La ausencia de Tony La Russa en la selección, es lo llamativo en las papeletas del 2011.
No se acababan de compilar las papeletas de la votación, cuando más de un aficionado, experto y crítico del béisbol de las Grandes Ligas, pegaron un grito que se escuchó hasta en el cielo.
Todos ellos se preguntan del por qué Tony La Russa no alcanzó a contar con los votos necesarios para ser el estratega del Año 2011 en la Liga Nacional, cuando dirigió a los Cardenales de San Luis, de atrás hacia adelante, con altibajos normales en la temporada regular, con momentos espectaculares, y otros, con la presencia de lesiones y ausencia de varios de sus titulares; con su agónica clasificación para ir a la postemporada, con su paso final para disputar la corona del Viejo Circuito y, finalmente, para llegar a la Serie Mundial, con pocas opciones, frente a unos Rancheros de Texas, ampliamente favoritos para conquistar la corona de la Cita de Otoño, adjudicándose el valioso título de la Serie Mundial, de una manera impresionante para el buen béisbol.
Todo eso hace parte de la verdad verdadera, como se puede observar, detallada y analíticamente hablando de béisbol, pero con la carencia de tener en cuenta, sin lugar a discusión, que la votación para escoger a los técnicos del año, se hace inmediatamente culmina el calendario regular de juegos, es decir, cuando concluye el último out de la última entrada, del último partido de esa extenuante jornada de la pelota de las mayores, y como es obvio suponer, no se conocen, a esa altura de la competencia, los resultados de la fase final del Béisbol Organizado, y mucho menos que La Russa iba a conducir, como efectivamente llevó a buen puerto, a los Cardenales para conquistar por segunda ocasión en este nuevo siglo, la envidiable corona de la Serie Mundial.
Fueron Kirk Gibson, por la Liga Nacional, y Joe Maddon, por la Liga Americana, los dirigentes escogidos por los cronistas del béisbol de los Estados Unidos, para alcanzar los honores de ser los mejores en la campaña que acaba de concluir, estando aún los bates calientes de los últimos momentos de la jornada regular.
Gibson, con los Cascabeles
Lo de Kirk Gibson con los Cascabeles es sencillamente valioso. No tanto por lo que consiguió al mando de la novena de Arizona, sino por la forma en que tuvo que encarar la temporada, con un club que venía de ser último en la división Oeste de la Liga Nacional, con una plantilla nada espectacular, y con pocas figuras sobresalientes para sacar adelante a la divisa.
Gibson se dedicó, como muy pocos técnicos, en lograr la armonía en el club, con deseos sinceros de acertar, con prudencia y tino, para extraerle a sus pupilos lo mejor de su capacidad y talento beisboleros, para hacer de los Cascabeles una novena respetada y respetable, frente a unos encopetados Gigantes de San Francisco, los inmensos favoritos para repetir en esa sección del Viejo Circuito, no tanto por haber sido los ganadores de la Serie Mundial del 2010, sino por la capacidad de juego que ofrecía la novena y el valioso cuerpo de lanzadores abridores, temible desde cualquier punto de vista que se le mirara.
Fue Kirk el hombre que derribó todas las opciones, fue el capitán que vapuleó a sus rivales con lo poco que tenía, fue el capataz sincero con su grupo de peloteros, con el cual trabajaba día a día para engrandecer a la divisa, hasta llevarlo, primero a conquistar la corona divisional y más tarde, llegar a la postemporada, cuando por el club, nadie daba un dólar en abril de este año, para clasificar a esa instancia de la pelota organizada.
Los Cascabeles fueron últimos en la contienda del 2010, y Gibson, por primera vez cumpliendo una temporada completa, los condujo a la cima de la competencia, en feroz lucha contra los Gigantes que, también es cierto, no se dejaron doblegar con facilidad en la contienda por la división Oeste de la Liga Nacional.
La votación fue tan amplia y contundente, que de las 32 papeletas depositadas para el primer lugar del mejor estratega de la Liga Nacional, Gibson conquistó 28 de ellas, lo que en otras palabras traduce en sano béisbol, que fue un ganador sin contendores al momento de los escrutinios. Con esas 28 papeletas a su favor, compiló 152 puntos contra Ron Roenicke, el piloto de los Cerveceros de Milwaukee, quien obtuvo finalmente 92 puntos, ocupando el segundo lugar; mientras que La Russa fue tercero, con apenas 24 puntos acumulados a su favor.
Claramente lo que indica la votación es que Gibson no tuvo rivales a la vista para conquistar los honores de ser el mejor técnico de la Liga Nacional. Y si esa fue la votación, aceptando que dada la inmensa tarea que hizo Gibson frente a los Cascabeles, no hay duda de que pudo enderezar la nave, cuando en medio de la tempestad, nadie lo esperaba y eso fue, sencillamente, valiosísimo a la hora de seleccionar al mejor estratega del Viejo Circuito.
Y los numeritos, en este caso, reflejan todo lo que hizo Gibson con los Cascabeles, aun cuando hayan perdido en la postemporada su paso a disputar el título de la Liga, al caer en la serie divisional frente a los temibles Cerveceros, en una sensacional final, que se definió en el décimo episodio de aquél quinto y último desafío, que dejó una agradable sensación entre los aficionados al béisbol de las Grandes Ligas.
En el 2010, los Cascabeles fueron coleros de su división con una hoja compilada de apenas 65 triunfos contra 87 derrotas, y con esa casi misma nómina, Gibson acumuló en este 2011, 94 victorias contra 68 reveses, y por esa formidable actuación fue que los periodistas expertos de la pelota de las Grandes Ligas, lo seleccionaron el Mejor del Año.
A sus 54 años de edad, Gibson se une a una reducidísima nómina de otros tres destacados hombres del béisbol, que además de contar él con dos anillos de Serie Mundial jugando con los uniformes de los Tigres de Detroit y los Dodgers de Los Ángeles, han conquistado los honores de ser técnicos del año en las mayores, luego de haber tenido el reconocimiento de ser Jugador Más Valioso, como lo han sido anteriormente Joe Torre, Don Baylor y Frank Robinson.
De modo que la ausencia de La Russa en esta selección de ganadora del mejor capataz de la Liga Nacional, no es por menospreciar las calidades y cualidades del que famoso técnico, sino porque las circunstancias que rodearon el momento de la votación con la actuación de los Cardenales, dejó por fuera lo que fue la formidable tarea de Tony en la fase final de esta temporada beisbolera de las mayores. Y eso fue así y nada más.
Maddon con los Rayas
Pero otro gallo canta en la Liga Americana.
En este patio, el asunto fue a otro precio, y la votación por la distinción no pudo ser mejor, para reconocer el inmenso y extraordinario trabajo de Joe Maddon al frente de los Rayas de Tampa, novena que no contó con varias de sus figuras para la contienda, pero cuyo estratega de las ingenió para, con caras nuevas, darse el lujo de competir en la postemporada, borrando de un codazo todo lo malo que pudo haber existido en la temporada, en el corto trayecto de septiembre, cuando se clasificó para la postemporada, derrotando en el último compromiso del calendario regular a los Yanquis de Nueva York.
Maddon no contó este año con titulares ya establecidos en la franquicia, quienes al convertirse en Agentes Libres, marcaron territorio en otros clubes, como fueron los casos de Carl Crawford, quien pasó a los Medias Rojas de Boston; Carlos Peña y Matt Garza, para los Cachorros de Chicago; perder, desde el vámonos, al toletero dominicano Manny Ramírez, quien abandonó a la novena cuando le comprobaron el uso una vez más de estimulantes; y ni qué decir del cuerpo de relevistas, que fue desmantelado casi en su totalidad.
Para Maddon era un verdadero desafío en conducir a la novena a una posición aceptable, dadas las condiciones de la nómina, que apenas llegaba a la suma de 42 millones de dólares, unas de las más baratas en la pelota organizada. Y a paso lento pero seguro, Joe pudo contrarrestar todas esas bajas y guiar, una vez más a los Rayas, a la fase final de la Liga Americana.
Lo hizo cuando nadie lo esperaba y cuando las opciones de llegar a esa parte de la competencia, era casi un imposible. Pero en el béisbol se gana o se pierde con el último out de la última entrada. Y eso, precisamente, fue lo que ocurrió con los Rayas de Maddon, que derrotando a los Yanquis en el último juego del calendario, en un partido que estaba perdido para ellos en seis entradas completas, por pizarra de 7 carreras a 0, lo ganaron para desalojar de la posición a los alicaídos Medias Rojas de Boston.
Como si fuese poco, los Rayas tuvieron un pésimo comienzo de campaña, al acumular una victoria en las nueve primeras presentaciones, algo que permitía presagiar una temporada sin nada por qué aspirar. Eso por lo menos, era lo que sostenían los expertos, pero Maddon trabajó intensamente para cambiarle el ritmo al club y llevarlo a la postemporada, consiguiendo 91 victorias contra 71 derrotas, al momento de darle cifras concretas a la temporada.
Los Rayas no encontraron mejor fórmula bajo la batuta de Maddon que jugar ese béisbol que a todos nos gusta. Fabricar carreras en los momentos propicios, aprovechar todos los errores de sus rivales tanto físicos como mentales, y hacer del béisbol la alegría y el sabor que todo buen pelotero debe disfrutar cuando se está en el diamante de juego.
A sus 57 años, Maddon es el séptimo estratega en obtener en más de una oportunidad el galardón del Mejor Estratega en el Béisbol Organizado, al acumular 133 puntos, superando en esta ocasión a Jim Leyland, de los Tigres de Detroit, que fue segundo, quien consiguió 54 puntos, y Ron Washington, de los Rancheros de Texas, quien fue el tercero, con un total de 31 puntos.
Para ungir al piloto del año en cada liga, se tienen en cuenta muchas cositas, sobre todo, de aquellas en donde casi nadie se fija. El valor de la nómina, la clase de jugadores con que cuenta el técnico, el ingreso de nuevos peloteros a la plantilla, al pérdida de tres o cuatro titulares de un año para otro, la forma en que la novena tiene que afrontar la campaña y la reacción que la misma pueda tener. En fin, circunstancias, detalles y elementos de juicio que son, a la hora de la verdad, decisivos para escoger al mejor.
Tanto Gibson como Maddon, ciertamente se merecían las distinciones. Aun cuando para Tony La Russa, la mejor despedida del béisbol de las Grandes Ligas como dirigente, hubiese sido, sin duda alguna, el haber conquistado por última vez tan codiciada distinción, ganador en tres ocasiones en la Liga Americana y uno en la Liga Nacional, de ese trofeo que es un orgullo para los estrategas.