Frustrada entrega del Nobel a Gabo defraudó a Colombia hace 43 años

Por Gustavo Castro Caycedo

Para medir la importancia que tuvo la entrega en Colombia del Premio Nobel a Gabriel García Márquez en 1982, sirve como punto de referencia el gigantesco despliegue internacional de los medios de comunicación a los actos de premiación del Nobel de Paz a Corina Machado. Si el despliegue de los medios colombianos a este suceso fue inmenso, cuál no sería el de la mítica premiación a Gabo que muchos colombianos no vivieron, y otros olvidaron.

A las 8:05 minutos de la noche de ese ingrato viernes 10 de diciembre, después de dos horas y cinco minutos de transmisión del especial de televisión sobre la entrega del Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, la señal originada en Estocolmo fue cortada siete minutos antes del momento culminante, cuando el rey Gustavo Adolfo de Suecia le entregaría, en 1982, el mítico galardón de la Academia Sueca por haber escrito la obra más destacada de la literatura.

Esa noche de la “frustrada entrega”, la primera llamada que recibí fue la del presidente Belisario Betancur, quien, con su característico acento paisa y a pesar de su tradicional equilibrio emocional, no pudo ocultar su malestar. Luego llegaron las de ministros, periodistas, congresistas… y las de ciudadanos furiosos.

Fueron tantas que terminaron bloqueando los teléfonos de recepción de Inravisión. ¡Colombia entera nos maldijo!  Para los colombianos de las últimas generaciones, esa noche no significa nada especial, pero para los millones de entonces, que habían esperado dos meses con ansiedad, fue de desengaño, indignación y frustración. Y, para mí, el día más amargo de cuantos he vivido en 83 años.

No era una transmisión corriente, sino la más importante en la historia de nuestra televisión, que mostraba en directo un instante de gloria internacional protagonizado por un colombiano en Suecia. Por eso la indignación se propagó en todo el país como cuando una llama cae sobre un charco de gasolina.

Por entonces adelantaba la investigación de una época desconocida en la vida de Gabriel García Márquez para mi libro Gabo: cuatro años de soledad. Su vida en Zipaquirá y era director del Instituto Nacional de Radio y Televisión, Inravisión. Por

eso “me embarqué” en la tarea de dirigir un ambicioso proyecto para celebrar la gloria de Gabo, el cual culminaría con la transmisión de un especial en estudio y desde Estocolmo, al son de cumbias y vallenatos. Los colombianos contaban los días para poder ver por cualquiera de los tres canales de Inravisión exaltación a García Márquez por su novela Cien años de soledad, la más importante en lengua castellana escrita en el siglo XX.

62 télex como para “montar un bestseller” internacional de suspenso

Conservo aún los 62 télex con la hora señalada que cruzamos “con medio mundo”, tratando de obtener la señal que fue vista internacionalmente, pero no en Colombia por los millones de compatriotas del galardonado que vieron frustrado su sueño por causa de una insólita imprevisión: el ingeniero que contrató la señal solo lo hizo por dos horas y la ceremonia duró tres. El drama se inició a las 6:49 p. m., cuando de Londres nos avisaron que iban a cortar la señal a las ocho de la noche. Nuestros ruegos solo lograron que la prolongaran por cinco insuficientes minutos.

El cartapacio de mensajes por télex podría servir para “montar un verdadero “bestseller” internacional de suspenso, en el que figuraron una a una: Estocolmo, Londres, Copenhague, Washington, Los Ángeles, Ciudad de México y Caracas, a donde llegó nuestra angustiada solicitud para que nos suministraran las imágenes puntuales que perdimos de la entrega del premio.

Había realizado largas jornadas planeando y ejecutando la campaña de expectativa, con miles de mensajes por los canales de Inravisión, para motivar a los colombianos a ver la gran transmisión. La diseñamos con

el apoyo de Patricio Wills de RTI y con ayuda de Gloria Valencia de Castaño, Álvaro Castaño Castillo, Margarita Vidal, Bernardo Hoyos y otros personajes de la TV. El suceso nos hacía acariciar el sueño de que se realizaría el especial de televisión más destacado hasta entonces.

La celebración comenzó en Inravisión desde el mismo 21 de octubre de 1982, luego de que desde la Academia Sueca le comunicaran a Gabriel García Márquez que era el ganador del Premio Nobel de Literatura por su obra Cien años de soledad.

Fue la locura que me generó una obsesión. Pasé muchos días ideando y ejecutando eventos de celebración y el gran especial de televisión del 10 de diciembre. Colombia se había apasionado por el tema, estimulada por la hazaña de Gabo, divulgada por los tres canales nacionales a través de una gigantesca campaña de mensajes nacionalistas emitidos durante dos meses mañana, tarde y noche, que alimentaron el orgullo nacional.

Fue un suceso tan trascendental que los congresistas colombianos olvidaron sus enfrentamientos para dictar, por unanimidad, una ley de honores a Gabo.

Al transcurrir la transmisión, aumentaba la emoción de quienes estábamos en el estudio y, claro, la de los millones de televidentes que habían esperado tanto para ver la histórica ceremonia. Y esta llegó al clímax cuando García Márquez entró

a la Sala de Conciertos de Estocolmo, colmada por cuatrocientos asistentes, y más cuando él comenzó a pronunciar su discurso luego de haber sido presentado por el secretario de la Academia, Lars Gyllensten.

Hubo una ovación que escuchó la inmensa mayoría de los veintiocho millones de ciudadanos que poblaban a Colombia ese año y los muchísimos millones más del mundo.

Ese momento me hizo conocer en vida lo que es el infierno

Esa amarga noche tuve que “capotear” la indignación de todo un país dolido porque mientras el resto del mundo presenció la entrega del Nobel, los colombianos no pudieron saborear ese glorioso momento que esperaban desde octubre y con el cual muchos habían soñado, estimulados por la gigantesca promoción del especial que, con orgullo patrio, realizaría Inravisión con el respaldo de RTI Televisión.

Esa noche de pesadilla, que cargué en mi recuerdo un tiempo, me puso a responder por una falla técnica que no era de mi resorte. Ese momento me hizo conocer en vida lo que es el infierno, pero hoy es apenas una anécdota. No obstante, no he olvidado que algunos exaltados lanzaron piedras a la sede de Inravisión, en la calle 26, ni las inculpaciones al director, ni las cinco llamadas posteriores del presidente Betancur, casi angustiado.

Tampoco he olvidado que el escándalo no fue mayor porque le pedí al culto periodista Bernardo Hoyos, a quien había encargado ser el moderador del especial, que salvara la dramática situación. Él, con su erudición y su profesionalismo frente

a las cámaras, entretuvo a los televidentes con mucho de lo que sabía sobre García Márquez, atenuando la “tragedia” y permitiéndonos ganar tiempo mientras conseguíamos la señal.

Mientras Bernardo extendía su charla, apoyado por imágenes de lo que logramos captar esa noche desde Suecia. Coin los télex del instituto buscábamos internacionalmente que alguien pudiera prestarnos las históricas imágenes diferidas que Trans World International cortó inmisericordemente.

La retransmisión de la entrega del Nobel,  es asunto de vida o muerte

Fue un recorrido angustioso. A las 8:02 logré hacer contacto en Caracas con Venevisión y expresé: “la retransmisión de la entrega del Nobel, es asunto de vida o muerte, no importa lo que nos cobren. Por favor, ayúdennos”.

Respondieron: “esperen a que venga el supervisor”. Y cuando este llegó, el interlocutor dijo: “mira, chico, para empezar, no fue el canal 4 (Venevisión), sino el 2 (Radio Caracas) el que transmitió lo del Nobel”.

Le escribí: “por favor, le rogamos su ayuda para contactar a alguien del canal 2. Los colombianos están conmocionados, es un problema de Estado, necesitamos esa señal. ¡Como sea!”.

Los minutos pasaban a ritmo de segundos. Télex va, télex viene hasta que logramos contacto con Venevisión, pero a las 8:26 de la noche nos dijeron: “definitivamente no va a ser posible. Hoy es viernes y a esta hora no hay quién pueda dar esa autorización. Mañana los atenderemos con mucho gusto”. Entonces imploramos: “por Dios, ayúdennos, toda Colombia está pendiente de esas imágenes. Para mañana sería catastrófico”.

Mientras el télex operaba sin descanso, Bernardo Hoyos continuaba “distrayendo” a la teleaudiencia de millones, indignada, desesperada o incrédula ya. Él daba disculpas y repetía: “por favor, les pedimos un poco más de paciencia, pronto tendremos la señal”.

¡Díganos que es verdad… que es cierto!

A las 8:34, logré ubicar por teléfono a un alto directivo de Venevisión en su casa: “es una solicitud de la Presidencia de la República de Colombia”, le dije. El télex seguía rastreando posibilidades internacionales: Lima, Buenos Aires, Madrid… pero nada.

El drama vivido durante más de hora y media había continuado. Eran las 9:31 cuando, casi incrédulo, leí: “tenemos las imágenes de Radio Caracas… Está autorizado”. Yo le dije: “díganos que es verdad, que es cierto. ¿Cuál es su nombre?”. “Aquí, Juan Rodríguez”, respondió.

A las 9:44 entró la señal con el audio muy ruidoso, nuestros ingenieros lo ajustaron y a las 9:47 de la noche (1 hora y 42 minutos después) Bernardo se encarriló con su culta voz a las imágenes de la entrega y a la “salva” de aplausos que duró como dos minutos.

Los colombianos, emocionados, apaciguaron su indignación y su ansiedad cuando pudieron ver por fin a Gabriel García Márquez con su liquiliqui blanco recibiendo, de manos del rey Gustavo Adolfo de Suecia, la placa y medalla como ganador del Premio Nobel de Literatura de 1982. Momento inolvidable de un compatriota recibiendo un glorioso galardón, el cual el país no pudo ver en directo, sino mucho después en esa noche que fue, para mí, una verdadera pesadilla, pero por fortuna con final feliz. El último télex fue: “Juanito, un abrazo fraterno desde Inravisión y, en nombre de millones de colombianos: gracias, te recordaremos siempre”.

Y Juan Rodríguez terminó el diálogo escribiendo: “lo mismo de parte nuestra, fue un honor ayudarles”.

(Imágenes: Inravisión y Señal Colombia).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre Gustavo Castro Caycedo

Autor de 36 libros y coautor de 9 más. Periodista y Administrador de Empresas experto en planeación y dirección de medios de comunicación. Director de Inravisión. Presidente de RCN Radio y del CPB. Vicepresidente de la Organización Interamericana de Defensores de las Audiencias, OIA. Director del Noticiero Cinevision, RCN Radio, revistas Al Día y Elenco, y de programas de TV. Columnista de El Tiempo y El País. Director de 34 Tesis de Grado y 22 veces jurado de premios de periodismo. * Más información: “Gustavo Castro Caycedo”, (entre comillas), en los buscadores: Google, Yahoo, Bing, Duckduck.com, Lycos, Hispavista, Ask.com, Msn, o Babylon.

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