. Pero en el tercero y último juego en el parque de pelota de San Luis, los Gigantes capturaron una importantísima victoria, con pizarra de 5 carreras por 0, para obligar a que la final de la liga volviera a su parque de pelota en San Francisco, y quedar con tres derrotas y dos victorias. De modo que se las tenían que jugar, porque no podían perder un solo juego más.
Y así lo hicieron. Se impusieron en el sexto compromiso frente a los Cardenales 6 carreras por 1, y remataron en el séptimo y último juego, con contundente blanqueada de 9 carreras por 0, para ganar el título de su liga y de paso, ir a la Serie Mundial, frente a los Tigres de Detroit, los campeones de la Liga Americana.
Los numeritos de la serie de la Liga Nacional confirman por qué los Gigantes son los campeones de su circuito. Despacharon 63 incogibles en 241 turnos al bate, para un promedio ofensivo de 261, contra 50 inatrapables de los Cardenales en 230 turnos oficiales, para promedio al bate de 217. La novena de San Francisco tuvo además 5 cuadrangulares acumulados en la final, contra apenas 3 de los Cardenales; negociaron 23 transferencias hacia la primera base contra 15 de San Luis, al tiempo que compilaban 35 carreras impulsadas contra 19 de sus rivales.
Los Gigantes en los 7 encuentros, con 4 victorias y 3 derrotas, señalaron un promedio de carreras limpias para su cuerpo de lanzadores de 2.80, contra 3.75 carreras limpias por juego de los Cardenales, en los mismos siete juegos, con 3 victorias y 4 derrotas.
Hace tres años, en el 2010, los Gigantes fueron los campeones de la Serie Mundial, en otra actuación memorable de la novena de San Francisco, en donde brilló con luz propia el veterano colombiano Édgar Rentería, a la postre, el Jugador Más Valioso de esa Cita de Otoño.
La pregunta que se hace todo el mundo es si los Gigantes están jugando con la misma dimensión con que lo hicieron en esa Serie Mundial del 2010, para derrotar a los feroces Tigres de Detroit, una novena que tiene todo para llegar a la cúspide en esta temporada de las Grandes Ligas.
La debacle de los Yanquis
Una cosa es analizar a los equipos sobre el papel, que aguanta todo, y otra, muy distinta, es ver actuar a una novena sobre el terreno de juego.
La debacle de los Yanquis de Nueva York en la final por el título de la Liga Americana, frente a los encopetados Tigres de Detroit, no es cosa de poca monta. La novena que tiene un costo superior a los 200 millones de dólares anuales, por tercer año consecutivo no llega a la Serie Mundial, y en esta oportunidad, lo que reflejó sobre los campos de juego, es que el equipo ofensivamente se vino a menos, cuando casi nadie lo esperaba, y que sus peloteros, en una demostración de poseer poca capacidad beisbolera para hacer las cosas pequeñas que se necesitan para triunfar –el toque de bola, el sencillo para embasarse, el sacrificio oportuno, el robo de bases, la malicia para atacar una pelota en una jugada de riesgo, en fin-, y de paso, se olvidaron por completo de cómo se gana un partido de béisbol.
Los Tigres hicieron de las suyas sobre el terreno de juego, en una evidencia felina que está para grandes cosas, antes de que concluya la campaña de este 2012, y que su núcleo central en el ataque, con Miguel Cabrera, en la tercera casilla del orden al bate; Prince Fielder, como el cuarto toletero de la divisa, y de Damon Young, como el quinto a la ofensiva, conforman una callejón sin salida para el mejor lanzador de la novena rival.
Jim Leyland manejó con toda la prudencia del caso a su grupo de jugadores, y desde cuando se adjudicaron los dos primeros compromisos de la final a los Yanquis en el propio ‘’Yanqui Stadium’’, se veía venir el desastre en las toldas de los ‘’Mulos’’, a pesar de aquel famoso racimo de cuatro anotaciones en el noveno episodio del primer juego de la final, frente al relevista de Detroit, José Valverde, para que se extendiera el desafío, para caer finalmente tres episodios más tarde, por pizarra de 6 carreras por 4.
Los numeritos, en estos casos, no engañan, y mucho menos, cuando se está jugando una final por el título de un circuito, o bien, por la corona de las Grandes Ligas.
Los Tigres despacharon 46 incogibles frente a los lanzadores de los Yanquis que, sin embargo, mostraron calidad y deseos de superación, pero que jamás contaron con el apoyo ofensivo de sus compañeros de equipo, contra apenas 22 de los ‘’Mulos’’ del Bronx, para un promedio ofensivo de 291 contra apenas un raquítico 157 de los pupilos de Joe Girardi.
Seis cuadrangulares empalmaron frente a las ofertas de los lanzadores de los Yanquis, los toleteros de los Tigres, contra apenas 3 de los Yanquis, anotando los Tigres 19 carreras contra apenas 6 rayitas de los Mulos. Los serpentineros del grupo felino obtuvo 1.38 de promedio en carreras limpias por juego, contra 4.14 de los Yanquis, lo que demuestra evidentemente, el dominio de los lanzadores de los Tigres sobre la ofensiva de los Yanquis, que contó con peloteros como Robinson Cano, con 18 turnos oficiales para despachar un solo inatrapable, para 057 de promedio ofensivo; de Curtis Granderson, con 11 turnos al bate y 0 imparables, para cero de promedio ofensivo; de Russel Martin, con 14 veces al bate para apenas 2 incogibles, para 143 de promedio ofensivo; de Mark Texeira, con 15 turnos ofensivos parda 3 inatrapables, para 200 puntos a la ofensiva; de Nick Swischer, con 12 turnos para 3 inatrapables, para 250; de Eric Chávez, con 8 turnos oficiales sin conectar indiscutible alguno; y ni que decir de Alex Rodríguez, quien tuvo que observar varios episodios de los juegos finales desde la banca, con 9 turnos oficiales para conectar un incogible, para 111 de promedio ofensivo.
Con esos guarismos ofensivos, nadie puede ganar un partido de béisbol. Empero, no hay asomo alguno, hablando estrictamente de béisbol, para poner en tela de juicio la capacidad beisbolera de los lanzadores de los Tigres, que supieron aprovechar la coyuntura de ese descomunal ‘’bache’’ ofensivo de los Yanquis, para propinarles 36 ponches y apenas negociarles 12 bases por bolas.
Así las cosas, los Tigres entran a la disputa de la Serie Mundial y sus opciones son muy bien calificadas para ganar el Clásico de Otoño, siempre y cuando su cuerpo de serpentineros abridores hagan la tarea de soportar los ataques de los rivales de turno, y que su grupo de compañeros ofrezcan con lujo de detalles, la demoledora ofensiva que han exhibido en esta postemporada.
La Serie Mundial
La gran final por el título de la Serie Mundial en este 2012 entre los Gigantes de San Francisco y los Tigres de Detroit, por lo que se ha visto hasta ahora, será de toma y daca, en el buen sentido beisbolero, pues aun cuando la Cita de Otoño se abre en el estadio de los Gigantes, por ser los campeones de la Liga Nacional, la representación que ganó el Juego de Estrellas de este año, los ‘’felinos’’ de Detroit ganan muy bien sus partidos tanto en calidad de visitantes, como jugando en casa. Y sobre eso, lo pueden consultar con los Yanquis.
El prolongado descanso que han tenido los Tigres para iniciar la competencia por la corona de la Serie Mundial, puede ser, en cierta forma, nada bueno para el grupo que comanda Jim Leyland, ante unos Gigantes que vienen activos, que están pletóricos de emoción y que jugaran sus dos primeros choques en San Francisco, los días miércoles 24 y jueves 25 de octubre; para irse a Detroit a disputar los encuentros tercero y cuarto, y si es necesario el quinto, también se hará en el parque de pelota de los campeones de la Liga Americana.
Pero tal como lo consideramos y creemos nosotros en estos momentos, la final puede llegar al séptimo juego, y en ese caso, los desafíos sexto y séptimo se harán en el estadio de los Gigantes en San Francisco.
Y en esta Serie Mundial, a pesar de que este año no hemos tenido mucha suerte en atinar con relación a los resultados de la temporada de las Grandes Ligas, escogemos a los Gigantes para conquistar la corona, más que todo, por la forma en que combinadamente se han desempeñado todos y cada uno de sus jugadores, en la ronda final de la Liga Nacional y en especial, en los dos últimos meses de competencia en las mayores, tanto por su cuerpo de lanzadores, como a la excelente defensiva y a la demoledora ofensiva que han aplicado.
Pero eso sí, lo que puede darse por descontado, es que si las cosas resultan de tú a tú, como parece que puede ocurrir, la Serie Mundial de este 2012 llegará a los siete compromisos, para poder conocer al nuevo campeón de la Cita de Otoño.