El presidente ruso, Vladimir Putin, dijo que respaldó la reforma legislativa que le permite postularse para otros dos períodos.
Él es el último de una larga lista de líderes, desde Argelia hasta Zimbabue, que se han mostrado reacios a abandonar el poder.
¿Dinero?
“La respuesta fácil es la corrupción. Pueden ganar mucho dinero y se quedan allí para seguir siendo ricos”, dice el profesor Nic Cheeseman, coautor del libro “How To Rig an Election” (“Cómo amañar una elección”).
“Pero en realidad, lo que sucede es mucho más complicado”, añade.
Según Cheeseman, hay algo que los líderes temen más que perder dinero, y es ser procesados después de su renuncia.
Y tienen buenas razones para tener miedo.
Según una investigación llevada a cabo por Cheeseman, entre 1960 y 2010 en África el 43% de los líderes que dejaron el poder fueron procesados, enviados al exilio o asesinados.
Es un riesgo significativo, pero eso no es todo.
El entorno
También existe la presión que sienten los líderes por parte de su entorno: sus familias, aliados políticos o incluso la policía y los militares que pueden haberlos ayudado a llegar al poder.
“Incluso cuando crees que es tu momento, un montón de personas van a tocar tu puerta y decir que esto ‘no se trata de ti’”, dice. “Se trata de miles de personas que han hecho cosas y se han sacrificado por ti”.
El profesor Cheeseman encontró evidencia de que las personas alrededor de Robert Mugabe en sus últimos años fueron influyentes en su decisión de quedarse en el poder.
Pero también puede haber algo aún más profundo en juego, algo sobre el control que el poder mismo tiene sobre nuestras mentes.
Transformación
El doctor Dacher Keltner escribió sobre esto hace más de 10 años en su libro “The Power Paradox” (“La paradoja del poder”).
La paradoja es que las personas que llegan al poder suelen ser sociables y agradables.
Se ganan la confianza de quienes los rodean, ya sea como el líder de un club de tenis local, una compañía o un país entero.
Pero cuando esas personas están en el poder, se convierten en personas totalmente diferentes.
Una serie de investigaciones concluyeron que otorgar poder a las personas, incluso de manera arbitraria por un corto tiempo, cambia su comportamiento.
Comienzan a actuar de manera que se benefician a sí mismos y pierden empatía hacia los demás. Empiezan a creer que tienen razón más a menudo.
Se vuelven groseros, impulsivos y es más probable que interrumpan a otras personas o que eviten el contacto visual cuando alguien les está hablando.
Uno de los experimentos más famosos de Keltner sobre este fenómeno se llevó a cabo en la década de 1990.
A un grupo de estudiantes universitarios se los dividió en grupos de tres, y se asignó al azar el poder a una persona.
“Les dijimos que teníamos datos sobre ellos que afirmaban que tenían buenas habilidades de liderazgo”, dice. Pero era mentira.
Después le dieron una tarea al grupo y aproximadamente 30 minutos después, los investigadores colocaron un plato de galletas en la mesa.
De manera significativa, la persona a la que se le había asignado el poder tomó más galletas que la parte que le correspondería. También comió de forma desordenada, haciendo ruidos y derramando migas.
Adictivo
Investigaciones posteriores encontraron que cuando las personas obtienen poder se vuelven menos inhibidas.
Los niños ricos son más propensos que los niños pobres a robar, a tener un comportamiento sexual inusual o a insultar a sus colegas.
“Dos de cada tres actos de inestabilidad son perpetrados por individuos con alto poder”, dice Keltner. “Eso es información empírica”.
El experto se ha dedicado a estudiar ampliamente los puestos de poder en un entorno corporativo. Y es por eso por lo que cree que el poder es adictivo.
Sin inhibiciones, las personas tienen la libertad de perseguir sus propios intereses y deseos, su propio placer.
“En la mente de la persona que está en el poder -y en su sistema nervioso- el poder le hace sentir bien”.
“Las personas con poder sienten más felicidad, se sienten más apreciadas, sienten que tienen un mayor estatus o estima. Sus sistemas nerviosos están más tranquilos, su salud es más sólida, se sienten mejor con la vida”.
Los aduladores
Keltner dice que las personas con poder tienden a comportarse como pacientes que tienen dañada la parte de su cerebro que inhibe el comportamiento impulsivo.
Él se refiere a la investigación del neurocientífico de la Universidad McMaster, en Ontario, Sukhminder Obhi.
Esta idea hizo que recibiera comentarios interesantes de personas con lesiones cerebrales.
“Alguien (con una lesión cerebral) me escribió y me dijo: ‘¿Cómo te atreves? Me porto mucho mejor que Donald Trump’”.
Tiene sentido que un líder que es todopoderoso pueda volverse arrogante y pensar que es el único que puede liderar. Puede perder de vista lo que es mejor para el país.
“La otra cosa es que cada año nombran para cargos a hombres que siempre le dicen que sí y despiden a las personas que son más críticas con ellos”, dice el profesor Nic Cheeseman.
“Probablemente no tienen una gran apreciación de lo que están haciendo mal”.
El impacto psicológico de perder poder también es profundo. Investigaciones en grupos de primates encontraron que los hombres mayores reaccionan violentamente cuando sienten que están perdiendo poder.
Una prueba de carácter
Pero si el poder corrompe, ¿por qué no todos los líderes son asesinos despóticos y megalómanos?
En 2018, una profesora de psicología en Varsovia, Aleksandra Cislak, identificó dos aspectos muy diferentes y contradictorios del poder.
El poder le da a la persona el control sobre la vida de otras personas, pero también le da más control sobre su propia vida.
Esto es a lo que las personas se refieren cuando dicen que alguien está empoderado. Cuando una persona tiene más control sobre su propia vida, suele tener un comportamiento positivo.
El poder tiene algunos efectos muy positivos. Pero cuando se pierde ese control, por ejemplo, cuando el país del que estás a cargo entra en un estado de caos, es entonces cuando el efecto corruptor del poder puede superar al efecto positivo.
“El poder es bueno y se puede usar para el bien mayor”, dice la profesora Cislak, “pero se debe ser consciente del precio que conlleva el poder”.
Ella dice que, si los líderes son conscientes de esta paradoja, es posible mantener la parte buena y evitar la mala.
Y así, estas palabras (a menudo atribuidas a Abraham Lincoln pero que en realidad se dijeron sobre él) comienzan a tener sentido. “Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”. (Stephanie Hegarty) – (elmundoalinstante.com – José Infante).